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Año nuevo, ¿España nueva?

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F.F.- Los sentimientos nobles y buenos deseos presiden los inicios de cada año, personificados en enero, donde la luz comienza a imponerse a las tinieblas. El dicho extendidísimo de “año nuevo vida nueva” aflora en nuestras conciencias como bálsamo rectificador de conductas, aptitudes y anhelos, forjados por la anestésica conveniencia y olvidados antes del nacimiento de la primavera.

Idéntico comportamiento se ha producido en la esfera social y política, donde la factura del descalabro es endosada a cuantos contribuimos a sostener y acrecentar al Estado, clases medias, y al responsable, lo colman de elogios y lo condecoran con el Collar de Isabel La Católica. ¿Será por el concepto que tenía y llevó a la practica de España? La raíz del problema sigue latente, sin que nadie tenga el valor y la dignidad de enfrentarlo, una vez extraído el diagnostico acertado, y a buscar soluciones duraderas. Ahora, como siempre, nadie se atrevió o no fue escuchado al señalar el fondo de los problemas. Nadie advirtió el peligro. Nadie suponía que semejante obra humana pudiera naufragar. Era indestructible. La música, de una magistral y heroica orquesta, seguía manteniendo los acordes de la normalidad cotidiana mientras todo se hundía, mientras el mundo de un corto espacio, desaparecía en las profundidades de las oscuras y gélidas aguas del Atlántico, engullendo en poco tiempo mas de mil quinientas ilusiones, proyectos vitales, esperanzas, vanidades y una certeza: Ninguna obra humana sobrevivirá sin Dios o contra Dios. Metáfora de vida, revivida en el Titanic y cada día de nuestra efímera existencia.

La certeza de la crisis del año que comienza es ahijada nuestra. La incertidumbre que conlleva acongoja nuestra existencia. Por el contrario, la razón que asiste a la verdad revelada, resulta el mejor antídoto para resistir la tempestad. Siempre fue así desde que en Belén, el hijo de Dios, se hizo hombre, dándonos la oportunidad de redimirnos. Seguimos empeñados en volver la espalda a esa realidad, aunque la misericordia divina mantenga abierta la puerta a la esperanza. Nuestra rotunda condena del existencialismo y del historicismo como origen de nuestra desviación humana e histórica sin paliativos. Suponer que en la realidad humana hay una anterioridad de la existencia sobre la esencia o que el hombre es un puro suceder, conduce a todas las aberraciones del anterior y presente siglo. Nosotros seguimos, como rama, acogiéndonos al árbol aristotélico-tomista y pregonando las convicciones capitales de Zubiri: Existencia de una realidad exterior al hombre; cognoscibilidad de esa realidad sin deformaciones del entendimiento; existencia de los espíritus puros; aceptación del evolucionismo en la materia; negación de que ésta pueda producir el espíritu; existencia del alma y de un Dios creador; demostrabilidad de su existencia como causa primera; afirmación de que el hombre no es pura historia, sino naturaleza; y reconocimiento de su dimensión moral objetiva.

Finaliza el mes en nuestra referencia histórica, con la liberación en 1939, 26 de enero, de Barcelona. Parecía la definitiva emancipación de la puerta al mediterráneo de la más fenicia, abierta y comercial ciudad española. La liberación de servidumbres burguesas, masónicas y separatistas duró treinta y seis años, durante los cuales, Cataluña y su capital, encontraron el progreso económico, la cohesión social y la cultura diferenciadora dentro del mosaico hispano como refleja el esencial trabajo, editado como libro, de Agustín Castejón. Quede para solaz del espíritu estos versos del enero que comienza: “Cómo cae la bruma en el alma! ¡Qué tristeza de vagos misterios en sus nieblas heladas, esconden esas tardes, sin sol ni luceros!. En las tardes de rosas y brisas, los dolores se olvidan, riendo, y las penas glaciales se ocultan tras los ojos radiantes de fuego. Cuando el frío desciende a la tierra, inundando las frentes de invierno, se reflejan las almas marchitas a través de los pálidos cuerpos. Y hay un algo de pena insondable en los ojos sin lumbre del cielo, y las largas miradas se pierden en la nada sin fe de los sueños. La nostalgia, tristísima, arroja en las almas su amargo silencio, Y los niños se duermen soñando con ladrones y lobos hambrientos. Los jardines se mueren de frío; en sus largos caminos desiertos no hay rosales cubiertos de rosas, no hay sonrisas, suspiros ni besos. ¡Como cae la bruma en el alma perfumada de amor y recuerdos!”.

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