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Opinión

Todo es mentira

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La decadencia que asola nuestro siglo XXI es patente, no hay que andar con paños calientes ni lenitivos artificiales para huir de esto, para obviarlo y mirar hacia otro lado o simplemente negarlo. Esto no es asunto de pesimistas o catastrofistas, es una realidad para todo el que quiera contemplar objetivamente la hecatombe de valores que preside nuestras vidas, desgraciadamente.

En política está muy claro, ellos quieren seguir convenciéndonos de que son necesarios para nosotros y nuestras familias, pero son la primera gran mentira de todo el montaje. Saben que no es así, más bien saben que es al contrario, que son necesarios para llevar a la quiebra a un país, pero también que son tan inútiles y cínicos como para seguir mintiendo y prometiendo lo imposible para mantenerse en el puesto de trabajo fácil que les asegura el futuro que no tenemos los demás, porque ellos mismos nos lo han quitado, todo mentira.

La televisión no creo que sea la caja boba, más bien la caja que fue diseñada para algo distinto a lo que hoy día representa, yo creo que es la caja de la mentira, ojalá fuese boba como en mi generación, pero en realidad es el centro de la propagación insidiosa al servicio de los medios de comunicación vasallos de la izquierda y de lo políticamente correcto, que no lo correcto, sino de la marea de información tóxica que hay que extender para anestesiar al gran público desprovisto de valores y de una cultura aceptable en su mayoría, muy fácil de manejar con fórmulas populistas que no paran de defender a la mujer y no al hombre, al homosexual y no al heterosexual, al extranjero y no al local, a cualquier religión menos a la católica, al falso pacifismo y no a la defensa de nuestra nación, al ecologismo hipócrita y no al progreso moderno y real, al insolvente y nunca al creador de riqueza, que es satanizado y condenado como el capitalista insensible, alienador y explotador. La TV es sin duda el altavoz que perpetúa a la clase política, destrozando por sistema a la derecha y elevando a los altares a la izquierda que tanto daño hizo en el mundo, todo mentira.

En una encuesta reciente referida en el Periodista Digital sobre audiencia televisiva, tenemos unos flagrantes datos que respaldan lo comentado antes, casi el 50% del público espectador de Tele 5 no tiene los estudios básicos y solo un 11,5 % tiene formación universitaria y si nos vamos a otras cadenas, no encontramos grandes diferencias, aunque la más analfabeta sea aquella.

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A nivel laboral, la única verdad es sonreír siempre al jefe, regalarle mucho a los oídos y no intentar ocupar su puesto. Si los resultados son malos, él puede esperarte, pero si le dices las verdades a la cara, da igual si tus resultados son buenos o malos, estás despedido al día siguiente. La competitividad interna en las empresas grandes, en la mayoría de los casos no es real, se debe exclusivamente a méritos de lo políticamente correcto más que a las verdaderas competencias. En la empresa pública impera esto por partida doble y si tienes un carnet socialista, comunista, feminista o de sindicatos de izquierdas, lo tienes aún más fácil, con independencia de las horas que duren los desayunos y la demora que lleven los expedientes, todo mentira.

Si entramos en los grandes desfalcos como el de los ERES de Andalucía y su corrupción paralela, entonces necesitaríamos mucho más espacio para abundar en mis argumentos que el que estoy utilizando en estos renglones. Una de las pocas verdades emitidas en los Tribunales, arroja el veredicto que sentencia a esos cuatreros de Andalucía amigos y protegidos del presidente en funciones, a su vez felón de aquel grupo minoritario de catalanes que quiere llevar a la debacle a este país llamado todavía España, aunque está por ver que las penas que se imputen a aquellos, siempre muy moderadas para el gran daño que hicieron, se ejecuten en su totalidad, sin recortes o atenuantes por uno u otro motivo que suelen poner en la calle a estos ladrones con corbata antes de tiempo, todo mentira.

A nivel familiar, todo mentira también. Para empezar, ya no existe el modelo natural de familia, que coincide con el modelo bíblico y ancestral, la figura del cabeza de familia ha desaparecido, una familia ya no es solo la compuesta por un padre, una madre y unos hijos. Una familia pueden ser también dos homosexuales o lesbianas con sus hijos adoptados o engendrados por reproducción asistida con padres de alquiler, otros con madres de alquiler, también dos transexuales del mismo o distinto sexo entre ellos con hijos adoptados o engendrados por terceros mediante madre o padre de alquiler, ya solo falta el concurso de animales de compañía asignando a éstos el rol de cabeza o cabezas de familia y porqué una planta no puede ser padre, madre, hijo o hija, tardarán estas cosas poco en llegar a tenor del sórdido discurrir de los acontecimientos y de la inercia siniestra que dirige esta película de terror.

A nivel matrimonial, asistimos también a grandes mentiras, siempre las hubo, porque el ser humano es infiel por naturaleza, pero los valores de apariencia degeneran también aquí, lo que cambia es que lo oculto deja paso a la publicidad expresa o tácita con el consiguiente cornudo consentido, figura nueva en este escenario. Ya no importa si tu mujer se acuesta con otro por las razones que sean, o el marido hace lo propio, lo que importa es mantener el matrimonio por razones económicas o de estatus social y mirar para otro lado. Si no existen estos motores, entonces divorcio al canto y ya está.

En cuanto a los hijos, solo importa fardar de las marcas de ropa que usan, de la pasta que pagan por ellos en sus colegios, de los viajes que hacen con ellos a Disneyland o similares y de los idiomas que aprenderán en breve, porque los van a facturar a cualquier sitio donde permanezcan lejos para molestar lo imprescindible. Esto para los que tienen dinero, para los demás, lo que importa es hablar del IPhone o la consola de juegos que tienen o del futuro arrollador que les depara en su club de fútbol o baloncesto, aunque se hayan endeudado en todas estas cosas por mucho más importe del que gastan en casa en bienes de primera necesidad, mejor pizzas y hamburguesas y fardar en la calle de lo otro, aunque hay otro grupo que lo gastan todo en comer como salvajes y es de esta basura de lo que presumen. Dinero para educación real y libros, poquito o nada. Los abuelos inútiles van todos a la soledad o a las residencias en el mejor de los casos y la eutanasia tampoco tardará en llegar de forma legal para ellos con el pretexto de que sufren, todo mentira.

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Otra gran mentira es el dispositivo social-comercial que salta como un resorte en todas las fechas señaladas del año; el día de la madre, el día del padre, el día de los enamorados y las Navidades, especialmente estas últimas. Con tantos modelos de familias, quién será la madre y quién el padre, porque los enamorados sí parecen estar claros; un hombre de un hombre, una mujer de una mujer, etc.

Lo de las Navidades consiste básicamente en hacer muchos regalos, jugar mucho al amigo invisible y darse unas felicitaciones de película, aunque el resto del año, es decir 350 días, la gente ande molestando, ejerciendo toda suerte de pecados capitales y boicoteando al prójimo. Casi nadie cree en nada, solo en el dinero y en los atracones y bebercios, Cristo nació el 25 de diciembre, pero esto es lo de menos, a ellos solo les interesa la fecha para hacer belenes, todo con un carácter folklórico, la religión católica les avergüenza, todo mentira.

Risto Mejide es también un producto de la mentira, hasta su programa de TV “Todo es mentira” es mentira también, él lo sabe muy bien. Lo único que es verdad es que se cree muy inteligente y muy original.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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