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El coronel de La Legión Enrique de Vivero denuncia que el Gobierno ha dictado sentencia: «Matamos a los ancianos y ahora los olvidamos»

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Enrique de Vivero, el día de su despedida como jefe del Tercio Gran Capitán I de La Legión, en Melilla, posa en el despacho que ocupó Franco siendo teniente coronel en dicha unidad.
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Enrique de Vivero Fernández*.-La sangría de ancianos muertos ha continuado desde que el día 2 de abril denunciara, en este medio, la situación de los ancianos sin asistencia sanitaria por el COVID, más correctamente llamada gripe china (igual que hubo una llamada gripe española en 1918), ya que cada vez son más los testimonios y los datos que nos llevan a la conclusión de que esta pandemia se originó en un laboratorio en China. Aunque hay muchas personas políticamente correctas que quieren obviar este asunto. [SIGUE MÁS ABAJO]

En España existen unas 375000 plazas en residencias de mayores, repartidas entre las más de 5400 residencias de la tercera edad.

Trasladan a uno de los fallecidos en una residencia de ancianos.

Estas residencias en su mayoría son privadas, ya que ningún gobierno ha querido apoyar a nuestros mayores y proporcionar lugares dignos para estancia de aquellas personas que ya lo dieron todo en su infancia sufriendo una guerra, posteriormente la postguerra, apoyando la transición y en época de crisis ayudando a sus hijos con sus pobres pensiones, que ahora empiezan a atemorizarnos con ver peligrar el esfuerzo de toda una vida.

Pues a estas personas se les ha negado desde el principio, el derecho a ser atendidos debidamente por la sanidad que han estado pagando durante muchos años. A estas personas el Gobierno las declaró personas sin rentabilidad social y no se debía gastar en ellas ni tiempo ni dinero.

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El mayor número de residencias con mayor número de plazas las encontramos en las dos regiones castellanas, con una plaza por cada 1300 personas en Castilla-La Mancha y una plaza por cada 1400 personas en Castilla y León.

La lista de fallecidos no ha reconocido diferencias entre residencias públicas y privadas. Algunas residencias privadas, con excelentes directores, han conseguido no tener fallecimientos, gracias a las normas estrictas implantadas por su dirección.

Son diversas las causas de los fallecimientos. El Gobierno se escuda en la avanzada edad de estas personas, en las patologías previas y en la falta de atención del personal de las residencias.

La verdad es que el personal de las residencias hizo lo mejor que pudo, con los medios a su alcance, en la mayoría de los casos.

Un camión del ejército y un vehículo del Samur a su llegada a una residencia de ancianos

A este personal no se le proporcionó el EPI ni otro tipo de equipamientos. Cuando se desencadenó la pandemia, el Gobierno debería haber prestado especial atención a este grupo de riesgo, proporcionando medios y realizando pruebas para detectar el alcance de la propagación de la epidemia.

 

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El Gobierno Sánchez prohibió la venta de EPI,s a las residencias de ancianos, según dijo a La Vanguardia el señor de Miguel Jiménez, director de una cadena de centros de la tercera edad en Madrid , Barcelona y Tarragona.

El Gobierno ha requisado recientemente 2000 test comprados por una multinacional española que se iban a proporcionar a sus empleados.

Las pruebas en las residencias de ancianos debían haber empezado por el personal y cuidadores para separar del trabajo a aquellos que dieran positivo al COVID. Esto no se hizo, ni en las públicas ni en las privadas. Debido a esto, personal cuidador y sanitario, que eran portadores asintomáticos, se convirtieron en el vehículo transmisor dentro de estos centros, involuntariamente y sin posibilidad de saberlo, ya que el Gobierno no los catalogaba como grupo de riesgo.

Este Gobierno nos ha estado engañando y mintiendo desde el principio, cuando el doctor Fernando Simón decía que en España no pasaríamos de algunos casos. El día 7 de marzo, el mismo doctor Simón anunciaba que no era necesario cerrar los centros de día de los mayores y que no había que cambiar la vida social en estos lugares. Había que dar imagen de normalidad ya que el 8M estaba prevista la magna concentración feminista, de la que la vicepresidenta Carmen Calvo dijo que «les iba la vida». En esas fechas teníamos más de 200 fallecidos no reconocidos por el Gobierno, ya que no se habían hecho PCR y no se les autorizó a hacer la autopsia a los servicios forenses.

El Gobierno redactó un protocolo de medidas para trabajadores y personal de residencias. El problema es que en ese protocolo solo hablaba de lavado de manos, de disponer de carteles informativos y de actuar con transparencia, aconsejaba utilizar el EPI para tratar con los residentes contagiados o sospechosos, pero no proporcionaba estos equipos.

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Ordenaba reducir al mínimo el número de trabajadores y sanitarios en contacto con los contagiados, es decir, empezar el abandono de los ancianos a su suerte.

En este protocolo a las residencias de mayores, no se hace ninguna observación sobre la realización de PCR,s o de tratamiento, solo el aislamiento en las habitaciones. Se acababa de dictar la sentencia de muerte de nuestros mayores por parte del Gobierno.

Desde mediados de abril el Gobierno no proporciona datos sobre los ancianos fallecidos, con la disculpa de que es distinta la forma de medición en las diferentes comunidades. Con esto el Gobierno está ocultando datos de las personas ancianas fallecidas. Juega con los muertos según sus intereses políticos.

Las cifras son crueles. Hasta el 28 de abril teníamos en España 16500 ancianos fallecidos por coronavirus. Esta cifra es una estimación de un seguimiento que realiza la cadena SER basado en datos de sus estudios. No creo que la cadena SER, que es muy complaciente con el Gobierno, nos esté mintiendo. Las cifras oficiales reconocidas por el Ministerio de Sanidad son de 24.275 fallecidos. El Gobierno no proporciona una cifra de ancianos fallecidos. La diferencia estriba en que el Gobierno solamente reconoce los muertos con COVID confirmado por PCR y no acepta los resultados de los test serológicos o test rápidos. La Comunidad de Madrid y la Generalidad Catalana sí los contabilizan.

Hay más de 55.000 ancianos contagiados de COVID en España, hay regiones de España como Castilla y León, Aragón, Galicia, Extremadura y Navarra, donde los ancianos fallecidos son la mitad del total de los fallecidos en esas regiones.

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El problema de estas cifras es que al ser tan elevadas, como dijo el dictador y sanguinario gobernante comunista Stalin «son una estadística». Esta es la visión que tiene el Gobierno Sánchez de nuestros ancianos muertos: una simple estadística.

El Gobierno se comporta de una forma miserable. Todo vale con tal de beneficiar al Gobierno. No quieren que sepamos la cifra real de muertos, no se ha permitido hacer PCR para dictaminar la enfermedad en las residencias y así ocultar el número de fallecidos, no se ha permitido realizar autopsias para conocer el origen del óbito. Todo ello con la única finalidad de ocultar el numero verdadero de muertos, que nadie conoce.

Este Gobierno se ha comportado de una forma rastrera cuando a mediados de abril envió, a través de la dirección del PSOE, una comunicación a los ayuntamientos en los que gobierna para que no se dieran muestras de duelo por las personas fallecidas. El alcalde de Vila Real(Castellón) José Benlloch ha reconocido esta orden y se ha negado a cumplirla.

A los familiares de los fallecidos se les niega hasta lo más elemental, como es poder honrar a sus muertos. Todo sirve para que este Gobierno oculte la realidad. Al no haber muestras de duelo, se ignora a los fallecidos, no existen. Esta es una práctica habitual en los gobiernos de las dictaduras: se censura una noticia, no se da publicidad y eso no existe, en caso de que algo escape a estas indicaciones. Para eso tenemos a NEWTRAL y Maldita, con Ana Pastor y Ferreras como perros guardianes para prestar servicio por el pago de 15 millones de euros que han recibido.

En España hay un total de 18.625.700 de hogares censados en 2019. Sánchez habría hecho un favor a los españoles y a España repartiendo esos 15 millones entre los hogares españoles.

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Uno de los últimos engaños y mentiras, a las que nos tiene acostumbrado el Gobierno en este estado de excepción, que no de alarma, es lo de Iván Redondo, el jefe de Gabinete del presidente Sánchez. Este hombre se ha convertido en el Rasputín de la política española.

Iván Redondo proporcionó a la OCDE los datos sobre los test realizados, pero con una particularidad. Como se habían realizado pocas pruebas PCR, incluyó los denominados test rápidos o serológicos . Esos test, que ellos no contabilizan a la hora de identificar a los fallecidos por COVID, en este caso sí convenía tenerlos en cuenta y así aumentar el número de pruebas realizadas, con lo que España quedaba en un honroso octavo puesto en la realización de pruebas . Pero como dice el refranero castellano, «se coge antes a un mentiroso que a un cojo». El diario El Mundo destapó la noticia y el Gobierno del Rasputín Iván tuvo que desdecirse y corregir la cifra, con lo que España quedaba relegada al puesto 17 en la realización de PCR.

Residencia Monte Hermoso (Madrid), donde murieron 19 ancianos por coronavirus

 

 

 

El Gobierno ha anunciado a bombo y platillo que va realizar 60000 PCR para saber el alcance de la pandemia y el grado de contagio. La realidad es que ya llevamos una semana desde la declaración y en Galicia, por ejemplo, los resultados son desalentadores. La cifra de contagiados no llegaría en esa región al 10%, con lo que el rebrote de la pandemia en el otoño o antes, puede ser brutal en el 90% de la población no contagiada, ya que lo que se denomina inmunidad de rebaño no existiría.

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Otra posibilidad considerada por el Servicio Gallego de Salud es que los test que se están realizando no tengan la fiabilidad que se dice, ya que se están empleando los test rápidos.

El Gobierno utiliza la crisis en función de sus intereses. Es decir, si los ancianos fallecen en residencias públicas o privadas, si conviene contabilizar los test rápidos o no, si contabilizamos los ancianos muertos en residencia o en hospital. En una palabra todo sirve para minimizar la mala imagen de la gestión del Gobierno en el COVID, aunque de eso ya se está encargando la Guardia Civil. Gracias a su jefe de Estado Mayor nos hemos enterado, pero el general ya ha sido apartado de la imagen pública y no tardará mucho en que sea relevado de su puesto. Nos recuerda lo pronunciado por el cónsul Escipión: «Roma no paga a los traidores», en este caso el Gobierno tampoco a aquellos que le han perjudicado.

El Ejecutivo, en su afán de perseguir bulos y de amenazar con la intervención de la Fiscalía en caso de declaraciones que considere susceptibles de ser un delito, se olvida que además de los millones de españoles que ponen en tela de juicio su actuación, deplorable en todos los aspectos, hace oídos sordos a las opiniones que se plasman en la prensa internacional, prensa por cierto que no es de derechas. No pueden por tanto escudarse en los medios de comunicación ultraderechistas, como vienen haciendo.

El New York Times tituló: «El sistema sanitario español deja morir a los ancianos» y subrayaba la «tragedia en las residencias de una nación que se enorgullece de los cuidados a sus ancianos».

El diario alemán Die Welt ha criticado la acción del Gobierno español por su ineptitud.

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Portada digital de «The New York Times» sobre la crisis del coronavirus en España     

        El británico The Guardian señala los errores cometido por el Gobierno Sánchez durante las gestión del COVID.

Tendríamos que preguntarnos por qué el Gobierno recurre tanto a las compras en el exterior, en China en concreto, y no aprovecha las posibilidades de opciones de otros organismos o empresas españolas.

Un ejemplo es la Universidad de Málaga, que ha dado a conocer la posibilidad de realizar, con los equipos de PCR y los test disponibles que tiene, de diez mil a quince mil test diarios; otro ejemplo es el ofrecimiento al Ministerio de Sanidad por parte del Departamento de Biología Molecular de las Facultades de Ciencias del CSIC. No sólo no se han aceptado estas propuestas, sino que se le han confiscado los test.

Estamos a la cabeza mundial en número de fallecidos por millón de habitantes. El Gobierno ha gestionado peor que Portugal y Hungría, dos países teóricamente más atrasados que nosotros.  Se ha sembrado el odio contra los sanitarios, muchos de ellos amenazados por sus vecinos pidiendo el abandono de los domicilios ante la posibilidad de contagio. Esta es la solidaridad que tenemos con nuestros sanitarios, aunque eso sí, por la noche les aplaudimos. Somos un pueblo sin principios, los socio-comunistas nos han atemorizado, han conseguido asustarnos con la propagación de la pandemia.

Somos un pueblo desprovisto de moral y de valores, la doctrina del hedonismo ha calado tan profundamente en nosotros que estamos esperando que el estado nos lo arregle todo, incluso los problemas que ha creado el mismo gobierno que ha logrado convencernos de que nosotros somos los culpables. El caso más claro lo tuvimos el pasado domingo, cuando se liberalizó el paseo de niños sin ningún control policial. Ahora el Gobierno descarga las culpas de los posibles contagios en los insensatos padres que paseaban por la calle.

Este Gobierno es un artista de la manipulación, un buen discípulo de Maquiavelo. Se han apedreado ambulancias y autobuses en las que eran trasladados ancianos de una residencia a otra, desde Alcalá del Valle hasta La Línea, en la provincia de Cádiz. Se han levantado barricadas y contenedores para impedir estos desplazamientos.

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Todo este odio entre vecinos contra los mayores, contra nuestros ancianos, contra los abuelos que ya no pueden defenderse porque se les considera material obsoleto y sin rentabilidad, es lo que ha sembrado el Gobierno con su gestión de la crisis.

Después de más de dos meses de atemorizarnos, el Gobierno nos anuncia que, gracias a su maravillosa gestión de la crisis, va a empezar la desescalada, cuando aún son inciertos los parámetros que deben cumplir las provincias.

De lo que se trata ahora es de darnos un caramelo que nos endulce y nos haga olvidar los más de 35.000 muertos en España de los cuales casi 16.000 son ancianos internados en residencias.

La desescalada es un elemento más de propaganda del Gobierno para que nos olvidemos de todas las tropelías cometidas contra nuestros derechos fundamentales, de declarar el estado de excepción bajo la apariencia del estado de alarma, de dar poder absoluto al ministro de Sanidad, medidas todas ellas propias de una dictadura.

Desconocemos el alcance de la pandemia, no sabemos ni de cerca el número de contagiados, el Gobierno ignora el número de fallecidos, no estamos preparados para un rebrote de la pandemia, se ha empezado a despedir personal sanitario contratado con motivo de la crisis, se han desmantelado hospitales que instaló el Ejército…

Estamos ante una muestra de imprevisión y de insensatez de un Gobierno que anda como pollo sin cabeza, para sacar rédito político, ante los sondeos que le anuncian una caída de popularidad.

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No tenemos que aplaudir a nuestros sanitarios, tenemos que exigir al Gobierno que les proporcione los EPI,s y los medios necesarios para combatir con seguridad esta peste del siglo XXI.

Tenemos que exigir a este Gobierno que deje de engañarnos. Con el anuncio del plan de desescalada ya estamos pensando en salir a la calle, en ir a los bares, en hacer ejercicio. ¡Qué pronto nos olvidamos de nuestros abuelos fallecidos!

Es hora de exigir al Gobierno que diga la verdad acerca de las cifras de fallecidos, que diga la verdad acerca de la compra del material sanitario, que diga la verdad acerca del ilegal estado de alarma decretado.

Hace falta una Comisión de la Verdad, no esa patraña que ha aceptado el partido Popular, dando una vez más muestra de su debilidad moral.

Pero lo más importante, conservemos la memoria para las próximas elecciones, recordemos el gran daño que nos ha ocasionado este Gobierno socio-comunista. Nos ha privado de los derechos fundamentales proclamados en nuestra Constitución en el artículo 18, de libertad religiosa y de culto, de libertad de expresión, ha impuesto la censura en las redes sociales, ha proclamado un estado de excepción fraudulento a todas luces, que ya ha sido llevado ante los tribunales.

No tuvieron previsión de lo que debían hacer. Mintieron y engañaron en cuanto al alcance y gravedad de la pandemia, mintieron y siguen mintiendo en las cifras de contagiados y fallecidos.

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Han sido unos ineptos en la gestión de la compra del material en el mejor de los casos, si es que no se averigua en el futuro los acuerdos secretos con el broker chino Hangzhou Ruining Trading al que han vuelto a encargar otra compra por valor de de 31 millones de euros, para tres millones de EPI,s.

Este intermediario fue el que proporcionó los test que no tenían la suficiente fiabilidad. Premiamos su falta de fiabilidad con esta compra y con otras que alcanzan hasta 115 millones de euros facturados. Habrá que pensar que hay algo oculto y que tampoco nos quieren decir. Estas compras las efectúa la plataforma de contratación del Ministerio de Hacienda a través del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA), y se han realizado por el procedimiento de urgencia.

Como dijo Marco Tulio Cicerón: «Quién olvida su historia está condenado a repetirla».

* Enrique de Vivero Fernández fue coronel jefe del Tercio Gran Capitán I de La Legión, con base en Melilla.

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No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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