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¿Feliz 2020? Del “Santiago y cierra, España” al “se vende España por mi sillón”

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La última semanita, en teoría una llamada a la PAZ y la tranquilidad a que invita la celebración de la Santa Navidad, como fiesta cristiana que reúne a las familias en torno a la conmemoración del Nacimiento de Nuestro Señor, inicio de la Era Cristiana -el verdadero enemigo a batir para la progresía mundial-, no cabe duda de que ha sido cualquier cosa menos tranquila tras la nueva escenificación de acuerdos con la izquierda y el nacionalismo, para la venta por parcelas de España en que se ha transformado el famoso grito de guerra de nuestra Reconquista.

Venta agravada desde el, en mi opinión, flojo discurso genérico de Nochebuena de nuestro Rey Don Felipe VI, un canto a la “bondad humana” de los que tienen como primer objetivo cargarse la Monarquía, con sus “hay que”, “… tener una confianza firme en nosotros mismos y en España”, “… no caer en los extremos“, “… tener una conciencia clara y objetiva de nuestras fortalezas y debilidades“…, destacando “el deseo de concordia, la voluntad de entendimiento -¿se referiría a los de catalanes, vascos y demás nacionalismos incipientes que vienen detrás?- y la defensa y el impulso de la solidaridad, la igualdad y la libertad como principios vertebradores de nuestra sociedad, haciendo de la tolerancia y el respeto manifestaciones del mejor espíritu cívico de nuestra vida en común” -¿vive en España nuestro querido Borbón?-. En esta línea rescato unas frases de uno de esos escritos que circulan por las redes sociales de alguien que, como yo -y tantos españoles-, está preocupado por la actual situación de España y que se pregunta “¿Para quiénes habla el Rey, o mejor, un Rey en funciones?”.

El autor, al que no tengo el gusto de conocer, deja algunas interrogantes muy interesantes: “¿Cómo es que el Rey de España tiene libertad para hablar de la desigualdad laboral -cierta- entre hombres y mujeres y no de la desigualdad abrumadora entre los derechos de los ciudadanos catalanes constitucionalistas frente a los abusos supremacistas de los sediciosos -no menos cierta-?; ¿… para hablar de migraciones y la preocupación humanitaria que nos deben generar y no de los muros interiores por las barreras de ámbito laboral, social, sanitario, educativo, cultural, lingüístico… levantadas por los supremacistas catalanes?”; “¿… quien dice representarnos y nos insta a que perseveremos en lo que nos une dentro de la Constitución, silencia a las víctimas -hombres, mujeres y niños- de los racistas, que ni respetan la Constitución, ni a él mismo, que se le ríen en su cara?”; “Quien silencia el genocidio lingüístico perpetrado en Cataluña por las instituciones que deberían representar la Constitución, siendo quien más debería denunciarlo…, no es tibio, es cobarde. La lengua en la que declama y reclama nuestro respeto constitucional está prohibida de hecho en Cataluña y la misma Constitución prácticamente abolida. ¡Basta ya de milongas reales!”; “¿Nos está queriendo decir… que los constitucionalistas mejor que gritemos ‘Vivan las ‘caenas’, que él guarda el candado? ¿Es eso, Felipe?”. Y termina con una triste afirmación: “Podía haberse mimetizado con el paisaje y guardado silencio esta Navidad, …siempre será mejor un Rey en funciones que un Rey con las funciones de un cooperante político”.

En definitiva, y por desgracia, después de analizar las reacciones a mi artículo de la semana pasada y lo que acabo de reproducir, constato que hay muchos españoles que no estuvimos muy de acuerdo con ese mensaje “políticamente correcto” y que espero que no acarree un nuevo “hay que…”, en este caso, “… hacer las maletas, Letizia”.

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Empezaba la semana con el -cuando menos extraño- incidente protagonizado por la encargada de negocios de la Embajada española, acompañada al parecer por unos geos -Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Nacional-, dicen que “cuatro, enmascarados, armados y con pasaportes falsos”, pero que -como los tres mosqueteros, que eran cuatro- algunas fuentes hablan de que “fueron seis sin que se tenga noticias del paradero de dos de ellos”. Y, para completar el esperpento -uno más de nuestra política reciente-, el ridículo diplomático o vayan ustedes a saber qué, la versión oficial española fue que se trataba de una “visita de cortesía” de nuestra representante en funciones de embajadora -a las 08:15 de la mañana, madrugadores nuestros “corteses” visitantes diplomáticos- a las dependencias de la Embajada mejicana donde, presuntamente, se encuentran asilados algunos miembros del derrocado gobierno boliviano -y bolivariano- de Evo Morales, acusados de sedición, tráfico de estupefacientes y evasión de capitales o algunas “fruslerías” de ese tenor. No falta quien dice que se trata de una operación ideada por el gobierno para vestir su imposibilidad de rescatar a esos presuntos delincuentes, como al parecer era una de las peticiones del socio podemita a su ahora “admirado” presidente en funciones. De la izquierda española en funciones o aspirantes a tocar poder se puede esperar cualquier cosa y el tiempo dará o quitará razones.

No menos sorprendente fue el comunicado oficial del Consejo directivo de la Asociación de Abogados del Estado del pasado día 29 -domingo para más inri- rechazando “cualquier intento de injerencia o presión y especialmente de amenaza que tenga por finalidad desvirtuar o condicionar el ejercicio de las funciones de la Abogacía del Estado. Los Abogados del Estado debemos actuar en nuestros escritos procesales e informes con estricta sujeción a criterios técnico-jurídicos. Somos profesionales del Derecho y servidores públicos por oposición que garantizamos desde 1881 el sometimiento a la Ley y al Derecho.

Eso es lo que nos une”, ante los ruidos mediáticos sobre las presuntas presiones del gobierno para que su pronunciamiento ante el Tribunal Supremo (TS), después de la “sentencia” del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), no molestara a sus implorados socios separatistas de ERC para el necesario apoyo o abstención del candidato a investir, habiéndose llegado a decir que ese pronunciamiento había sido filtrado previamente a su publicación oficial, lo que sería de traca. Un buen intento por evitar el evidente desprestigio al que este gobierno en disfunciones somete al que antaño fuera uno de los más valorados y prestigiados Cuerpos de la Administración del Estado. Lo cierto es que casi a última hora se deshojó la margarita de la citada Abogacía del Estado, cada día más la “Aborregada del gobierno” desde la sustitución de Edmundo Bal en el juicio del TS a los golpistas catalanes por Rosa Mª Seoane -al parecer más dócil a los deseos de Moncloa- que rebajó a “simple” sedición el delito cometido por los golpistas catalanes hoy condenados a penas de prisión e inhabilitación tras las insurrecciones del mes de Octubre de 2017 y la posterior declaración de la república catalana por apenas unos segundos, que su compañero de cuerpo consideraba como rebelión, que el propio doctor Plagio cum Fraude declaraba antes de que necesitara el apoyo de los traidores a España.

En relación a la mencionada sentencia del TJUE, escuchaba hace unos días la argumentación del juez José Antonio Vázquez Taín, autor del libro “Pulso al Estado”, que comparto. Para empezar decía que “es una sentencia para Junqueras” ni para España, “el país más democrático y garantista de Europa”, sino “para todos los países y para todos los implicados”. Lo que se pregunta al TJUE es “¿cuándo se adquiere la condición de eurodiputado y, por la tanto, la inmunidad?” y contesta de la forma más garantista posible “porque no hay una regulación que limite”. Con la sentencia lo que se plantea el TJUE es “¿si algún día hay alguien que no sea un delincuente sino un perseguido político que tiene la posibilidad de ser eurodiputado, no le vamos a amparar?”. Pero a la primera pregunta Oriol Junqueras añade su ilusión, “ya que se me va a conceder la inmunidad, quiero que se repita el juicio” y la respuesta es NO porque el juicio se ha celebrado correctamente. “El TJUE trata de garantizar que todos los eurodiputados de hoy, de mañana y de todos los años, tan pronto como sean elegidos, adquieran inmunidad porque no hay garantía de que todos los países europeos en el futuro sean democráticos y dice que la interpretación de esta sentencia le corresponde al TS y han salido a interpretarla -a su manera y conveniencia- todos los políticos”.

Desde esta perspectiva, la pregunta que no se hizo es ¿cuándo acaba la inmunidad?”. “Los jueces no podemos hacer muchas cosas hasta que nos dan competencias para ello. Junqueras y cinco más intentaron conseguir la inmunidad haciéndose diputados nacionales –uno senador- y se pregunta al Congreso y al Senado ¿estos señores por ser diputados son inmunes? y la respuesta fue NO, ya que están procesados” luego ya no tienen inmunidad. Entonces dan un paso más y “tratan de obtenerla como eurodiputados, pero el artículo 9 del protocolo de la UE que declara la inmunidad dice: “en su país, tendrán la misma inmunidad que los diputados y senadores de ese país”, luego ya está contestado”. La sentencia del TJUE no puede entrar en la condena y sentencia del TS porque no se le ha preguntado, y por tanto Junqueras sigue condenado y ”lo que ha dicho la Fiscalía es que si el TJUE quiere reconocer la condición de eurodiputado, notifíquesele la sentencia para que vea que según la Justicia española está inhabilitado”. “Ante ello el TS, que es el que hace la pregunta -no la defensa de Junqueras-, que se podía haber ahorrado, tenía un recurso de súplica”. “Podía haber dado la consulta por decaída, pero fue garantista y cursó la pregunta, pero una cosa es que se le tenga que reconocer la condición de eurodiputado y, por tanto, de inmunidad y otra que ello implique una impunidad, que no la tiene, máxime cuando ya ha sido condenado”. “En la misma línea, la Fiscalía dice que si Puigdemont viene a España tendrá la misma inmunidad que cualquier diputado o senador español y si está condenado o imputado será detenido”, añade y digo yo en esa línea, hagamos la extrapolación a cualquier otro tipo de delincuente que por el hecho de ser parte de una lista electoral adquiriese inmunidad y pudiera campar a sus anchas para ver el recorrido del asunto, pero eso no interesa a algunos políticos y sus medios. Así pues, los condenados e imputados “serían” eurodiputados y España tendrá que pedir el suplicatorio, algo que nunca se ha denegado por el Parlamento Europeo.

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Lo último fue el nuevo acuerdo entre los dos socios preferentes con la declaración de PabLenin el bolivariano de que “estamos encantados de que Pedro Sánchez sea nuestro presidente”, aunque de la observación de sus miradas y gestos ninguno de los dos debería estar muy tranquilo, y después la nueva venta de la parcela vasco-navarra a las pretensiones del PNV. Tras eso parece que se convoca el debate de investidura en plena cabalgata de Reyes Magos -a ver qué traen al respecto sus Majestades- aunque queda una última carta en la manga que es el pronunciamiento, el próximo día 3, por la Junta Electoral Central sobre la inhabilitación de Junqueras de acuerdo con la sentencia del TS, que sería lo lógico y ya veremos qué reacción tiene ERC que se agarra a regañadientes a la investidura porque sabe que no va a tener una ocasión más propicia de volver a intentar su golpe.

En fin, aunque ya sé que llorar por la leche derramada no conduce a nada, ¡qué bonito hubiera sido asistir al destierro por una larga temporada del PSOE tras los batacazos de Rubalcaba en 2011 y los de Sánchez en 2015 y 2016 que acabaron con el doctor Plagio cum Fraude fuera de la escena política!
De momento, estoy pensando cambiar el nombre de un grupo que hice en Facebook en 2008 en relación con José Luis Rodríguez, que acabó dando resultados en 2011 y activarlo ahora como “Hay que echar a Sánchez como sea”, la coletilla que tanto le gustaba al asesor de Maduro, Morales y Cía.

Pese a todo, ¡FELIZ 2020, amigos lectores! España es Una, Grande y, pese a algunos, Libre.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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