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El coronel de La Legión Enrique de Vivero: «Hasta cuándo tendremos que sufrir este Gobierno incompetente y sectario que está haciendo sufrir a los españoles»

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Enrique de Vivero.- Desde el mes de enero de este año,el Gobierno social comunista de Pedro Sánchez tenía información y conocimiento fehaciente de la grave crisis que había originado el COVID en China, estuvo dos meses desmintiendo cualquier posibilidad de que el virus llegara a España y en caso de que nos alcanzase, nos dijo que la incidencia sería mínima.

Todos recordamos las intervenciones de Fernando Simón hablando de un ligero malestar que se solucionaría con paracetamol. Otros países como Corea, Japón, Alemania, tomaron medidas y la incidencia ha sido muy inferior a la habida en España por el COVID.

Estos países y otros fueron previsores en sus medidas de control y de acumulación de equipos, en ninguno se llegó a la situación vivida en España. La situación se hizo insostenible a primeros de marzo y a mediados de de ese mes se impuso el estado de alarma.

En España se prohibió la realización de autopsias, bajo la excusa de poder ocasionar contagios, mientras tuvieron que ser los facultativos italianos los que haciendo caso omiso de esta restricción en Italia, descubriesen cuáles eran los daños que provocaba el COVID en el cuerpo humano.

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Recientemente en Hamburgo el jefe del servicio forense encargado de hacer las autopsias decía que «el cien por cien de las autopsias realizadas por su equipo no concluían en la muerte por COVID, eran personas con otras patologías importantes que podrían haber fallecido, por otras causas en el plazo inferior a un año».

El Gobierno español se resistía y aún se resiste a reconocer la cifra real de fallecidos. Nos dice que no llegan a 29000 defunciones, cuando los datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad (MOMO), a fecha 1 de junio, daba un exceso de fallecidos en relación al año anterior de 43.294 personas más, es decir un 50% más de fallecidos que en 2019.

Enrique de Vivero junto a un coronel de la Fuerza Aérea argentina, bajo la estatua ecuestre del fundador de La Legión, Francisco Franco.

Enrique de Vivero junto a un coronel de la Fuerza Aérea argentina, bajo la estatua ecuestre del fundador de La Legión, Francisco Franco.

El Gobierno ha estado permanentemente durante el estado de alarma minimizando las cifras de fallecidos y de contagiados. El problema de los contagiados era que en esos momentos no se realizaban test del COVID salvo que se comprobase que se daban todos los síntomas de padecer la enfermedad; de hecho muchas personas fallecidas no han sido contabilizadas como enfermos con COVID.

El Gobierno implantó a mediados de marzo un estado de excepción, bajo el nombre de estado de alarma. Este Real Decreto está recurrido en el Constitucional y son muchos los eminentes juristas, entre ellos la anterior fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal, que avalan estas tesis.

En la declaración del estado alarma se conculcaron todo tipo de derechos fundamentales proclamados en nuestra Constitución.

Lo que hizo muy bien el Gobierno socialista fue aprobar, enmascarados en los Reales Decretos del estado de alarma y sus sucesivas prorrogas, determinados actuaciones que no eran de urgencia y que al no estar sometidas al control parlamentario, fueron convalidadas a los 15 días en el Parlamento sin ningún tipo de discusión, dado el apoyo de Podemos y de todo el núcleo de partidos separatistas e independentistas.

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La primera medida , en el mes de marzo, escondida en los reales decretos sobre medidas económicas para paliar la crisis del COVID, fue la modificación de la comisión de control del CNI, para dar entrada en el mismo a Pablo Iglesias. Este era uno de los principales objetivos del líder de Podemos. Como vemos, un tema que no es urgente y no guarda relación alguna con el COVID.

En el mes de abril, en el decreto de medidas laborales y fiscales, se traspasa la gestión de las pensiones y otras ayudas de los funcionarios a la Seguridad Social. Se desconoce qué tipo de medida es ésta para apoyar laboralmente y fiscalmente a los funcionarios, sobre todo porque se hizo sin consultar ni informar a los sindicatos. Por supuesto, UGT y CCOO no han dicho nada hasta la fecha, el único que levanto la voz fue el CSIF.

Otra medida que el Gobierno estimó muy necesaria para frenar la pandemia fue cerrar el Portal de Transparencia de la administración.

Otra medida de gran ayuda fue entregar a las televisiones privadas 15 millones de euros, sin que hasta el momento conozcamos de qué forma han ayudado las televisiones privadas a contener la pandemia,

La gestión de las compras de material sanitario ha sido otro fiasco del Ministerio de Sanidad, con un gasto de 1000 millones de euros, pagando por test de COVID defectuosos, pagando con sobreprecio material sanitario importado del extranjero cuando empresas en España ofertaron en mejores condiciones. Todo esto es muy sospechoso ya que la mayor parte de las compras beneficiaron a empresas radicadas en las proximidades de la localidad donde el ministro de Sanidad fue alcalde.

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El Gobierno retiró 2.400 millones que estaban destinados en las CCAA. a la formación para el paro, todo esto dentro del mayor silencio.

Se efectuaron reformas en la Ley del Tribunal Constitucional por la misma vía del Real Decreto. El programa de las ayudas estatales a las viviendas en la orden del Ministerio de la Vivienda, en su artículo 4.3, dejaba una grave inseguridad para los propietarios de casas desocupadas, ya que contemplaba la posibilidad de ser susceptibles de expropiación en caso de necesidad. Como vemos, la inseguridad jurídica estaba en la mesa del Consejo de Ministros.

Podría seguir con un relato de diversas medidas adoptadas por el Gobierno haciendo presuntamente un uso abusivo de la capacidad que le daba la declaración del estado de alarma, pero sería muy extenso.

Como vemos, este Gobierno no ha tenido problema en usar la vía del Real Decreto en relación a la pandemia, para asuntos que nada tienen que ver con ella.

Ahora estamos en lo que el Gobierno nos anunció como la segunda oleada que vendía en otoño, pero este Gobierno improvisa y no se sujeta a criterios científicos. La realidad ha sido tozuda y la segunda ola ha llegado en verano. El Ministerio de Sanidad, con su portavoz en asuntos de COVID, Fernando Simón, tiene ahora otra estrategia. Se trata de inflar las cifras de contagiados de cualquier manera, cierto es que se hacen más pruebas PCR, pero la realidad es que ahora el Gobierno tiene un interés espacial en engordar las cifras de contagiados y de fallecidos. Gracias a Dios evoluciona de una manera mucho más lenta, y la edad de contagio ha disminuido alarmantemente ,bajando la media de 45 a 50 años.

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Tenemos que resaltar que cuando hace unos meses, a nuestros ancianos se les abandonaba en las residencias sin ningún tratamiento, actualmente en los hospitales los facultativos han decidido tomar la iniciativa y poner en práctica los tratamientos que pueden dar resultado. En una palabra, han abandonado las directrices políticas de abandonar a su suerte a las personas que en su momento se calificaban como personas «Sin Rentabilidad Social» y han puesto todo su empeño y conocimiento al servicio de sus pacientes teniendo presente su juramento hipocrático.

Este Gobierno nos mintió desde el principio, cuando negó la existencia de la pandemia; nos mintió con las cifras de contagiados y fallecidos; nos mintió con el estado de alarma, que era un estado de excepción; nos engañó con el uso inadecuado del de los Reales Decretos sobre la pandemia; nos privó de nuestros derechos fundamentales cuando solo tenía autorización para restringirlos; no prestó asistencia sanitaria a los mayores, realizando una clara discriminación por razón de edad y por su condición de personas no rentables socialmente, lo que está totalmente prohibido en nuestra Constitución.

Si todo esto ha sucedido, por qué tenemos que creer ahora que Pedro Sánchez y su Gobierno están actuando honradamente y nos dicen la verdad, cuando modifican las cifras que les proporcionan las CCAAo cuando vuelven a descargar en los gobiernos autonómicos la responsabilidad de la pandemia.

El presidente Sánchez, haciendo dejación de sus funciones hace unos días, manifestó en rueda de prensa en La Moncloa que apoyaría la petición de estado de alarma que le efectuase cualquier presidente autonómico.

Sánchez demuestra una vez más la falta de liderazgo al mantenerse al margen de los problemas.
El irresponsable presidente Sánchez hacía la siguiente manifestación en Twitter: «Todo mi apoyo a esta multitudinaria marcha en Washington. Hoy no solo se conmemora el discurso de Martin Luther King; hoy EE.UU. da un paso más hacia una sociedad sin racismo y sin discriminación. Una sociedad que avanza en libertad e igualdad y que nos hace mejores a todos/as».

¿Nos habría parecido bien que el presidente Trump hubiera apoyado la manifestación de los negacionistas convocados por Miguel Bosé en Madrid?

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Estas son las actitudes de un presidente que sigue los dictados de George Soros y lo único que consigue es ganar para España la enemistad de gobiernos extranjeros.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el primer Consejo de Ministros de la legislatura

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el primer Consejo de Ministros de la legislatura

Hasta cuándo tendremos que sufrir este Gobierno incompetente y sectario que está haciendo sufrir a los españoles, un gobierno que no ha sido capaz de hacer una previsión de escenarios para que nuestros jóvenes vuelvan al curso escolar con cierta normalidad. La última medida estrella de la ministra de Educación, en declaraciones a la Sexta, ha sido que la asignatura de Educación Física se impartirá «sin público». Esta ministra fue la que ya nos dejó otras perlas como la de que «los hijos no son de los padres». Con gobernantes como estos el desastre de nuestra Nación está asegurado.

De nuevo estamos ante la improvisación y la falta de ideas de un Gobierno de incompetentes que lo único que busca es mantenerse en el poder-

La improvisación ha sido el hilo conductor del que ha hecho gala el Ejecutivo desde el principio.
Ha llegado el momento de poner pie en pared y decir basta ya de improvisaciones y de mala gestión.

*Enrique de Vivero fue coronel jefe del Tercio Gran Capitán I de La Legión con base en Melilla. 

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No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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