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El problema no es la islamofobia, sino el odio a Occidente

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Es inútil buscarle causas económicas o psiquiátricas al terrorismo, la matriz ideológica de los yihadistas es el odio de la Civilización Occidental. Pero el problema real es que los propios occidentales tampoco sienten ya mucho apego a su propia civilización.

El terrorismo que nos golpea se nos impone como un objeto no identificado. Somos capaces de establecer el estado de emergencia, de poner en acción a servicios secretos competentes que sin duda nos evitan muchos atentados, pero somos incapaces de identificar las causas de ese terrorismo. Al principio, a partir del 11-S, se empezó por pretender que eran razones económicas lo que empujaba a esas personas al asesinato masivo y al suicidio. La huella marxista es determinante en las sociedades occidentales: todavía se piensa que el crimen sólo proviene de la pobreza y del malestar social. Hasta que nos hemos dado cuenta que no había nada de eso, y que los criminales no eran gente con necesidades económicas insatisfechas o insuficientemente atendidas. Hoy corre una nueva explicación tan risible como la anterior: los terroristas serían enfermos mentales. Esta segunda explicación tiene tan poco sentido como la primera, ya que la verdadera razón está desplegada ante nuestra mirada, aunque nos negamos a verla. El terreno abonado de ese fenómeno bárbaro no es la pobreza sino el odio.

La negación de la realidad, la imposibilidad de ver lo obvio, es de tal calibre que hemos llegado a asistir, aquí mismo en España, a manifestaciones multitudinarias al día siguiente de atentados sangrientos, bajo el lema de “No a la islamofobia”, como si la causa del terrorismo no fuera en realidad el odio a Occidente. Es una cosa digna de admiración: la ceguera de los antiguos comunistas con respecto de los crímenes de Stalin y sus acólitos ha sido superada por la ceguera de nuestros contemporáneos ante los asesinatos masivos que sufrimos ya casi a diario a manos de los fanáticos islamistas. No se habla del odio a Occidente, el problema es…! la islamofobia!

Es más, hablar de odio a Occidente es considerado cuanto menos “sospechoso”, ya que es una manera de poner el dedo sobre la llaga: la expansión colonizadora de un islam dominador y sangriento sobre un espacio ofrecido a su codicia y su barbarie congénitas. No se habla, pues, del odio a Occidente, y sin embargo los atentados que ensangrientan nuestras ciudades a intervalos cada vez más cortos son el fruto de ese odio a Occidente. Estamos ante una repulsa profunda de nuestra cultura tal y como ésta domina nuestras sociedades: ateísmo, secularización general, igualdad de los sexos, materialismo… Los terroristas son ante todo personas que no aceptan la igualdad de derechos para las mujeres, la laicidad, la ausencia del machismo patriarcal propio de las sociedades musulmanas…

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La mayor parte de los musulmanes acogidos por Occidente odia a Occidente. Es un hecho innegable. Han sido acogidos por los occidentales, pero se oponen a la cultura de sus anfitriones. No se trata de simple rechazo, si fuera así los terroristas no tendrían más que irse a los países que tienen un gobierno islamista y donde las mujeres van veladas. Se trata de odio, de la voluntad de hacer desaparecer una cultura, una civilización. Este islam quiere el dominio del mundo, y piensa conseguirlo a cualquier precio, al precio de la sangre de los infieles, de su muerte, de la destrucción de todo lo que no entra dentro de su sistema de creencias.

Muchos occidentales creen ingenuamente que las ideologías han sido eliminadas. En realidad estamos ante una nueva guerra contra Occidente, heredera de otras anteriores, protagonizadas por el islam, el comunismo e incluso el nazismo. También les cuesta a muchos entender que en nombre del islam muchos musulmanes han designado Occidente como el enemigo a combatir al punto de cometer asesinatos masivos. Para no pocos occidentales los musulmanes son, por sistema, personas oprimidas y explotadas, miembros de minorías humilladas y discriminadas: éste es el modo de pensar que corre en Occidente. Buscar causas económicas, sociales y psiquiátricas a los atentados es una manera de exculpar a sus autores y hacer recaer la culpa sobre las víctimas, o sea a los occidentales. De ahí el “No a la islamofobia” en lugar de “No al odio contra Occidente”. Los roles han sido totalmente invertidos.

Esa ceguera, esa negación obcecada de la realidad tiene razones interesantes y consecuencias importantes. Somos capaces de explicarnos a nosotros mismos por qué debemos denigrar y hasta renegar de Occidente: toda la cultura de la deconstrucción nos lo repite desde hace décadas. Somos capaces de explicar como la cultura occidental, responsable de las guerras de religión, de las guerra mundiales, etc, es odiosa. Pero somos incapaces de entender por qué un musulmán acogido, cobijado y protegido por Occidente odia la laicidad, la emancipación de las mujeres, la libertad de expresión, los derechos individuales y colectivos… Todavía no hemos aceptado esa realidad, una realidad que nos molesta tanto porque significa desmontar el discurso que lleva medio siglo imponiéndose: los musulmanes forman parte de una minoría oprimida, es decir de un grupo de víctimas, de inocentes, de “buenos” en definitiva.

Hemos perdido desde hace mucho la costumbre de defender nuestra cultura, de abogar por ella. Hacer la apología de la cultura occidental es percibido como algo reaccionario, fascista, facha, nazi… Así estamos petrificados e impotentes, incapaces de entender antes incluso de responder. Tendríamos que justificar nuestras raíces, que llevamos tanto tiempo ridiculizando. Ya ni siquiera sabemos dónde están.

Haríamos bien en dejar de lloriquear sobre la supuesta islamofobia, que no existe más que en las malas consciencias y en la propaganda del enemigo. La realidad, que suma cada día más muertos en las calles de nuestras ciudades, es el odio a Occidente. A fuerza de querer deconstruirnos a nosotros mismos, hemos dado armas a los que no nos quieren nada. Cuando alguien se golpea el pecho permanentemente, al final aparece como lo que es: un enfermo, un desequilibrado, un tarado.

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Tenemos que tratar de entender por qué pululan los odiadores antioccidentales, poseídos por la nostalgia de una sociedad religiosa, patriarcal y machista. Una nostalgia que transformada en frustración permanente se vuelve en odio insuperable a la sociedad que les da y les permite todo aquello que sus arcaicas sociedades de origen les niegan y les prohíben. Pero ante todo, los occidentales tenemos que volver a amar nuestra civilización, creer en nuestra cultura, salir de la autodenigración, de la culpabilización artificial y del masoquismo impuesto que nos nublan la razón y nos atan las manos.

*FESP: Federación de Sindicatos de Periodistas

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Opinión

“La banda De Los Tres” encabezará los resultados de las elecciones en el Emirato Islámico de Cataluña. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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El resultado de las elecciones catalanas, ni va a ser una sorpresa, ni va a resolver nada. Ninguna encuesta duda de que, por este orden PSC, ERC y Junts, quedarán en cabeza y todo el misterio se centra en el número de votos que obtendrá la derecha liberal del PP, la derecha nacional de Vox y los independentistas antiinmigracionistas de Aliança Catalana. Lo que le apetecería al PSC es obtener una -dificil- mayoría absoluta y poder evitar el amargo trance de pactar con ERC (lo que le pide al cuerpo el alma del PSC) o pactar con Junts (lo que le va a exigir Sánchez). Pero, si alguien cree que, con Illa en el sillón del Poncio de turno, se va a resolver algo, se equivoca.

El diálogo de sordos proseguirá, atenuado eso sí por el rumor de los euros pasando de las arcas públicas a los partidos de gobierno. Pero, en medio de ese rumor y, especialmente para contentar su clientela, ERC pedirá el referéndum y la recaudación total de impuestos por parte de la gencat y Junts, odiando a ERC, pedirá lo mismo, además de enfatizar ligeramente más la amnistía. A lo que el PSC responderá con su opción “federalista”. Sabiendo todos que, en caso de referéndum el No a la independencia se impondrá y que el federalismo es una coña inviable mientras el PP no se sume al carro. Y eso será todo. Cuatro años más a practicar el antiguo arte de medrar a costa de la política.

Obviamente, los tres partidos que aspiran a disfrutar para ellos los beneficios del poder -y que, en realidad, son los que vienen monopolizándolos desde hace más de 40 años- prefieren asumir esos temas “fundamentalistas” (“amnistía”, “referéndum”, “libertades”, “autonomía”), antes que reconocer que las cosas, en Cataluña, van de mal en peor.

Cataluña ya no es motor de casi nada, salvo, ex aequo con Andalucía, capital del paro en España, especialmente del paro juvenil. De las diez mayores empresas que tenían su domicilio fiscal en Barcelona hace diez años, solo quedan dos. Como Sánchez no habilite un ukase para multar a las empresas que se fueron y que se niegan a volver, Cataluña puede convertirse en un erial industrial a la vuelta de diez años.

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Lo más gracioso de esta campaña electoral es que ninguno de los grandes partidos ha hablado de dos elementos urgentes para revitalizar la sociedad catalana: el descenso de impuestos y la contención del gasto público de la gencat. Y tiene gracia porque, ERC ha proclamado de forma teatral que quiere “el concierto”, esto es, la recaudación del 100% de tributos por parte de la gencat, nunca de la reducción de las cargas fiscales (que, en Cataluña, incluso, son mayores que en otras regiones de España). Que al ciudadano lo van a atracar fiscalmente es algo que se evita reconocer y que nadie discute. La propuesta de ERC implica que el ciudadano será atracado por una institución catalana, pero no por una estatal. Y habrá quien les vote a pesar de la desfachatez.

¿Illa en el gobierno? Ya vimos lo que dio de sí al frente del ministerio de sanidad durante la pandemia. Y veremos si su gestión no acaba en los tribunales por la frivolidad en contratar solo mascarillas de la “trama Koldo” que ni siquiera servían para cumplir su función. Sin olvidar las medidas absurdas que impulsó durante aquellos meses (ir a la playa con mascarilla, promover la vacunación ignorándolo todo sobre los efectos) y poner cara de monolito tristón en el Senado cuando se le preguntó por el asunto de las mascarillas. Para colmo, ni siquiera se había vacunado… y lo dice ahora, resaltando que “nadie obligó” a vacunarse. Mentira: porque si se obligó, a mí por ejemplo, para salir de España; a mis hijos obligados por las empresas en las que trabajan. Pero ¿qué más da otra mentirijilla para un pueblo lo suficientemente desmemoriado como para no recordar lo que ocurrió anteayer?

Illa gobernará con quien prometa más estabilidad a Sánchez. El ex ministro de sanidad carece de carácter y personalidad política para decir “no” a Sánchez, o a Aragonés, o a Puigdemont… Si llega a la presidencia de la gencat será a Sánchez a quien consultará cualquier decisión. Incluso, en un gobierno de coalición hará lo que sus socios -indepes- quieran que haga. Ya lo vimos con Maragall -enfermo, eso sí- que terminó compitiendo con sus socios de ERC en quien ponía más alto el techo del “nou estatut”…

Quien si se la juega es Puigdemont. No puede descartarse un golpe de última hora que acapare las primeras páginas de la actualidad (un regreso en próximo jueves o viernes, o incluso en la “jornada de reflexión”). Para Puigdemont -un don nadie hijo y nieto de pasteleros al que el negocio familiar sería su único medio de vida de no haberse dedicado a vivir de la política, a la vista de su “historial académico”- quedar el primer es la única opción: ¿lo veis como “conseller” en un gobierno presidido por Illa? ¿lo veis como “cap de la oposición”? ¿y si falla todo el montaje de la amnistía? Pasar un día en Can Brians le produce tanto insomnio como quedar el tercero. Ya vimos lo que era capaz de hacer cuando fue “el molt honorable presidente”. Lo voy a recordar: conseguir que el nombre de Cataluña cayera en el ridículo mundial después de estar años creando “comisiones de desenganche”, pagando a eminencias grises -o presuntas tales- para que elaboraran un “proyecto de constitución catalana”, todo ello antes de conocer siquiera si se celebraría el referéndum, con el añadido, de proclamar la “república catalana” pero… dejarla en suspenso 15 segundos después. Ese es Puigdemont.

Ahora bien, la candidatura de Junts puede verse afectada por la concurrencia de Alliança Catalana: repite todo lo que dice Junts, pero… añade lo que Junts oculta: que la inmigración en Cataluña está descontrolada, la delincuencia se ha disparado en el último año -especialmente los delitos “graves” que no pueden ocultarse- y que cada vez hay más violencia en calles y barrios. Justo en la diana.

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Desde los tiempos de Pujol, ayer a CDC y hoy a Junts, le tiene absolutamente al fresco quién delinque y cuánto se delinque. Con que tengan un certificado B de catalán, ya hay suficiente. De ahí que Junts omita el tema y evite que en sus listas la presencia de musulmanes. Conoce el riesgo. Calla sobre la inmigración, pero no admite apellidos inmigrantes en sus listas… Ahí está el nicho que Aliança Catalana pretende legítimamente ocupar.

Quien, en cambio, aspira, desde los tiempos de Carod Rovira, a incorporar a la inmigración musulmana es ERC como base electoral. Carod ya aludió -en su infinita ignorancia sobre la religión a un “Islam catalá”, desconociendo que la patria de un musulmán piadoso es la “umma”, la comunidad islámica unida por el credo religioso y que habla, no en catalán, sino en la lengua sagrada en la que Mahoma escribió el Corán. ERC, cree poder atraer el “voto islámico” incluyendo a siete candidatos en sus listas por Barcelona y Gerona (de los que pueden salir entre dos o tres). Su actitud ante la inmigración es exactamente igual a la del PSC: “¿inmigrantes? Cuantos más, mejor; pero, eso sí, con el certificado B de catalán”.

En realidad, el gran problema de Cataluña es la islamización creciente, unido a la caída en picado de las familias con cuatro y con dos apellidos catalanes. A pesar de que no puede establecerse una ley matemática segura, lo mas probable y lo que nadie duda con observar las calles y los colegios en Cataluña es que en 20 ó 30 años como máximo, los musulmanes no serán una “minoría”, sino que -como está empezando a pasar en el Reino Unido, después de las elecciones municipales del sábado pasado- los islamistas presenten candidaturas propias allí donde sean mayoría y proclamen la “sharia”.

Por eso, no hay que fijarse tanto en quién quedará en cabeza, ni siquiera en qué orden, ni quién gobernará: sabemos que, gobierne quien gobierno, seguirá la misma línea de los últimos gobiernos, nada, absolutamente nada, cambiará. Pero estas elecciones van a servir para medir el “estado de cabreo” de la sociedad catalana. La pista que nos ayudará a establecer el diagnóstico va a ser el resultado que obtengan las tres candidatura claramente antiinmigracionistas: Vox (que está realizando una muy buena campaña, con actos en los que ha logrado movilizar a poblaciones consideradas como “hostiles”), Alliança Catalana (que puede obtener escaño en Gerona) y el Frente Obrero (que nos dirá cuántos electores de izquierdas están hasta los mismísimos de la inmigración masiva).

Porque el gran problema que va a afrontar Cataluña en los próximos años, no es “referéndum sí” o “referéndum no” (aunque se celebrara, los sondeos indican que el apoyo social al independentismo ha ido cayendo más y más en los últimos cuatro años), sino la islamización de la sociedad catalana. Y, por extensión, la inmigración masiva.

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¿Y el PP? Aumentará, sin duda, pero la cuestión es cuánto y nunca será suficiente para ser algo significativo en Cataluña. Su discurso actual es excesivamente grisáceo, aspira a ocupar el espacio que ocupó Ciutadans hace dos legislaturas, sin advertir -la cabeza de Feijóo tampoco lo admite- que en estos últimos años se ha producido una polarización en todo el mundo generada por la ofensiva “progresista” (basada en el “cambio climático”, “los estudios de género”, el “wokismo” y la “inmigración masiva”). Esa ofensiva ha generado la necesidad de una reacción tan fuerte y de la misma intensidad, pero de sentido contrario. Lo que valía hace ocho años, hoy es inútil. Los “centrismos” están muertos y enterrados. En Cataluña, en España y en Europa. El PP se ofrecerá a colaborar con el PSC, en el enésimo error estratégico de Feijóo. Lo normal hubiera sido que las candidaturas de Vox y del PP, incluso los restos de Cs, hubieran pactado un programa y una candidatura común. Pero lo que es lógico para los electores, no lo es para los partidos.

En cuanto al “sorpasso” de Vox al PP que se produjo en las anteriores elecciones, lo más probable es que quede anulado: el PP crecerá por delante Vox. Lo normal, dadas las circunstancias. Pero, al igual que ocurrió en las pasadas elecciones vascas, Vox mantendrá posiciones (e, incluso, es posible que las mejore). Volvemos a repetir que es “lo normal”: la “hora” de Vox sonará en cuanto el PP vuelva al poder y decepcione a los que esperaban unas políticas radicalmente diferentes a las socialistas

Así que no esperéis nada de las próximas elecciones, solo un indicativo del “estado de cabreo” de la sociedad (que, en cualquier caso, será menos que el “estado de somnolencia inducida” que vive la región).

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