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General de División Juan Chicharro: La División Azul y los judíos. Respuesta a Isabel Peralta

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Juan Chicharro Ortega

General de División de Infantería de Marina ( R )

[sc name=”li1″ ]El pasado día 10 del presente mes acudí como suelo hacer todos los años al cementerio de la Almudena para honrar a los caídos de la División Azul con motivo del 78 aniversario de la batalla de Krasny Bor. Un acto organizado por la Hermandad nacional de la División Azul. Allí se rezó y recordó una de las mayores gestas de las armas españolas de toda nuestra historia militar.

Con posterioridad el día 13 fecha exacta del aniversario de la citada batalla se llevó a cabo otro acto en el mismo sitio en nada relacionado con el anterior organizado por una asociación denominada “Juventud Patriótica”. No estuve allí y por lo tanto no puedo hablar del mismo más que por los vídeos que he podido ver. Hoy veo en diferentes medios un ataque directo a la División Azul y a los divisionarios basados en muchas cosas pero esencialmente en las palabras que una militante de esa organización pronunció diciendo que “ el judío es el culpable y la División Azul luchó por ello”. Nada tengo que decir respecto al resto del acto , cánticos y rezos con los que comulgo pero no puedo por menos que rechazar tajantemente lo que esa militante dijo envuelta en la gran confusión que tiene respecto a la influencia judía en lo que ahora llaman el Nuevo Orden Mundial y el problema judío en la II GM. Y más aún respecto a la presencia de algún uniformado con una bandera extraña que nada tiene que ver con los jóvenes falangistas que a Rusia fueron a morir.

A ver si se entera esa señorita y acompañantes que uno de los graves cánceres que padecemos en la sociedad actual es el desconocimiento absoluto de la historia real. Si algo se conoce es la manipulación y falseamiento de hechos e ideologías . A ver si se enteran : el divisionario joven de camisa azul era el del espíritu social , y de humanismo cristiano que pocas coincidencias tenían con el nacional socialismo alemán y se desarrollo en el Tercer Reich.

Con estas palabras esta militante da pie y alas a quienes desde la ignorancia más supina acusan a los hombres que un día fueron a luchar a Rusia contra el comunismo soviético de genocidas, nazis y no sé cuantas lindezas más.

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La historia es la que es y difícilmente la van a poder ensuciar quienes cegados por el odio acusan a la División Azul de connivencia alguna con lo ocurrido con el pueblo judío, entre otras cosas debido a su ignorancia total de lo sucedido así como de la actitud del régimen franquista a propósito de lo que ocurrió con los judíos en la Segunda Guerra Mundial.

   Es lamentable que tengamos que observar día a día la incultura general que demuestran muchos contertulios y, en el caso que nos ocupa, cuando prima el resentimiento y el odio, aún más. Y digo que es triste porque, además, quienes deberían defender la verdad no lo hacen por miedo o ignorancia. Por eso no está de más recordar que finalizada la II GM el entonces presidente del Congreso Mundial Judío, Maurice L. Perlzweig, se dirigió al General Franco para manifestarle la profunda gratitud de los judíos por el refugio que España había facilitado a los que procedían de los territorios bajo ocupación militar alemana.

Fueron muchos los diplomáticos españoles que dieron todo de sí en la defensa de los judíos pero también, en el campo de batalla y a su paso por Polonia en su camino al frente, los divisionarios españoles aportaron su granito de arena protegiendo y defendiendo a los judíos con gran disgusto del mando alemán. Se calcula que en el transcurso de la guerra fueron decenas de miles los judíos que se libraron de persecución nazi gracias a las órdenes del General Franco a sus diplomáticos. La carta que Perlzweig envió a Franco decía literalmente “los judíos son una raza poseedora de gran memoria y no han de olvidar fácilmente la oportunidad que se ha brindado a miles de sus hermanos para salvar su existencia”. Esto es historia y punto.

   El problema es que a aquellos que estos días arremeten contra la División Azul les da igual la verdad. Bueno, en primer lugar la desconocen, su nivel cultural no da para mucho más y cuando se les cuenta, aún peor, pues a pesar de no tener argumentos en contra se envuelven en el rencor. A ver sí se enteran de una vez. La División Azul, los divisionarios, fueron a luchar contra el sistema comunista soviético de infausto recuerdo para la humanidad y su actitud humana estuvo siempre dentro de los cauces de las leyes de la guerra. Y aquí incluyo, una vez más, la actitud con el pueblo judío. Y no lo digo yo. Es algo reflejado mil veces por numerosos historiadores de reconocido prestigio desde la más estricta neutralidad. Y por si esto no bastara tengo conocimiento directo de esta actuación por numerosos relatos personales de divisionarios que vivieron la aventura de la División Azul. Y no sólo divisionarios. Conocí personalmente a Mauricio Hachuel, presidente de la Comunidad Sefardí en España, allá por los finales del siglo pasado quien en extendida conversación al efecto me corroboró punto por punto cuanto digo.

Sepan los que hoy tildan a los divisionarios de tantas barbaridades que son incontables los casos en los que estos y el mando español tuvieron que lidiar con el mando alemán en innumerables ocasiones por la defensa que estos hicieron a su paso por Polonia y en los países bálticos de los judíos maltratados.

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Mal favor han hecho a la División Azul y al recuerdo de los divisionarios caídos las palabras de esta señorita al relacionar a la División con lo que ella llama “el judío”. Craso error fruto de la ignorancia más supina.

Por lo que a mi respecta le diré que en ese panteón de la DA en la Almudena reposan los restos de mi padre y le aseguro que al oír esas palabras debió estremecerse y revolverse de rabia e impotencia.

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1 Comentario

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    Delenda PSOE est

    22/02/2021 at 20:58

    El comunismo sí fue una conspiración del judío internacional, financiada por banqueros judíos neoyorquinos, llevada a cabo por asesinos judíos como Bela Kun y ensalzada por autores judíos comoo Marx u otros posteriores. El marxismo es una expresión que el judío común suele sentir por la civilización cristiana y eso es así con total independencia de los motivos que tuvieran los divisionarios.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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