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¿No era previsible, señores gobernantes? Que la Historia y Dios se lo demanden

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Durante demasiados días de la semana pasada, y todavía con alguna réplica aislada y exabruptos políticos, hemos sido testigos de una serie de lamentables actos de vandalismo en diversas ciudades catalanas, especialmente en las calles de Barcelona, en las que las hordas de esa “organización” terrorista que responde a las siglas de CDR, Comités para la Defensa de la República, sobre los que nada más llegar al desgobierno de la Generalidad el nefasto Joaquín Torra, comentaba “orgulloso” y sin inmutarse que “mi mujer y mis hijos pertenecen a los CDR”. Personaje no es más que un mal remedo de la larga lista de iluminados del último siglo -no sólo, pero para no remontarnos demasiado-, encabezada por ese inventado “héroe catalán”, Luis Companys, responsable -entre otras cosas- de más de ocho mil asesinatos en Cataluña en los dos meses siguientes al 18 de Julio de 1936, comienzo de la Guerra Civil, buena parte de ellos por el “terrible pecado” de ser sacerdotes y religiosos o simplemente católicos y sobre el que José Mª Xammar y Sala, líder del Partido Nacionalista Catalán y aliado entonces del “Estado catalán” de ficción que ellos pretenden, dijo: “Me alejé de Companys con el convencimiento de que Cataluña no tenía un presidente, sino un granuja dispuesto a mantenerse en el cargo, aun a costa de la propia y ajena dignidad y, sobre todo, a costa de la dignidad de su patria”.

Pese a lo vivido en aquella desgraciada década de nuestra Historia, hoy parece que muchos olvidaron sus causas y efectos. Algunos -los malos, para entendernos- siguen empeñados en repetir las primeras y otros -los buenos- no debieron tenerlas demasiado presentes cuando quisieron restañar aquellas heridas y creyeron que los segundos (los efectos), sin duda con la mejor intención pero no conociendo bien a los de enfrente, serían tenidos en cuenta por sus “invitados” a la mesa para negociar, en “igualdad de condiciones” -craso error de valoración-, dejar atrás lo que sus padres, con sacrificio, esfuerzo y trabajo, habían conseguido y los de los otros -con alguna reliquia activa en la izquierda-, provocado con sus odios.

¿Tuvo presente esas causas y efectos el hoy Rey emérito, don Juan Carlos de Borbón, elegido a ese título como sucesor precisamente por el propio Francisco Franco -seguramente el “dictador” más blando de la Historia si recordamos a Leopoldo II de Bélgica, el turco Pasha, los rusos Lenin o Stalin, el alemán Hitler, el japonés Tojo, el chino Mao Zedong, el yugoslavo Tito, el coreano Kim Il Sung o el rumano Ceaucescu y a los más recientes y actuales como el cubano Fidel Castro, el chileno Pinochet, los venezolanos el “pajarito” Chávez y su intérprete Maduro o el sucesor coreano Kim Jonh-Un y tantos más en el continente africano-, cuando se decidió por el más mediocre con diferencia de los posibles para nombrar presidente del Gobierno a Adolfo Suárez -q.e.p.d., por supuesto-? ¿O tal vez escogió al más parecido a él -por edad y alguna cosa más- y previsiblemente facilitaba sus propósitos? ¿Era comparable en algo el citado Suárez a otros posibles candidatos, como el propio Torcuato Fernández Miranda que como Presidente del Consejo del Reino preparó la terna final de la que se “cayeron” personajes de la valía de José Mª de Areilza, Manuel Fraga o Antonio Garrigues, para quedar formada finalmente por Federico Silva Muñoz, Gregorio López Bravo y el propio Suárez -que, en un insondable secreto siempre pasó todas las cribas-, todos a mi juicio de mejor perfil y nivel intelectual que el elegido por Su Majestad, y que había sido Ministro Secretario General del Movimiento con Carlos Arias Navarro en el primer gobierno tras la muerte de Franco y no dudó en acabar con esa parcela de la Administración? Claro que todavía no había confesado su “oculta” faceta socialdemócrata -puede que su elector no la conociera, o sí, y por eso lo eligió-, que pudimos conocer muchos en boca del que fuera su Vicepresidente de Gobierno, Alfonso Osorio -q.e.p.d. también y, como algunos de sus primeros ministros, de bastante más nivel que su presidente- que, según nos relató en una de sus últimas apariciones públicas, durante su intervención en la clausura de curso del Aula Política de la Universidad CEU San Pablo hace un par de años o tres, lo llevo a dimitir del cargo. Es triste que el hijo de uno de los iniciadores del desastre, y sin más mérito conocido que ese -claro que en la política actual no se requiere mucho más- sea el número tres de la lista del único partido que puede ser alternativa el próximo 10 de Noviembre.

¿Tuvo presente esas causas y efectos el citado Adolfo Suárez cuando, con “vacacionalidad” -fue un Sábado Santo, si no recuerdo mal- y precipitación innecesaria, legalizó al Partido Comunista y sentó a la mesa de negociación a Santiago Carrillo, responsable de 5.000 asesinatos en Paracuellos del Jarama? O cuando sentó a la mesa, junto al anterior y al entonces “Isidoro” González I de Suresnes, a los representantes del nacionalismo vasco y catalán, descendientes de Sabino Arana y Luis Companys, entonces disfrazados de corderos pero ya pidiendo máximos que iban quedando a la mitad, pero avanzando y dando claras muestras de que su objetivo era el mismo que cuarenta años antes, dividir España. O cuando tras el demostrado fiasco del “café para todos” de su ministro Manuel Clavero tuvo lugar ese paripé de golpe de Estado del 23-F, montado para mayor gloria de su monarca y todo se desinfló para que la deriva siguiera su curso.

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¿Tuvo presente esas causas y efectos, Felipe González, cuyo partido tuvo mucho que ver en las primeras, cuando aprovechó sus mayorías absolutas y relativas para diseñar un sistema corrupto, moral y económicamente, mediante cambios sustanciales en leyes tan fundamentales como Educación y Presupuestos e inició la desmembración del Estado con su “política de saldos” y transferencias para todos, en esa carrera frenética por tener todos de todo, que ha llevado al desastre en que se ha convertido el ineficaz e insostenible sistema autonómico? Sin duda dejó todo bien “armado” para que se cumpliera la “profecía” de su número dos y “poli malo”, Alfonso Guerra: “Cuando nos vayamos, no va a conocer España ni la madre que la parió”, que no llegó a tanto entonces, pero lo estamos viendo en los últimos quince años los que vivimos los sesenta.

¿Tuvo presente esas causas y efectos, José Mª Aznar, cuando tras su “amarga victoria” de 1996, hablaba “catalán en la intimidad” y firmaba los Pactos del Majestic que empoderaban aún más al principal impulsor del actual separatismo catalán, Jorge Pujol -ya lo había avisado Tarradellas-para conseguir su apoyo y fue el presidente que más transferencias concedió al todavía potencial, hoy ya real, enemigo? En aquel “acuerdo”, más bien “compra de investidura”, aparte de ofrecer la cabeza de Alejo Vidal-Quadras, que molestaba al cacique, Aznar regaló Tráfico a los Mozos de Escuadra además de ampliar considerablemente, entre otras, las competencias en Empleo, Sanidad, Puertos, Justicia y Educación -política lingüística incluida y reducción al mínimo de la alta Inspección del Estado-, saltándose en varios casos la “exclusividad” que en algunas de ellas confería al Estado el Art.149 de la Constitución y suprimió la figura de Gobernador Civil sustituyéndola por la más descafeinada y escasa de contenido de subdelegado de gobierno, que además aparejaba la creación de un nuevo puesto político absurdo, el de delegado de gobierno en cada autonomía. Pero es que después, con su merecida mayoría absoluta de 2000, siguió sin entrar de lleno en la “escuela de adoctrinamiento escolar” que se empezaba a consolidar tras las citadas transferencias en esa materia y que hemos visto que es donde se “educan” para la causa las cabezas de los que después se convierten en manifestantes “pacíficos” en uso de su “libertad de expresión”, que estos días hemos visto defendidas por algunos de nuestros políticos y ministros. ¿Pensaba don José Mª en lo mejor para España cuando no se atrevió a aplazar las elecciones del 14 de marzo de 2004, tres días después del terrible atentado de Atocha y cercanías, organizado sin duda alguna para cambiar el gobierno?

¿Tuvo presente esas causas y efectos, y los intereses generales de España, el hasta hace poco más de un año peor presidente de nuestra reciente Historia, José Luis Rodríguez, cuando en la precampaña de las citadas elecciones de 2004, brindaba desde Zaragoza al entonces presidente de la Generalidad Catalana, Pascual Maragall: “Pascual, aprobaremos en Madrid lo que venga aprobado de Cataluña”? O cuando, después de cargarse la LOCE de Aznar, el Plan Hidrológico Nacional y sacar las tropas de Irak nada más llegar “desde Atocha”, abría la caja de los truenos con su sectaria Ley de Memoria Histórica que despertaba las dos Españas del “Españolito” de Antonio Machado y las no menos de Igualdad y Violencia de Género. Eso, sin entrar en su nefasta gestión económica que dejó España en la peor crisis económica y con la mayor tasa de desempleo de los últimos ochenta años -“No son parados, sino que son personas que se han apuntado al paro”, dijo el “premio Nobel”-. Eso sí, fue muy “creativo” con frases como “Necesitamos que nuestros hijos reciban una buena educación para la ciudadanía para que vean el mundo en colores”, es decir, “quitar conciencias” y que piensen poco, no sea que incordien, o “La Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento” y tuvo una particular “visión” de la Economía “en dos tardes”, situando a España “en la Champions League” y asegurando que “el Euribor, el precio que marca las hipotecas, lo marca el Banco Central Europeo”. Ya he escrito mucho sobre este personaje, del que no entiendo cómo, por sus hechos como presidente y sus posteriores andanzas como asesor de dictaduras comunistas, no está siendo objeto de la aplicación del Art. 102.2 de la citada C. E. La visión de Estado de esta “acémila política” queda reflejada en la respuesta que le da a Pedro J. Ramírez en Abril de 2016 a la pregunta “¿Se sentirá responsable si dentro de 10 años Cataluña inicia un proceso de ruptura con el Estado?, a la que responde: “Dentro de 10 años España será más fuerte. Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos”. Pero las irresponsabilidades de nuestros políticos quedan en el olvido.

¿Tuvo presente esas causas y efectos o previó, el “previsible” Marino Rajoy las consecuencias de no tenerlos, cuando antepuso su “diálogo sin fecha de caducidad” a cualquier acción enérgica -como requería la situación- ante el desafío consumado de Arturo Mas aquel 9 de noviembre de 2014 con su “merendéndum” abierto durante dos semanas, para que votara el que quisiera y las veces que deseara y cuyo único objetivo era subvertir el orden constitucional y consumar la ruptura de España? No lo consiguió entonces tras sus elecciones anticipadas otra vez, en septiembre de 2015, pero dejó el camino abierto y la senda marcada de un gobierno débil, para que su sucesor, el fugitivo Carlos Puigdemont, volviera a intentarlo de la misma manera, desafiando al Estado, y dando un paso más tres años después con la declaración efímera de la constitución de la República Catalana más breve de la Historia.

Desde luego no las tuvo presentes, ni causas ni efectos, porque su ignorancia sólo es comparable con su cara dura y no sabe -tampoco- nada de Historia, el doctor Plagio cum Fraude, Pedro Sánchez, indigno clon del vallisoletano leonés -hasta para eso fue falso-, que en la que pasará a la historia como “la moción de censura a un bolso”, llegó apoyado, precisamente por los mismos que provocaron el Alzamiento Nacional en 1936, un frente popular ante el que, como dijo el que fuera Presidente de la II República, Manuel Azaña, no hubo un golpe de Estado porque “Franco no se levantó contra la República, sino contra la chusma que se había quedado con ella”.

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Excluyo de este relato, de -en mi opinión- inexplicable insensatez de unos e ignorancia de otros, a Leopoldo Calvo Sotelo, que sólo estuvo año y medio en la Presidencia de un gobierno decadente que heredó de un “partido” roto tras el “intento de golpe” ya citado del 23-F, “abortado” -si es que llegó a ser concebido, condición previa para el aborto- y que sólo sirvió para que alguien saliera reforzado a costa de unos supuestos responsables que sí perdieron su libertad porque sabían que era necesario un giro de timón ante la que ya se intuía pervertida democracia. Perversión que, en su devenir, no ha hecho más que confirmar el conocido refrán “De aquellos polvos vinieron estos lodos”, porque los cuarenta años de despropósitos no podían dar otro resultado que lo que estamos viendo en estos días, un bipartidismo que hizo aguas, unos nuevos partidos que venían a regenerar y que sólo “regeneraron” sus bolsillos y los egos de sus líderes, un Estado cuestionado que se pliega de nuevo ante una región históricamente rebelde -pese a haber sido la más mimada- que está creando un precedente para que otras sigan ese camino, una parálisis institucional, el desprestigio internacional, etc.

Termino recordando, a quien corresponda, el Art. 8 de nuestra Constitución, que no es la primera vez que lo traigo a cuento en los últimos años: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.” Y el 104: “Las FF y CC de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”, justo lo que este gobierno ha limitado la última semana en Cataluña a Guardia Civil y Policía Nacional. Podría recordar algunos más, pero ya me alargué demasiado.

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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