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Reflexiones sobre el ser de las Fuerzas Armadas

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Enrique Area Sacristán.- Para quién entiende la profesión de militar como un servicio a sus semejantes, que desearía que los conflictos bélicos y las guerras no existieran y que la condición de ser humano social y pacífico prevaleciera sobre todas las demás, es natural y legítimo querer tener un sólido fundamento ético para el desarrollo de su profesión. Esto es consecuencia de la tendencia del ser humano a amparar sus comportamientos en unos valores de referencia, en principios que orienten la acción y den respuestas a lo que está bien y mal. La reflexión sobre los valores que sustentan, da sentido y justifican las funciones, actividades y tareas de los militares profesionales, busca el fundamento ético que rige su conducta profesional. También indago en los principios morales de una profesión que se justifica en el logro de la máxima eficiencia al ganar batallas, actuando en algo tan terrible para la humanidad como es la guerra, aunque no solo en ella.

Esta es la cuestión básica que está en el centro de este artículo: la reflexión ética sobre la profesión militar intentando desarrollar las justificaciones morales para el ejercicio de la misma, teniendo en cuenta que se considera el combate como la función esencial y principal del militar. En él se implica la propia vida y se asume racional y moralmente que produce destrucción y muerte, que se puede llegar a matar y herir a otros combatientes, seres humanos que también destruyen, luchan, matan y hieren en defensa de su vida, intereses, convicciones y valores. Aunque se debe reseñar que la existencia misma de unos Ejércitos organizados y preparados produce efectos pacificadores y disuade e impide que se produzcan conflictos y guerras, siendo este mantenimiento de la paz el primer objetivo de nuestras Fuerzas Armadas.

Según Josep Baqués, de la Universidad de Barcelona, desde las Fuerzas Armadas españolas se viene asumiendo la necesidad de compensar su dimensión puramente institucional mediante la progresiva asunción de nuevos modos de entender la profesión de las armas. Esto es debido, en buena medida, a que sus miembros están inmersos en unas dinámicas que favorecen la transformación del viejo modelo institucional. En realidad, las influencias que presionan en esta dirección son estandarizables con las existentes en otros países de nuestro entorno. Algunas de esas influencias fueron tempranamente detectadas por Janowitz. Otras fueron añadidas por Moskos. Las más recientes forman parte de un emergente paradigma de FAS postmodemas, que a duras penas puede considerarse cerrado.

En conjunto, podemos aludir a las siguientes: a) la introducción de nuevas tecnologías; b) la progresiva convergencia con diversos colectivos civiles; c) la reducción del peso de viejos hábitos favorecedores del aislamiento del militar y sus familias; d) la transición hacia un modelo totalmente profesional; e) la integración de la mujer en todos los Cuerpos y escalas, en igualdad de condiciones; f) el contacto con Fuerzas Armadas de otros países, a raíz de la creciente implicación en misiones internacionales; o g) la propia fisonomía de estas nuevas misiones, en buena parte relacionadas con “operaciones de apoyo a la paz” (por emplear terminología de la OTAN) o, directamente, de ayuda humanitaria. Todo ello conspira contra los puristas de la lógica institucional.

En concreto, las variables d), e), f) y g) son consideradas, por algunos, como argumentos que favorecen la transición hacia un modelo de FAS que, a fuerza de ser ocupacional, es incluso postmodemo. Pues bien, poco a poco el reto se está alcanzando, aunque con más celeridad en unos terrenos que en otros. Y también, como siempre sucede en estos casos, con diferencias nacionales significativas. Pensemos en un caso típico: el nuevo rol de las Fuerzas Armadas en este siglo, heredado de finales del siglo XX. No en vano, como señala James Burk, “las fuerzas armadas de los países desarrollados evolucionan hacia la posmodemidad una vez que llegó a estar claro que la guerra ya no era el principal, ni mucho menos el inevitable medio para resolver los conflictos existentes entre ellos” (Burk, 1994: 13).

En esta tesitura, como lógico corolario de lo anterior, “la difusión de las fuerzas multinacionales de mantenimiento de la paz, al mismo tiempo que desalienta el uso de la fuerza armada fuera del ámbito de las coaliciones internacionales, limita la tradición de la soberanía nacional, y presiona en favor de la resolución no violenta de los conflictos entre estados y dentro de ellos” (Burk, 1994: 3).

Nótese que todo ello puede contribuir a la erosión de los argumentos citados en el epígrafe de este análisis dedicado precisamente a esbozar las líneas maestras de la justificación funcional de la dimensión institucional de las FAS. Por lo demás, lo decisivo no es tanto que esas variables sean operativas, sino, más bien, que su operatividad sea asumida como algo normal (y hasta deseable) por los propios militares.

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Así, un lugar común es que “crecientemente, las misiones humanitarias y de mantenimiento de la paz son percibidas como firmemente establecidas dentro del núcleo principal de las misiones militares, en lugar de ser percibidas como una desviación del verdadero propósito de los militares” (Williams, 2000: 266).

Quizá porque este proceso tiene mucho de irreversible. Y así se asume por parte de los militares. Lo cierto es que en el concreto caso español se puede percibir un intento de canalizar esas tendencias de modo que sean digeribles por la Institución, sin traumas y sin solución de continuidad. Las dos cosas son importantes: tanto el esfuerzo de adaptación como la convicción acerca de la conveniencia de no distanciarse en exceso de los valores tradicionales. De ahí la insistencia en que adaptarse no consiste en renunciar a nada, sino en mejorar lo ya existente a partir de nuevas aportaciones. Es por eso que se aboga por soluciones sintéticas y yo diría que hasta sincréticas, cuya puesta en funcionamiento no tiene por qué ser fácil. En este sentido, los años ochenta y noventa son años en los que se divulgan y asumen los mensajes de Janowitz y Moskos.

En particular, el paradigma INSTITUCIONAL/OCUPACIONAL de este último es objeto de diversos comentarios en artículos y libros escritos por oficiales españoles pertenecientes a los ejércitos de tierra, mar y aire, indistintamente. Ahora bien, de la lectura de dichos textos se deduce que el segundo término de la síntesis deseada no es exactamente el modelo ocupacional de Moskos. En vez de ello se suele aludir a la idea más abstracta de “modernización”.

La ventaja que presenta este concepto, un tanto indeterminado, es que da más margen para aceptar algunas reformas y descartar otras. En particular, aquellos cambios que vayan a afectar a los valores y virtudes militares más tradicionales aparecen envueltos en un halo de circunspección. Y es que existe una lógica profunda que subyace a esta resistencia, una lógica también transversal a las FAS de los distintos países, pero especialmente arraigada en nuestro caso.

En efecto, desde hace bastantes años, los expertos que analizan esta cuestión advierten que, al fin y al cabo, por más especialistas que se integren en las FAS y por más nuevas misiones que se añadan a las clásicas, “la esfera distintiva de la oficialidad es la administración de la violencia” (Van Doom, 1975: 265). El propio Janowitz había señalado, anticipándose algunos años a la situación vivida en nuestros días, que las FAS del futuro acabarían funcionando a modo de una policía internacional. Pero no deja de advertir que, pese a todo, entre los militares “subsisten —en último extremo— las tendencias a asumir el rol de combatiente/luchador para resolver conflictos” (Janowitz, 1985: 87).

Probablemente, ocurre que “más bien, los roles de combatiente, gestor/técnico, y de militar-estadista/militar-intelectual van siendo sucesivamente añadidos, en lugar de ser sustituidos, a medida que el escenario internacional va cambiando” (Williams, 2000: 268).

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De ser cierta esta hipótesis, desde luego muy plausible, los respectivos cambios de paradigma en la profesión militar (institucional, ocupacional y, si se desea, postmodemo) poseerían una relación acumulativa, soslayándose en lo posible los juegos de suma cero. Ni que decir tiene que esto incrementa sobremanera la complejidad de la institución militar, obligando a un gran esfuerzo de constante adaptación tanto a los propios militares como, por supuesto, a quienes nos dedicamos a la investigación social extramuros de dicha organización. Pero, más allá de esas dificultades añadidas, así como de los hipotéticos deseos o preferencias de cada cual (deseos y preferencias que, por definición, quedan muy alejados de las ciencias sociales), esta imagen compleja posee una carga explicativa muy considerable.

Por este motivo, la noción de pluralidad que vertebra la obra de Moskos suele ser bien recibida sólo a modo de intuición básica, pero es discutida en su concreción. La segmentación dentro de las Fuerzas Armadas, desde la perspectiva que ha sido objeto de este análisis, posee más inconvenientes que ventajas. No responde bien a los requisitos de la complejidad señalada. Por tanto, la síntesis antedicha tendría que operar dentro de cada unidad. Aunque no es preciso que las dosis respectivas estén repartidas por igual en todas ellas es conveniente que, cuanto menos, aparezcan en unas y otras.

En resumen, todo parece indicar, en primer lugar, que la previsión teórica de esa síntesis concibe unas Fuerzas Armadas que van integrando, con cierta generosidad, los avances derivados del proceso de modernización (doctrinal, orgánica, política y hasta de mentalidad).

En segundo lugar, también van integrando, pero con un talante bastante más prudente, aquello que de más específico posee el modelo ocupacional de Fuerzas Armadas (legitimación en términos de mercado/ compensaciones pecuniarias; pérdida de ciertos privilegios corporativos).

El teniente coronel Área Sacristán

El teniente coronel Área Sacristán

Por tanto, yo aludiría a la existencia de una síntesis entre lo institucional y lo ocupacional, pero a sabiendas de que se trata de una síntesis asimétrica, todavía sesgada hacia lo institucional. Por el momento, puede decirse que hemos abandonado el modelo institucional puro sin que ello suponga que se haya abrazado el modelo ocupacional. Más concretamente, puede aducirse que los elementos ocupacionales se van integrando sí, pero de forma lenta y selectiva, en el erario de unas Fuerzas Armadas que durante muchos años se han encontrado cómodas en el paradigma opuesto. El gran problema que tienen planteado las FAS españolas, en este sentido, es el de avanzar por la senda de la posmodemidad sin antes haber cubierto por completo esta etapa intermedia de la inclusión de los valores de perfil ocupacional entre sus cuadros de mando, lo que no es bueno ni malo en principio si tenemos en cuenta que las Fuerzas Armadas deben estar compuestas por individuos exquisitamente morales.

Y eso porque se plantea en todos los Ejércitos nacionales el concepto de ética militar, se estima más apropiado establecer la reflexión sobre la eticidad del militar, sobre la cualidad de ética que tiene, debe tener, la actividad y la función del militar. Aquí se entiende la eticidad militar como la búsqueda, mediante el análisis y la reflexión sobre juicios morales establecidos, de la coherencia entre valores, principios y objetivos que rigen la conducta profesional del militar en una sociedad y en una época determinada, así como entre las funciones del militar y la forma en que las desarrolla. Las reflexiones teóricas, en la práctica, se traducen en la moral militar, que se podría considerar como el conjunto de reglas y preceptos integrados en un cuerpo coherente, en un código, que oriente o sirva de guía para el ejercicio de la profesión militar, de forma que el comportamiento de los militares se ajuste al mismo y, cuando la adaptación perfecta no sea posible, quede bien definido el paradigma ético de referencia, o el ideal desde el que se juzga su conducta.

Desfile del 12 de Octubre en Pamplona

Desfile del 12 de Octubre en Pamplona

Al militar, en el desarrollo de sus funciones, le resulta esencial tener la convicción de que sus conciudadanos aprueban y apoyan lo que hace, pues solo así adquiere sentido sacrificar no solo el bienestar, sino incluso la propia vida. Sacrificio para cumplir, al servicio de su sociedad, la misión de los ejércitos con los que el militar se identifica gracias a los símbolos. En estos el soldado reconoce su propia individualidad y la subordina a la unidad militar y su cometido. La tesis que se defiende es que ser militar es ejercer las funciones propias de la profesión que alcanzan en la reflexión ética su más definitivo referente en “la utilización de la fuerza en operaciones militares”, o sea el combate letal, función que aunque no es la única a ejecutar, configura por su trascendencia moral la naturaleza de la actividad militar, y alrededor de la cual giran, o deben girar, todas las demás.

En la lucha contra otros seres humanos en defensa de la propia vida, valores e intereses, se ejerce una conducta violenta cuyo posible resultado es matar a otros seres humanos. En todas las épocas y para casi todos los seres humanos (sin duda en nuestras sociedades occidentales), se ha considerado, sea reflexión, creencia o sentimiento íntimo, que el matar es algo inherentemente malo, justo con excepción de la guerra cuando esta puede ser considerada justa.

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Pero, finalmente, es esa función letal la que distingue al militar que se forma y prepara para “las situaciones de combate, cualesquiera que sean las misiones de las Fuerzas Armadas y los escenarios de crisis, conflicto o guerra”, actuando con eficiencia y convencido de la justicia y moralidad de su propia causa, así como de la posibilidad de muerte, tanto de seres humanos que combaten en el otro bando, como de compañeros del propio.

Desde un punto de vista ético es esencial ese convencimiento de la rectitud de la propia causa, apoyada en el conjunto de hechos y razones que hacen inevitable un conflicto o guerra cuando esta satisface los parámetros y condiciones para su justicia. La eticidad del militar alcanza su convicción moral personal en la posibilidad cierta de la muerte u otras consecuencias muy graves para la integridad personal, que acepta voluntariamente como riesgo propio. Y que debe asumir también como riesgo ajeno, tanto en el caso de los subordinados militares sobre los que se ejerce el mando, por cierto, la actividad inherente del militar en el desarrollo de su profesión, como en el de aquellos militares que asesoran o proporcionan apoyo técnico o de cualquier otro tipo, pues su objetivo final de referencia es el empleo legítimo de la fuerza letal.

Dado pues que la profesión de militar incluye en su naturaleza el producir destrucción y muerte y la esencia de la guerra lleva implícita la posibilidad y necesidad de provocar aniquilaciones y estragos, hay que dar las razones que fundamenten éticamente el ejercicio de la actividad militar. La primera justificación ética de esa función de combate, que se considera la esencial del militar, es el compromiso de los ejércitos con la paz.

Desfile militar en Melilla

Desfile militar en Melilla

En España la norma fundamental que rige su ordenamiento jurídico es la Constitución de 1978 (CE). En ella se establece que la misión de las Fuerzas Armadas es “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Esta sencilla descripción implica que las FAS deben defender los valores esenciales que inspiran nuestra convivencia democrática y que son la libertad, el imperio de la ley y la justicia, la igualdad y la dignidad del ser humano, el bien común y también la paz, recogidos por la Constitución así como la voluntad de lograr “relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra”.

La responsabilidad de los Ejércitos y la Armada con la paz es plenamente coherente con el “derecho y el deber de defender a España” que tienen los españoles. Nadie quiere participar en una guerra o en un conflicto, pero será necesario hacerlo intentando volver lo antes posible al estado de paz, después de haber combatido y ganado en esa lucha.

Este es la responsabilidad con la paz que tienen los que forman parte de las FAS, los militares españoles, y que reafirman en un juramento o promesa.

*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca.

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Los que quieren salvar vidas se preparan para la III Guerra Mundial

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Mientras se empeñan en salvarnos de sospechosos virus, que nacen y se propagan muy sospechosamente, nuestros infalibles estadistas “europeos” se preparan para ventilar sus diferencias con Rusia, China o Irán por las bravas. Es decir: mientras nos cuentan el rollo de que quieren salvar vidas, que tenemos que ser responsables con la abuela, ellos se preparan para la Tercera Guerra Mundial. Y se preparan para conflicto de total intensidad con un saldo de millones y millones de víctimas, que ninguna pandemia de la señorita pepis como la presente puede provocar. Tiene todo el sentido.

 

Me pregunto qué hará Felipillo Sexto cuando empiece la guerra de sus jefes contra Rusia y tal. Seguro que va a la cabeza de las tropas, en plan Cid.

 

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El Régimen del 78 quiere llevarnos ahora a la Tercera Guerra Mundial

 

Se trata de la misma gentuza que provocaron la primera y segunda guerras mundiales, convenciendo a los gobiernos de ambos bandos de que podían ganar sin problemas. Que París o Berlín sería un asunto de dos semanas, cuando a la postre lo fue de no menos de 4 años en cada guerra y con un saldo a corto y largo plazo devastador.

 

En el caso de la Primera Guerra Mundial, además, complicaron aún más el tema con lo que luego llamaron la gripe española, pero que fue una enfermedad contagiosa de tipo respiratorio que se extendió como la pólvora por todos los continentes. No especialmente por culpa de ningún español, luego, ¿por qué llamarlo gripe española? Porque mientras en el resto del continente europeo luchaba a muerte, en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en la pacífica España solo teníamos el enorme problema de la gripe tan fuerte que vino esos años. Y, por tanto, le prestábamos más atención, mientras que en el resto de Europa reinaba la censura. Y así es como nos engañan siempre. Como ahora.

 

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Tenemos que dejar de leer la prensa del Régimen

 

Creo sinceramente que tenemos que dejar de leer la prensa del Régimen. Está claro que ellos tienen más medios económicos y de todo tipo para soltar su propaganda por todas partes, incluso su burda y asquerosa propaganda de guerra, en la cual nos van preparando para el próximo conflicto contra Rusia, China, Corea del Norte o Irán. Y por supuesto que venden unos tratamientos médicos experimentales como si fueran auténticos virólogos, pero todo el mundo sabe que los periodistas son por lo común personas que saben de todo y de nada. por eso me resulta sorprendente que se ponga a pontificar sobre pandemias y guerras de las cuales no tienen ni puñetera idea. Y aquí estamos unos pocos, como en Braveheart, desafiando en inferioridad a la tiranía. Porque ya no tenemos ni siquiera un miserable sector del estado que nos pueda respaldar, tal y como si lo hubo en el pasado.

 

¿Sabías que cinco presidentes del Gobierno de España murieron en 100 años por evitar la guerra?

 

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Es uno de los grandes misterios de la historia de España, pero tiene una fácil explicación. Cómo les vas a contar a los españoles que tuvimos cinco presidentes del Gobierno tan valientes que dieron su vida por la patria a manos de los terroristas más cutres, pero más pagados, por el poder internacional, por constituir obstáculos en los planes de esos verdaderos terroristas. Proponerse a una dictadura mundial que está basada en el terrorismo, la guerra y el saqueo organizado de continentes enteros. Todo ello mientras nos hablan de democracia y escribe en la historia como le sale a ellos de las narices, que ya enterraremos a esos presidentes y a los que cagan con ellos por la puerta de atrás.

 

La triste lista de presidentes asesinados en España

 

Y para el que piense que me invento algo, ahí está la triste lista de presidentes asesinados en España por cumplir con su deber hacia los españoles: Prim, Cánovas del Castillo y Canalejas fueron asesinados por oponerse al saqueo yanki de Cuba. Y Eduardo Dato cayó por oponerse a nuestra entrada en la Primera Guerra Mundial y a la entrada del comunismo en España, casi 15 años antes de la Guerra Civil.

Y por último tenemos al denostado Carrero Blanco, a quién el sistema no le perdonó nunca la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial y mucho menos que negase el uso de las bases yankis en España para atacar a los árabes en 1973. después de todo, fue el día después de reunirse con Kissinger que este Presidente salió volando por los aires, precisamente por atreverse a decirle que no a la guerra a semejante personaje. Una realidad como un templo que obvian los idiotas que hacen chistes sobre su muerte, pero la realidad tozuda es que desde entonces somos las marionetas más tristes del imperialismo más criminal que ha habido una historia de la Humanidad.

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La forma en que murieron los presidentes de España asesinados

 

La forma en que murieron los presidentes de España asesinados dice mucho de los autores intelectuales que hay detrás. Y empezando fuerte con el asesinato de Prim en Madrid, cuyo carruaje cayó en una emboscada en la cual sicarios armados con trabucos dispararon a placer contra el Presidente del Gobierno. Sin embargo, como era un hombre excepcionalmente fuerte, acompañado de una buena, aunque insuficiente escolta, pudo salir del trance sin mayores daños que una mano perdida y algo de metralla en el organismo. Pero vivo. Un panorama que cambio al llegar a su palacio presidencial y ser rematado por sus compañeros de Gobierno, que lo apuñalaron por la espalda y el estrangularon a lazo.

 

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Estos políticos deberían probar lo que es ser carne de cañón antes de pensar tanto en la guerra (que no piensan)

 

Un modo de morir brutal que siguieron empleando esos impunes asesinos de Estado con los tres presidentes siguientes: Cánovas del Castillo o el también bravísimo Canalejas, que se puede soldadito a la guerra de Cuba con 43 añitos para probar lo que era ser la carne de cañón de los políticos. Otro pecado capital fue el intentar evitar que los hijos de los ricos fueran a la guerra, como los hijos de los campesinos y obreros. Normal que acabase con un tiro en la nuca. Pero estos políticos de ahora deberían probar lo que es ser carne de cañón antes de pensar tanto en la guerra (que no piensan).

 

Y luego vino el espectacular asesinato de Eduardo Dato en la Puerta de Alcalá, al más puro estilo gánster, pues dejaron su coche no blindado como un colador. Y por último tenemos el magnicidio más espectacular de todos los tiempos, el de Carrero Blanco, que por supuesto no ejecutaron los cuatro turistas de ETA que estaban en Madrid por esos días. Y así de impunes quedan estas cosas, por lo general.

 

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Un desierto de líder políticos: salva patrias que no trabajaron en su puñetera vida

 

Eso es España y el mundo ahora mismo. No hay líderes y los que parece que hay son meros bufones, que sigan las directrices de un único Sistema internacional, por más que nos vendan historias como el Prometeo Trump o Vakunator Putin. Yo hace tiempo que ya no me creo nada de esto. Porque he conocido líderes de verdad a través de las páginas de la Historia y no tenían nada que ver con estas ridículas marionetas que nos presentan ahora. Y es que parece un chiste de mal gusto que estén hablando todo el día de Casado o Pablo Iglesias o Abascal. Es un auténtico insulto a la inteligencia de todos los españoles que nos presenten a estos salvapatrias, que para empezar no han trabajado en su puñetera vida. Y la gente se queda tan pancha.

 

 

Un Jefe de la banda que da vergüenza ajena

 

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Por eso me quiero acordar especialmente de la basura de historia que nos enseñaban en el colegio y casi te diría también que en el Instituto. Siempre obviando la realidad de que nuestro estado ha sido agredido en multitud de ocasiones por una mafia internacional qué se dedica a pastorear los pueblos como si fuéramos reses camino del matadero. Con gobierno como los que hemos tenido en los últimos decenios en España, todos ellos comprados y para empezar con un jefe del estado que lo único que produce es vergüenza ajena. Porque no hace nada ni pinta nada.

 

Es un funcionario a las órdenes de otros, igual que sus chambelanes, entre los que se encuentran Rajoy o su camarada Sánchez, todos ellos con el común denominador de que no pintan absolutamente nada. Pero el peligro de la guerra viene de otros.

 

Cualquier día salimos volando

 

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Cualquier día salimos volando, luego no digáis que Miguel de Cervera no avisó, pero lo llevo diciendo hace muchos años. Y como yo, Pío Moa y unos cuantos profetas más en el desierto, que simplemente no miramos para otro lado cuando la cosa empieza a pintar muy fea.

 

Porque ya demostró Rajoy en su día que si Trump descolgaba el teléfono él estaba dispuesto a ir a la guerra con los cuatro barcos y aviones que todavía nos quedan. Pero no para defender nuestras soberanía nuestras aguas territoriales ni para proteger a los canarios o ceutíes. Eso no, que es muy facha. Pero enseguida mandamos los cuatro barcos y aviones que nos quedan a defender a letonia o Lituania (¿o era Estonia?) de una agresión rusa que solo existe en sus pajas mentales. Porque la verdadera agresión es lo que perpetra la OTAN todos los días en todas partes, aparte de hacer el ridículo cuando les interesa, como han hecho recientemente en Afganistán.

 

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