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Opinión

¿Hacemos memoria, don Mariano? Tal vez entendamos lo que pasó (2ª parte)

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Dejaba la 1ª parte de este repaso “recordatorio” sobre los últimos años de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular -los casi siete de gobierno y el anterior- con la pregunta que daba título a mi artículo del 10 de Enero de 2015 -a modo de “regalo de Reyes”-, posterior al batacazo del 20 de diciembre de 2015, “¿Hacía falta este esperpento, don Mariano?” recordándole al -en esos días- Presidente en funciones lo que resumía la semana pasada. Creía entonces que los poco más de siete millones de votos del Partido Popular, que le permitieron ganar de nuevo las elecciones -maquillados después el 26 de Junio de 2016 hasta casi 7’8 millones- serían el suelo de los del charrán, pero no, sino que la puñalada a Rajoy siguió pendiente y se consumó con efecto retardado en la espalda de Pablo Casado, casi tres años después, Abril de 2019, pero vamos por partes.

En una de sus primeras intervenciones en esa fase interina nuestro querido Rajoy dijo que “La democracia tiene la misma fuerza de siempre aunque el Gobierno esté en funciones”, lo que sembraba la esperanza del conocido método “más vale tarde que nunca”, muchas veces poco eficaz por lo tardío, como fue el caso, ya que tampoco pasó de su “diálogo sin fecha de caducidad” y su nueva demostración de paciencia que ni el Santo Job podría igualar.

Tras la dimisión de Mas -“por el bien del proceso” dijo-, seguida por la de su primer dignatario en Madrid, José Antonio Durán y Lérida, “señor de la suite” del Hotel Palace -“le salía más barato a los españoles que un piso en la capital” (sic)- llegó el circo de la formación del nuevo Congreso salido de las urnas -cuesta la mayúscula- en el que no faltó casi de nada, antecedentes delincuenciales, desaliño, malos modales y hasta bebé lactante compartido, para acabar eligiendo como tercera dignidad del Estado -cada día está más barata la cosa- a Pachi López, más conocido como “Pachi Nadie” y que “Haría cosas que nos helarán la sangre”, como le espetó en el funeral de su hijo, asesinado por ETA, la madre de Joseba Pagazaurtundúa. Me recordó ese Congreso una frase al respecto de Ortega: “Es de plena evidencia que hay, sobre todo, tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”, tres “especies” bien representadas que siguen hoy.

Comenzaba entonces una auténtica “partida de naipes” entre unos aficionados con pretensiones y un auténtico veterano en esas lides -“tahúr” podríamos decir coloquialmente, recordando aquella película, Maverick, y su partida en el barco del Misisipi-, que se iniciaba con la consabida ronda de candidatos ante el Rey y el plantón del charnego de segunda generación, ese que hace gala a su apellido, un tal Rufián, que no acudió a la Zarzuela porque Don Felipe VI “no había recibido a la Presidente del Parlamento catalán”, hoy por cierto en prisión a falta de sentencia. Ronda en la que hubo de todo, desplante como el ya dicho, debut de varios candidatos, órdago de PabLenin Iglesias a su “amigo” Pedro Sánchez, más conocido como “Dr. Plagio Falconeti”, con un potencial gobierno ya formado y demostrando ser un “pardillo prepotente” al enseñar sus cartas a las primeras de cambio y la renuncia del ganador de las elecciones ante la imposibilidad de formar un gobierno estable o de llegar a un acuerdo razonable con semejante comparsa.

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Vino después la marcha atrás del PSOE ante el “envenenado ofrecimiento” podemita y un inicio de flirteo con Ciudadanos que “nunca votaría sí a la investidura de Sánchez” con el que pactó después de la segunda negativa de Rajoy, a mi juicio acertada, y la postulación del “rey del postureo” para intentar la formación de gobierno. Antes de esa remota posibilidad, fracasada también, proponía yo entonces que atendiendo al sentido de Estado y al sentido común -sinónimos en ese caso y muy escasos en la mayoría de nuestros políticos- nuestro Jefe del Estado jugara el papel que el artículo 99.1 de la Constitución le da: “…el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno” y ante la imposibilidad de que los recibidos llegaran a nada, le sugería “proponer como candidato a una persona de reconocido prestigio por su trayectoria profesional, dentro o fuera del ámbito político, para la conformación de un Gobierno provisional independiente, que afrontara las urgentes reformas que el sistema actual requiere”. Proponía nombres como Manuel Pizarro o Pablo Isla, ambos Abogados del Estado y con una trayectoria profesional, pública y privada, impecable; Francisco González o César Alierta. Y habría añadido en esta relación a Miguel Boyer, de no haber fallecido, porque no encontraba en el mundo de la izquierda a ningún otro acreditado, aunque le proponía al designado algunos como Mikel Buesa o Nicolás Redondo para el segundo nivel, muy superiores sin duda a los que hemos visto como ministros en unos y otros gobiernos. Obviamente, mi “éxito” fue nulo, pese a que lo envié vía Twitter a la Casa Real.

A final de Enero de ese 2016 me preguntaba “¿Y ahora, qué?” y la respuesta fue “NADA”, porque tras el momento de ensoñación del hasta ahora más breve presidente del Congreso -veremos si no lo desbanca la nacionalista Meritxel Batet-, al que le dio tiempo para rehabilitar el palacete residencial, al comunicar la designación por el Rey del candidato a ser investido, en realidad una nueva traición del Partido Siempre Opuesto a España ya que al parecer el acuerdo era que si el PP aceptaba a un miembro del PSOE para presidir la Cámara Baja, el PSOE aceptaría la candidatura de un miembro del PP para la investidura, pero al renunciar Rajoy ante la imposibilidad de apoyos Sánchez no dudó en saltarse el pacto -en lugar de respetar las urnas- y aprovechar su “momento de gloria” para hacer sus dos primeros ridículos que se tradujeron en su expulsión de la Secretaría General tras el intento fallido del “pucherazo Luena” después de perder de nuevo en Junio de 2016. Proponía antes de la repetición de elecciones “una nueva apelación al Sentido de Estado y la conformación de un Gobierno de transición, PP, PSOE y C’s, previo descabezamiento de los líderes de PP y PSOE que habían demostrado que anteponían sus intereses personales y/o de partido estaban a los intereses generales del Estado”. Y remataba así: “A ver quién le pone el cascabel al gato, Majestad”.

Pocos días después, 7 de febrero, me dirigía de nuevo al Presidente en funciones: “ATIENDA, SR. RAJOY. Desde lo previsible, que no fue” completando lo que casi tres años antes, Mayo de 2013, le había escrito sobre esa “previsibilidad” de la que tanto había presumido, con nada menos que CATORCE preguntas bajo el formato “¿Era previsible que…?”, que ampliaba con NUEVE más, entre las que estaban “la NO derogación de la Ley de Memoria histórica; la No recuperación del Plan Hidrológico; la NO modificación de la Ley Electoral; el cese de Ruiz Gallardón por recuperar la Ley del Aborto de 1985 como ‘mal menor’ frente a la que heredaba de ZParo; la interpretación tan sui generi del auto del Tribunal de DDHH de Estraburgo sobre la Doctrina Parot; la NO aplicación del Art. 155 contrarrestado siempre con su ‘diálogo sin fecha de caducidad’ y más fondos del FLA para Cataluña, empleados principalmente en su deriva separatista; la puesta en marcha tarde y mal de la LOMCE; que el anterior Presidente del Congreso, Jesús Posadas, pasara de puntillas cuando un diputado de BILDU arrancaba hojas de un ejemplar de la Constitución o que no cortara de raíz los primeros casos de corrupción de personas de su partido ni explicase nada y que pasaban factura ya”. Apelaba también a que tuviera “un último acto de generosidad para los todavía siete millones doscientos mil españoles que, en una buena parte, hemos votado a su partido, pese a usted” y me despedía con otra pregunta a la que me respondía yo mismo porque no esperaba nada: “¿Habrá solución o ‘patada a seguir’ en forma de nueva llamada a las urnas? Ninguna de las dos posibilidades se atisba buena para España. Ojalá me equivoque, pero es lo’ previsible’, en este momento”.

La respuesta práctica fue la convocatoria de nuevas elecciones, seis meses después, tras un periodo de parálisis institucional en el que lo más destacable fue la batalla de “Don Mariano contra el Doctor NO” y nuevos capítulos del esperpento político en forma de “negociaciones” con intentos de pactos contra natura entre los potenciales socios PSOE/Podemos y con los que “nunca pactarían” con él, con sendos intentos fallidos de investidura que demostraron lo que en el debate a cuatro espetó Mariano Rajoy a sus oponentes: “al Gobierno se viene aprendido y no en prácticas”. Una Economía que parecía ir respondiendo al margen de la política, aunque con una deuda creciente y un déficit público nada esperanzador, pero que recuperaba la senda del empleo y la inversión, completaban un incierto escenario que se “resolvió” con la nueva victoria del Partido Popular, que subía casi setecientos mil votos y catorce escaños, pero que dejaba unas sumas en el Congreso, cuando menos dudosas, si no preocupantes, pese a las significativas caídas de PSOE, Podemos y Ciudadanos, y se conservaba la mayoría absoluta en el Senado, a la postre desaprovechada, como después vimos.

En “La resaca del 26J y unas propuestas”, allá por los comienzos de julio, volvía a apelar al sentido de Estado, en forma de un gran pacto entre PP y PSOE, en primera instancia, o en su defecto con un acuerdo entre ambos para la abstención del segundo en el debate de investidura que esta vez Rajoy sí estaba dispuesto a afrontar, extensible a los naranjas para acometer un gobierno en solitario en una previsible legislatura corta que abordara las necesarias reformas urgentes que España requería.

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Ante la incertidumbre que dejaban esas posibles sumas y el notable rebote del PP, junto a la nueva caída del PSOE -del que se había echado literalmente a Sánchez y designado una gestora con un más sensato Javier Fernández al frente- junto a los retrocesos significativos de la coalición Podemos-IU y de Ciudadanos, dos semanas antes de la segunda sesión de investidura me permití de nuevo hacerle otra pregunta a Rajoy: “¿Por qué no, terceras elecciones?” que, a mi juicio, hubiera sido en ese momento “lo mejor para España y, por supuesto, para el Partido Popular”, como se escuchaba en la calle después de diez meses de bochornoso espectáculo y refrendaban las encuestas, que daban 159 escaños al PP, lo que “le permitirá gobernar por fin, aunque fuera con el pequeño apoyo de los diputados que le queden a Ciudadanos” y proponía entonces algo que he repetido después y que se hace indispensable: “que los parlamentos electos no sean efectivos hasta la constitución de Gobierno y, mientras tanto, no se cobren más que las dietas de asistencia a plenos y comisiones y los gastos de desplazamiento y estancia que se produzcan por esas funciones”.

Como era de esperar -esto sí que era previsible- no se llegó a ese gran pacto de Estado sino a una fórmula mixta con la abstención parcial del PSOE -el Dr. NO y sus más fieles, César Luena, Óscar López, Antonio Hernando y Margarita Robles, entre otros hasta 23, no se abstuvieron- y el apoyo de C’s, que dio paso a una nueva legislatura que arrancaría incierta, como apuntaba y se vio dos años escasos más tarde.

Así pues, el desastre estaba servido y dejo para una tercera entrega -la definitiva- algunas cosas que, además de lo dicho, precipitaron el panorama actual, que puede agravarse aún más si, como parece, sigue acercándose una nueva crisis económica que nos coge sin reservas y con mucha más deuda.

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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