¿Recuerdan las protestas de la primavera en Madrid contra el encierro de Sánchez por mor del coronavirus? Entonces eran “fachas” con la bandera de España y al gobierno sociopodemita le resultó sencillo.

Ahora, según Moncloa, son antisistema, presuntamente de extrema izquierda, y la policía busca al conspirador negacionista que une a ambos, es decir, el nexo común de las protestas y no lo encuentra. A lo mejor,  sesudos investigadores es que la gente, de todo tipo de edad, condición e ideología, está cansado de que les expolien, censuren y cabreen.

Lo curioso es que la protesta contra los confinamientos es genérica: no obedece a una ideología política ni a una región determinada

Es igual: Pablo Iglesias, en un alarde de originalidad, culpa de los disturbios ¡a la extrema derecha! Como los maromos de las imágenes de Madrid, Málaga, San Sebastián, Barcelona, Logroño o Bilbao no parecen fachas, el vicepresidente nos informa de que sí, de que son los ultras los que están detrás pero, ojo al dato, “tirando la piedra y escondiendo la mano”. Probablemente la información le viene del CNI, en cuya dirección participa el antiguo antisistema del 15-M.

Pero lo mejor es que el líder del PP, Pablo Casado se apunta al disparate, cuando reduce la protesta a minorías violentas y felicita a las fuerzas policiales que mantienen el orden frente a los revoltosos.

Y el sábado, un ‘tuit’ de Pedro Sánchez nos recordaba que las manifestaciones contra los nuevos confinamientos exhibían violencia. En otra palabras que el presidente del Gobierno pasa a la amenaza: que los levantiscos, seguramente fascistas disfrazados de progres, se atengan a las consecuencias: los antidisturbios ya han empezado a actuar.

Es decir, que se acabó la libertad de discrepar: a partir de ahora, el que no se atenga a la muy necesaria unidad -para cumplir las órdenes de Sánchez, naturalmente- palo en el lomo. El tirano que Pedro Sánchez lleva dentro quiere ahora respirar aire puro… en plena calle.

Y todo ello mientras continúan los contagios: lo que significa que en el pueblo español cunde la convicción de que encerrar a la gente no acaba con el virus

Lo curioso es que las protestas contra los confinamientos, por más que se empeñe el demagogo Iglesias y el bobón de Casado, es genérica, no obedece a una ideología política ni a una región determinada: simplemente la gente está harta. Ni siquiera los presuntos ultra de izquierda o los presuntos ultras de derechas, conseguirían estos éxitos de convocatoria, en lugares tan distintos de España, si no fuera porque Juan Español, que no es un extremista, me temo que una gran mayoría de españoles, está ya muy harto y exige que le devuelvan, no sus derechos, sino su libertad.

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Y todo ello mientras continúan los contagios. Harto significativo, porque implica que entre los españoles ha cundido la convicción de que encerrar a la gente no acaba con el virus y que a lo que hay que dedicar esfuerzos es a tratamientos, terapias y vacunas.

No se trata de negacionismos ni de elementos conspiranoide: se trata, por de pronto, de pararle los pies a Salvador Illa y sus mariachis, engolosinados con las prohibiciones de todo y para todos.

Un ejemplo: en Reino Unido o Alemania, no es obligatorio llevar la mascarilla por la calle. Vamos, que se puede respirar

Un ejemplo: en Reino Unido o Alemania no es obligatorio llevar la mascarilla por la calle. Vamos, que se puede respirar. Eso sí, exigen el bozal en transporte público y comercios, pero a británicos y alemanes les dejan respirar aire puro, no viciado por el bozal, cuando salen de casa. En España, no.

Vamos, que Sánchez no sólo es un tirano es, además, un tirano exagerado.