Irlanda aprobó con el 65% de los sufragios la derogación del delito de blasfemia de la Constitución, según los resultados definitivos. En el referéndum participó el 44% de los llamados a las urnas, una gran diferencia en comparación con el plebiscito sobre el aborto, en el que hubo una participación del 64%. La blasfemia fue definida en la ley irlandesa de difamación como toda declaración o acción “abusiva o injuriosa en relación a los elementos sagrados de una religión”, que además pudieran causar “la indignación de los fieles”.

El artículo 40.6.1 de la Constitución estipulaba su prohibición y una multa de 25.000 euros, pero en realidad las últimas acciones judiciales por blasfemia se remontan a 1855, antes de la independencia del país, contra un cura. Se le acusó de haber quemado una biblia. El sacerdote aseguraba que había sido por accidente y finalmente fue absuelto.

La última vez que se abrió una investigación fue en 2015, al actor y director británico Stephen Fry, que en la televisión irlandesa calificó a Dios de “estúpido” por haber creado un mundo lleno de “injusticias”. Pero no llegó a juicio.

El referéndum sobre la blasfemia se celebró el mismo día que las elecciones del nuevo presidente irlandés, cuyo mandato de siete años es esencialmente simbólico. El presidente actual Michael D. Higgins, de 77 años, en el puesto desde 2011, fue reelegido con el 56% de los votos, según los resultados definitivos.

Mientras tanto, en España, el presidente del PP de Andalucía, Juanma Moreno, incluyó el tema de la despenalización de las ofensas a los sentimientos religiosos en el debate electoral. En referencia a la presidente de la Junta, Susana Díaz, preguntó si ella le había dicho a Pedro Sánchez “que no nos gusta que se insulte a La Macarena o al Cachorro. Que no nos gusta que se insulte y quede impune. Y que queremos a las Fuerzas Armadas en Semana Santa para que escolten las procesiones”.