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Recuerdo del 81º aniversario del bombardeo de Cabra, que la izquierda y sus medios siguen olvidando

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No he visto ni el jueves ni el viernes que los medios se hicieran eco del nuevo aniversario de la masacre que los bombarderos republicanos hicieron en Cabra el 7 de Noviembre de 1938, por lo que recuerdo el artículo que le dedique a estos hechos el año pasado, con motivo del octogésimo. Y Dª Carmen Calvo, natural de esa ciudad cordobesa, no “dixit” nada al respecto. Estaría oyendo a Pixie:

Me refería entonces a la diferente valoración y reconocimiento que los voceros políticos de la izquierda y nacionalistas y sus medios de comunicación -audiovisuales casi todos, y escritos en su gran mayoría- dan a dos hechos “similares” pero de muy distinta consideración y circunstancias en sus respectivos aniversarios, el tan cacareado bombardeo de Guernica del 26 de Abril de 1937, por parte de las tropas nacionales, cuyo 80º aniversario se “conmemoró” a bombo y platillo el año pasado, con su cuadro de Picasso como estandarte -sobre el que más adelante comentaré algo-, y el de Cabra del 7 de Noviembre de 1938, por parte de la aviación republicana, del que ayer se cumplieron esos mismos 80 años sin que casi nadie dijera nada.

En ambos bombardeos hubo un número parecido de muertos, más en Cabra, 109, frente a los 92 de Guernica, que también en eso se miente -muchos en cualquier caso- y concretamente en el de Cabra más de 200 heridos, aunque se diga que en Guernica hubo miles de muertos, algo difícil de entender al tratarse de una ciudad relativamente pequeña, de escasos 5.000 habitantes, y esa “altísima” mortandad hubiera supuesto la práctica desaparición de cualquier vestigio viviente, lo que no ocurrió ni de lejos. Pero lo que no se cuenta es que mientras Guernica se encontraba en el área de combate del Frente del Norte, en pleno fragor de la triste Guerra Civil -se llevaban 9 meses de los casi 3 años que duró-, y tenía fábricas de armas, que la hacían claro objetivo militar, el bombardeo de Cabra se produce en una zona relativamente tranquila en esos momentos de las postrimerías de la contienda, que se libraba entonces muy lejos de allí, en la decisiva Batalla del Ebro, y fue sobre objetivos civiles, como el Mercado de Abastos, con víctimas en su mayoría civiles, campesinos que empezaban su jornada, mujeres y niños, 14 de estos últimos para ser exactos, que iban o estaban en el mercado.

También se falsea, o directamente se omite como casi todo lo referente a Cabra, el tiempo de duración de los bombardeos, que mientras en la ciudad vasca fue de poco más de un minuto, “en una sola pasada de la aviación alemana, tras una sin apenas efecto” como recoge César Vidal en su libro “La Guerra que ganó Franco”, con lanzamiento de una tonelada de bombas, en la andaluza fue de cinco minutos, con más de dos toneladas de material explosivo. Lo mismo que no se dice en la versión oficial que “la mayoría de las casas en Guernica eran de madera y lo que falló allí fue el servicio de bomberos y el insuficiente acarreo de agua del río -el Oca-, que provocó que ardiera el 60% de las casas”. Y lo que también está claro es que “el bombardeo de Cabra no fue casual”, como recoge en su libro “El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética”, el Profesor Antonio Arrabal, “sino una maniobra de distracción para desviar la atención del frente del Ebro”, como se hizo días antes en otras localidades de la provincia de Córdoba con menor alcance  y en la propia capital durante toda la guerra.

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Tampoco ha trascendido mucho que ese bombardeo de Cabra tiene desde hace tres años su propio “Guernica”, inspirado en el de Pablo Picasso, obra de la pintora de origen polaco Maryla Dabrowska, que fue presentado en 2015 en la ciudad egabrense. Un cuadro que tiene aproximadamente la misma dimensión -8 x 3’5 m- y estilo que la obra de Picasso y que sí ha sido hecho con ese motivo y como la propia autora expresó en su presentación “con el deseo de que no sucedan más actos bélicos y que fuera una pieza para la reconciliación y la paz”. Lo que no sucedió con el del famoso pintor malagueño, que nada tuvo que ver con el citado bombardeo ya que cuando éste ocurrió, estaba casi terminado, puesto que como reconoció el propio Picasso, tardó en pintarlo 60 días y el cuadro se presentó el 4 de Mayo, apenas una semana después del bombardeo https://laverdadofende.wordpress.com/2014/04/26/el-guernica-de-picasso-nada-tiene-que-ver-con-el-bombardeo-de-guernica/. 

En definitiva, estamos ante otra parte importante de esa “mentira histórica” que tanto se propaga y una muestra más de esa “doble vara de medir” que nos impone la izquierda y el nacionalismo en su torticera forma de difundir la “memoria” histórica, unilateral y sectaria, que acabó por “dogmatizar” en Ley el lamentable Rodríguez y que ahora trata de “endurecer” su clon Pedro Sánchez, más conocido como Dr. Plagio.

Y la Vicepresidente Carmen Calvo, egabrense “ilustre” -es un decir- parece que no die nada respeto a lo que sucedió en su tierra tal día como ayer, hace ochenta años. Claro que como ella todavía no era de Cabra entonces, pues el bombardeo no existe. Esa es su doctrina.

Terminaba mi artículo de entonces con una pregunta que me veo obligado a repetir “¿Se enterará la derecha española de que cuando se entrega a la izquierda la Justicia; la Universidad primero y la enseñanza pública, en general, a continuación; la Prensa -escrita, radio y TV- con escasísimas excepciones de poco alcance-; no se hace limpieza completa de las cloacas del Estado que se heredan; etc., etc., y se desaprovechan las mayorías absolutas que el hartazgo de los ciudadanos le conceden, el enemigo no duerme -ni repara en medios, añado ahora- y acaba por echarlos sin reparar en medios?”

Está visto que la supuesta derecha que nos gobernaba entonces prefería el “diálogo sin fecha de caducidad”, pensando que eso domaría al tigre que acabó devorándolo y que nos ha llevado al frente popular que ahora “impera” a golpe de Decreto Ley, como ayer volvió a anunciar el “rey de la foto” tras la decisión del Tribunal Supremo de que el impuesto devengado por las hipotecas corran a cargo del contribuyente. Convocó una rueda de prensa para anunciar que, por esta fórmula legal para casos de urgencia que él utiliza cada vez que algo no le gusta y no lo puede sacar por los procedimientos legales reglamentarios y el consenso, el consejo de ministros “y ministras”, como su vicesecretaria general y “portacoz” del grupo socialista en el Congreso, la voz de su amo Adriana Lastra -menudo lastre para España es este grupo de ineptos y resentidos- apostilla, aprobará este jueves, hoy para el lector, que a partir de ahora lo sufragarán los bancos. Es decir, que seguirá pagándolo el contribuyente, que si quiere un préstamo hipotecario tendrá que aceptar un diferencial o tipo mayor, equivalente cuando menos al importe del impuesto de AJyD que deba pagar el banco. La Banca nunca pierde, decíamos siempre en algunos juegos de mesa.

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La única esperanza es que este nuevo Partido Popular, dirigido ahora por Pablo Casado, parece apuntar en otra dirección que su antecesor, en dichos y en hechos, y, poco a poco, sin demasiado ruido, va limpiando el lastre heredado de su antecesor, como demuestra el abandono ayer de su escaño por parte de Mª Dolores de Cospedal. Algo que debería ser imitado por algunos de los acompañantes de desgobierno del “okupa” de la Moncloa, que no se va ni con agua caliente como no lo echemos antes de que acabemos como Venezuela, a lo que aspira su socio y vicepresidente in pectore PabLenin Iglesias y demás compañeros de asalto, como el “becario” Errejón en su última faena de aliño del régimen de Maduro.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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