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Repetición de elecciones: ¿Vuelve el bipartidismo imperfecto?

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Es evidente que estamos viviendo todo un despropósito político que nos tuvo sumidos en cierta inestabilidad política desde Diciembre de 2015 y no sólo política, sino dando señales de alarma, otra vez, en el campo socioeconómico desde Junio de 2018. Ya he dejado constancia en mis tres últimos artículos, y no pocos anteriores, lo que a mi juicio y en buena parte ha llevado a la situación actual, que se remonta al principio de la transición por no haber cerrado bien el marco -la Constitución Española- algunos o por no haber hecho bien la tarea -por acción o por omisión- unos y otros desde entonces. No voy a repetirlo y ahí está la hemeroteca para consultarlo.

Cierto es también que “los dos grandes partidos”, el PSOE por acción con sus políticas erráticas y el PP por omisión y también con decisiones -como la suspensión en Marzo de 2001 del Servicio Militar- que en mi opinión hubieran requerido cierta gradualidad en la medida y otras que no tomó a tiempo -como la tan necesaria reforma educativa o la derogación en su segunda oportunidad de la nefasta Ley de Memoria Histórica-, han sido “los dos grandes actores” del desaguisado impulsando o permitiendo que se fuera deteriorando la base fundamental de una sociedad, la Educación, dejada en manos de la izquierda y los nacionalismos periféricos y separatistas que poco a poco se fue convirtiendo en adoctrinamiento y lo peor, se fue contagiando a otras regiones que nunca tuvieron el más mínimo interés “particularista” e identitario fuera de la generalidad inclusiva de lo español.

El nuevo siglo y un premeditado atentado -pretendidamente terrorista- para cambiar el signo del buen comienzo que suponía continuar las políticas del PP de José Mª Aznar, nos dejó primero la crisis de la izquierda, después de una desastrosa etapa de siete años largos con un descerebrado contador de nubes -resentido y sectario- al frente de un gobierno desnortado que volvió a despertar las dos Españas de Antonio Machado y dieron como resultado una descomunal ruina moral, social y económica que propiciaron la aparición de un movimiento social callejero que fue utilizado por la ultraizquierda comunista más rancia para crear un caldo de cultivo que pasaría factura años después y que quiso ser aprovechado -si no impulsado- erróneamente por la derecha para acabar con su hasta entonces único oponente, en lugar de hacer bien los deberes que le habíamos puesto casi once millones de españoles, que sí que habría acabado con el PSOE para varias décadas en espera de su necesitada renovación. Esa crisis de la izquierda socialista dio lugar a la aparición en el escenario político de dos nuevos actores, uno socialdemócrata moderado, Ciudadanos, que después perdió la brújula y otro de izquierda comunista radical y “anticapitalista”, Podemos, que ya llegó pervertido al sistema a los que se unió un tercero como “extra”, VOX, que se quedó en “aborto” porque ya venía trufado con las luchas internas características de la derecha vividora española. Pero no haber hecho bien los deberes trajo cuatro años después la crisis de la derecha, en dos fases a cual peor, que también quiso ser aprovechada por la izquierda socialista para recuperar, con fórceps y respiración asistida, desde la incubadora, el “aborto” antes citado.

Parecía en 2015 que se había acabado el bipartidismo imperante hasta entonces al repartirse el grueso de la Cámara Baja entre cuatro partidos -franquicias de uno de ellos incluidas- con la ponzoña constante de nacionalistas vascos y catalanes, estos últimos crecidos al no haber tenido la respuesta adecuada en Noviembre de 2014, pero el inestable resultado dio lugar a la repetición de elecciones seis meses después, en las que la “derecha” salvó los muebles aunque el daño estaba hecho.

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El ensayo pluripartidista no terminó de funcionar, como era previsible teniendo en cuenta el bajísimo perfil profesional, si no humano, de los principales líderes y equipos llegados al Congreso por una mezcla de populismo, oportunismo y cambio de chaquetas desde la frustración de no pocos que ya habían probado las mieles de la “profesión” de político y se agarraban al clavo ardiendo del que le diera cobijo cuando se vieron descabalgados de las listas de su “elector digital” y eludo nombres porque correría el riesgo de convertir este artículo en una edición breve de la guía telefónica.

¿Cómo se puede fiar nadie, pasada la “euforia” del cambio por el desencanto, de uno -Albert Rivera- que nunca iba a votar ni … ni…. y pactó después con los dos en menos de seis meses? ¿De alguien que se presenta en Cataluña “para ocupar el espacio de centroizquierda” y cuando ve caladero en el centroderecha por el soberano cabreo con Rajoy, se hace progresista liberal y “negocia” con uno u otro según convenga a su “estrategia” electoral en cada momento y región? El desfile de deserciones de los últimos meses deja claro que no soy el único que no se fía. Francesc de Carreras (uno de los fundadores), Toni Roldán, Francisco de la Torre -no confundir con el buen Alcalde de Málaga- o Javier Nart -éste último sin dejar el escaño europeo, que eso gusta, pero ese es otro tema que habrá que abordar- parece que tampoco se fían mucho del presidente elegido por orden alfabético.

¿O cómo alguien en su sano juicio puede fiarse de un comunista -razón ya suficiente para desconfiar- como PabLenin Iglesias, que nada más llegar al primer plano público desde una financiación poco clara, procedente “aparentemente” de regímenes nada recomendables -Irán, Venezuela o Bolivia-, “se olvida” de su “principio de “todo para el pueblo” -pero sin el pueblo, claro- y al verse instalado en el sistema “se” compra un casoplón en Galapagar -se dice que a mitad del precio de mercado allí-, en la Sierra Noroeste madrileña, una de las más caras de la provincia? ¿De alguien que sin oficio ni beneficio académico o profesional demostrado más allá del adoctrinamiento personal y universitario recibido, pretende convertirse de la noche a la mañana en salvador de la izquierda española?

Evidentemente, con esos mimbres pocos cestos se podían hacer y la inestabilidad salvada por la campana el 26-J de 2016 pero que dejaba una peligrosa suma de intereses antiespañoles en el hemicirco terminó, como era previsible desde el hartazgo del 20-D de 2015 ante un partido de izquierda medio roto y uno de derechas incumplidor y decepcionante, con lo que llegó el 1-J de 2018, una moción de censura apoyada en los enemigos de España que puso en Moncloa al más chulo -al tiempo que más falso (Dr. Plagio) y falto de escrúpulos (abuso de medios públicos)- de la historia de la democracia, Pedro Sánchez, que empezaba a hacer menos malo -nunca bueno- al que clonaba, el amigo de Pedro J. Ramírez, cuyo nombre omito como pequeña satisfacción personal.

Lejos de solucionar nada, ese escenario todavía cuatripartito, con el veneno nacionalista siempre presente, sólo podía producir la parálisis política y el deterioro de lo único bueno de los seis años y medio anteriores, la situación laboral y económica en franca recuperación, que es lo único que sabe hacer bien la derecha -ya sé que no es poco, pero a todas luces sí insuficiente a la vista de los resultados- y de nuevo el ridículo internacional tapado con un “carguillo” devaluado en Europa. Y como “cualquier situación mala es susceptible de empeorar” (Ley de Murphy) llegaron unas nuevas elecciones anticipadas que, lejos de solucionar nada, acabaron de completar el despropósito con un nuevo actor invitado, VOX, que ya citaba antes y que llegaba para romper más aún la derecha y “ayudar” a dar la patada en el trasero de Pablo Casado que todavía no habían dado del todo al PP de Rajoy y Sáenz de Santamaría -la mala del tándem-. Y esta llegada me lleva a añadir otra pregunta que completa las dos anteriores ¿cómo se puede fiar nadie de un partido que casi había desaparecido liderado por un vividor de la política que traicionó cuatro años antes a los que generosamente lo recogieron de la calle en la que lo dejaba el PP, un charlatán populista y con escaso bagaje personal y político, acompañado de gente poco transparente e incluso con antecedentes de “irregularidades” fiscales, que llegaba cargado de venganza personal e impulsado por la izquierda precisamente para lo que hizo, romper aún más a la derecha? Lo cierto es que se fiaron de este partido más de los que debieron aunque muchos menos de los pretendidos, que se quedaron en la mitad en cuatro semanas, pero el objetivo estaba cumplido y la derecha más rota que dos años antes.

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Y llegados aquí, parece que estamos abocados a una nueva llamada electoral que si Dios no lo remedia -y me temo que tenga cosas más importantes que atender- o el sentido común -tan poco demostrado hasta ahora en España- no se impone, puede dar como resultado una vuelta al bipartidismo imperfecto, pero más imperfecto de lo que fue hasta 2011, porque seguirá necesitando apoyos que hasta ahora se han demostrado inútiles cuando no nocivos si se trata de los del nacionalismo, cada día más separatista y mercenario.

Ante esta delicada situación, vuelvo a llamar al Sentido de Estado desde una posibilidad que ya propuse en Enero de 2016 tras el batacazo de Rajoy en 2015, un Gobierno de Transición presidido por un independiente de reconocido prestigio propuesto por el Rey -Artículo 99.5 y 99.1 de la Constitución, por este orden- para abordar las urgentes reformas que el sistema necesita -Ley Electoral, de Partidos, Senado, Educación, Justicia, Sistema Autonómico… por citar sólo algunas de las muchas ya muy repetidas- y sanear nuestra pervertida y perversa democracia. Aportaba entonces los nombres de Manuel Pizarro y Pablo Isla, ambos de acreditado prestigio en la Administración y en la empresa privada y añado ahora otros posibles candidatos desde la perspectiva de mi ya conocida pertenencia al Aula Política del Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad San Pablo CEU por la que además de sus más de trescientos miembros pasan cada año muchos y reconocidos ponentes de altísimo nivel humano, profesional y político.

Sin ser exhaustivo podría citar no menos de una docena de nombres relevantes, pero me voy a limitar a dos de diferentes generaciones, para no ponerlo muy difícil al proponente y al mismo tiempo ofrecerle dos alternativas igualmente válidas y desde luego complementarias. Me refiero a su Presidente, José Manuel Otero-Novas, Abogado del Estado entre otras cosas y miembro de los dos primeros gobiernos de Adolfo Suárez, Ministro de Presidencia primero y de Educación después y buen conocedor de aquellos primeros pasos que después de su salida se torcieron hasta no parecerse hoy en prácticamente nada al proyecto de 1978 y a uno de sus miembros más destacados, Alfredo Dagnino, Letrado del Consejo de Estado y que fue Presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Fundación San Pablo CEU, además de Consejero Delegado del Grupo Intereconomía y Director de un prestigioso despacho legal. Cualquiera de los dos, o ambos, podrían encabezar esa iniciativa transitoria y formar un magnífico Gobierno de concentración que pusiera en orden este magnífico país que es España hasta que ese bipartidismo imperfecto se perfeccione porque el abanico de partidos no funciona aquí.

Del resto de asuntos, como el aumento del presupuesto del Plan África del gobierno en funciones para dar más contenido al forzado e inmerecido contrato de la “primera damisela”, la iDIotADA separatista con Himno Nacional incluido a la que el aniversario del 11-S neoyorquino le quitó protagonismo ayer o el falso teatro de dos pésimos actores como Sánchez e Iglesias, entre otras muchas cosas, ya hay bastante en la prensa. Sólo queda que Dios reparta suertes.

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Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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