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Sucesos

El feminismo cancerígeno y difamador silenciado por la ovación a Plácido Domingo.

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Los ocho minutos de ovación a Plácido Domingo fueron una enmienda a la totalidad a la condena sin pruebas del feminismo político y mediático.

 

 

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La tercera definición que ofrece el diccionario de la RAE respecto a la palabra mafia, dice textualmente en su acepción despectiva:

3. f. despect. Grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos. “La mafia del petróleo”.

No estaría muy equivocada la RAE si en vez de aludir a la mafia del petróleo, venida a menos tras el predominio de los nuevos jeques de las eléctricas, ejemplifica la definición con otra organización sin escrúpulos y más nociva como es “la mafia feminista”.

Ésta sí que está empoderada y pisando fuerte, hasta el punto de hacer tambalear todo el sistema con sus imposiciones transversales, horizontales e integrales, con el fin de asegurarse el colocar estratégicamente cada cartucho de dinamita ideológica en cada pilar de nuestra sociedad para derrumbarla. El sueño húmedo de todo marxista que se precie.

Desactivando al feminismo

Afortunadamente, anoche el público de Madrid cortó el cable rojo, desactivando el detonador feminista que buscaba hacer saltar por los aires la vida artística de uno de los más insignes representantes de la cultura española. El cartucho era de los llamados “sucios” en la jerga policial, venía con muchos ‘dimes y diretes’, para que la onda expansiva alcanzara a la mayor cantidad de hombres de la sociedad. Y como es habitual en estos casos, ya habían preparado antes por si acaso otro cartucho más potente, que es el que se le quite los hijos a todo hombre que sea denunciado por violencia de género, sin pruebas. Pero va a ser difícil cortar ese cable rojo, porque viene muy bien reforzado con cinta aislante azul y naranja, fácil de engañar a la vista.

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Anoche ocho minutos de ovación a Plácido Domingo antes de su concierto en el Auditorio de Madrid. Lo nunca visto. Porque jamás se le da tal crédito a un artista antes de su performance, y mucho menos por parte de un público tan exigente como el clásico, capaz incluso de abuchear a todo un consagrado Luciano Pavaroti en una mala noche, como la que sufrió en la Scala de Milán en 1992, fallando aquel agudo de la palabra “dona, justo en el momento cúlmine en el que Don Carlos le pide a Felipe II que le entregue el reino de Brabante y de Flandes («II Brabante e la Fiandra a me tu dona«).

Pero anoche el abucheo virtual se lo llevaron otros, porque al igual que ocurrió con Morgan Freeman, el feminismo mediático había arremetido contra Plácido Domingo culpándole de ser un abusador sexual, censurándole y boicoteándole sin ninguna prueba. Anoche borraron muchos tuits, entre otras feministas insignes, Leticia Dolera, quien por cierto tampoco se disculpó jamás por sus calumnias contra Morgan Freeman.

Lo irónico es que quienes sí se disculparon sin necesidad, fueron precisamente Freeman y Domingo, porque tal vez recordando algún comentario galante a alguna compañera, como por ejemplo “oye qué guapas vas” o “qué bien te sienta este vestido”, expresiones que el feminismo político etiqueta tajantemente como sexistas, entendieron estos caballeros que en el actual paradigma de género, ello pudiera ser una ofensa como la del amor romántico de Romeo, la galantería de Don Giovanni o la osadía del joven Calaf en Turandot. Con las actuales leyes españolas, sus respectivos autores Shakespeare, Mozart y Puccini, serían denostados por el feminismo mediático, al igual que lo fueron Morgan Freeman y Plácido Domingo, sin disculpa alguna por parte de la clientela feminista.

Si la “Marca España” debe tener un nombre propio, debería ser Plácido Domingo. Exdirector general de la Ópera Nacional de Washington y de la Ópera de Los Ángeles (California), entre otras distinciones, ostenta la Orden del Imperio Británico y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

Anoche media España ovacionaba el talento, el mérito y la capacidad artística irrepetible, mientras la otra mitad se dedicaba a buscar más lugares donde esconder cartuchos que dinamiten nuestro Estado de Derecho, ya completamente sordos de anteriores explosiones. Habrá que hablar más fuerte.

Gabriel Araújo

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