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Sociedad

Cuando la izquierda convierte al envenenador de su mujer en un héroe y al defensor de la vida en un villano

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AD.- “No dejo de preguntarme cómo una persona puede tener tanta ambición de estar dispuesto a causar tanto dolor a su propio pueblo por el solo afán de aferrarse a un poder que no le pertenece” (Sebastián Piñera, presidente de Chile a Nicolás Maduro). Es nuestra opinión que el asesinato de María José Carrasco no ha sido un hecho casual, sino una acción deliberada para introducir la eutanasia en el debate electoral, como pretende la izquierda.

Ángel Hernández Pardo está siendo presentado como el paradigma de buen esposo y de buen ciudadano. Se constata con ello lo moralmente enferma que está un sector de la sociedad española. Ángel Hernández ha envenenado a su mujer y lo ha filmado. Se trata de un activista de ultraizquierda, muy presente en redes sociales, que destaca como carta de presentación el haber sido preso antifranquista (en realidad pasó unos meses en la cárcel coincidiendo con la muerte de Franco). Se ha sabido que fue uno de los que firmaron en favor de la excarcelación del etarra Arnaldo Otegi.

De entre sus muchos relatos en internet hay uno sobre una relación sentimental con Marcela, a la que conoció al salir de prisión, en 1976, que vivía del clandestino cultivo de borrajas, una planta abortiva.
No sabemos si Ángel Hernández tuvo o no la intención de incidir en la campaña electoral sirviéndole a Pedro Sánchez el debate electoral que tanto deseaba para poner en aprietos al PP. Susana Griso se lo preguntó y casi arde Troya.

En cualquier caso, instrumentalizar a las víctimas mortales para lograr objetivos que execrarían cualquier conciencia recta era hasta hace poco propio de la mafia. Sobre todo si esas víctimas no lo eran por muerte natural. Solo desde la ingenuidad más pueril se podría dejar de establecer una relación causa-efecto entre la muerte de María José y la estrategia electoral de la izquierda.

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Debemos suponer que antes de envenenar a su mujer y grabar el óbito en un video de alta resolución, el indeseable Ángel Hernández estuvo asesorado por abogados al servicio de la causa progresista. “¡Antes de envenenarla, pregúntele si quiere suicidarse!”. Sobre todo para evitar su entrada en prisión, como así ha sido.

Tras el siniestro caso, ahora se dedica a “honrar” la memoria de la envenenada de plató en plató televisivo. La izquierda lo ha convertido en su tótem de campaña. Nada que deba extrañarnos. Ya se sabe que la izquierda anda escasa de moral y de escrúpulos, que no le importa otra cosa que alcanzar el poder, aunque para ello tenga que utilizar el drama de los trenes humeantes de Atocha o la vida injustamente arrebatada a una pobre mujer.

La eutanasia traerá consigo la prevalencia del utilitarismo económico sobre la trascendentalidad del individuo a la hora de que otros decidan si debe vivir o morir. Ya está ocurriendo en Europa. En residencias europeas se viven auténticos holocaustos; muertes que han dejado de ser investigadas porque corresponden a un sector de la población que ya no es económicamente útil, que es el principal valor imperante en las sociedades que pierden el alma.

El voto dividido de la derecha garantiza a Pedro Sánchez el triunfo el 28-A, lo que supondrá sobre todo el fin la forma civilizadora de vida que hemos conocido hasta ahora. Convertir a Ángel Hernández en un héroe y a un defensor de la vida en un villano, es un inquietante síntoma del cambio moral de ciclo que se nos avecina.

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