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La profanación de la tumba de Franco no era más que el primer paso para todo lo que estamos viendo y está por venir. Por el General de División Juan Chicharro

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Lo hemos dicho muchas veces. La profanación de la tumba del Generalísimo Franco no era más que el primer paso para todo lo que estamos viendo y está por venir. Fue un acto de odio y de venganza.

Leo en estos días que, para el Gobierno socialista/comunista, la Ley, mal llamada “Democrática”, es una prioridad a la que atenderá el Congreso de los Diputados en el primer semestre de este año. Parece ser que España no tiene mayores problemas que atender. Ni la amenaza secesionista en Cataluña, ni el paro creciente que se manifiesta de manera triste en las llamadas colas del hambre, ni los efectos catastróficos de la pandemia producida por el Covid con más de 80000 muertos  – muchos de ellos debidos a la ineficacia de una administración nefasta – son problemas importantes al lado de la necesidad imperiosa de revertir nuestra historia reciente borrando todo vestigio de la figura de Franco y de lo que significó para nuestra nación. Francamente, no encuentro razón sensata ni lógica para comprender todo esto. Por supuesto que soy capaz de entender que a muchos españoles, por el mero hecho de haber perdido la guerra, no les gustara el régimen que supuso el resurgir de una España caduca y rota sacando a España de la pobreza e ignorancia y del que en gran medida procede una parte importante de la clase política actual, pero que pasados ya 80 años del final de la guerra y 45 del fallecimiento del Generalísimo sigan erre que erre ahondando en las mismas diferencias que nos llevaron a una triste guerra civil no tiene para mí explicación alguna. Y es más, pretendiendo borrar de la escena social y política a quienes no piensan como ellos. Vamos camino – si no lo estamos ya – de una dictadura del pensamiento único, el de una izquierda trasnochada que gobierna nuestra nación contra al menos la mitad de los españoles. El Sr. Sánchez y sus acólitos comunistas o el Sr Iglesias con sus acólitos socialistas gobiernan contra la mitad de su pueblo. En ningún caso para el conjunto de la nación. Entender la política es harto complicado para un militar como yo, y aún más, toda vez que estoy formado en valores bien lejanos de la podredumbre que rodea aquella. Al menos en esta España de hoy. Sí, ya sé que hay explicaciones políticas para todo ello; de hecho yo mismo he escrito mucho al respecto pero según observo la obcecación permanente de personas como el Sr. Sánchez, la Sra Calvo o el Sr Iglesias en “tenella y no enmendalla” comienzo a pensar que el intentar cualquier tipo de concordia o conciliación con esta gente es una tarea imposible que se escapa a mi humilde intelecto. Y así, buscando razones que arrojen alguna luz a esta coyuntura no encuentro otra que en las de la siquiatría o sicología cuando se analiza lo que es el odio.

Estamos ante una cultura de intolerancia, de exclusión y de búsqueda de venganza y así nos encontramos con el odio permanente contra quienes defienden posturas diferentes, a los que ellos conciben como enemigo.

Desde un punto de vista científico, leo a un eminente especialista en siquiatría de Zaragoza, que el odio puede definirse como un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa o fenómeno, hasta el punto de desear destruir y hacer daño a la persona u objeto causante de dicha emoción. El odio es persistente, es decir, la persona que odia vive en el odio, desea venganza. Y cuando surge un liderazgo que logra dar voz y dirección al posible resentimiento social que nace del odio y se nutre de su energía contenida, nos encontramos que para bien o para mal, estos movimientos terminan conmoviendo y modificando el orden social existente. Y es aquí donde nos encontramos en estos momentos en España con este Gobierno que legisla y actúa guiado sólo por el odio profundo que siente contra los que como yo pensamos que Franco fue una bendición para España al librarla de la amenaza comunista que hoy nos acecha de nuevo.

Reconozco y creo honradamente que la reconciliación entre españoles, tras la guerra civil que libraron nuestros padres y abuelos, era algo ya conseguido. Me temo que estaba equivocado y buena prueba de ello es lo que vemos hoy. Lo que me pregunto es a donde nos llevan estas políticas sectarias y hasta cuando vamos a seguir así. Hay algo evidente y es que la reconciliación supone recobrar las relaciones e implica un acercamiento voluntario de las partes antes en conflicto, que buscan conectarse de nuevo, sin tener que obligatoriamente perdonar al otro. Decía el historiador Stanley G. Payne que el gran acuerdo de la transición política habida en España fue el que sin olvidar la historia no se utilizase esta como arma arrojadiza en la política.Todo lo contrario de lo que sucede hoy. Creo que es necesario que se gesten conductas proactivas y que se disminuyan las agresivas presentes. Los españoles necesitamos superar sentimientos como el resentimiento, el juicio negativo o la indiferencia hacia quienes nos han hecho daño, y que afloren sentimientos como la compasión y la generosidad. Nada de esto es lo que vemos en la política española donde el odio es el motor que mueve todas las acciones de gobierno.

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Me temo que siendo todo esto así la única solución que vislumbro es la de la intervención de siquiatras y sicólogos. No esperen nada bueno de la política y menos aún de quienes están afectados de lleno por ese mal humano que es el odio y que lo único que persiguen es el exterminio siquiera sea social y moral de quienes como yo consideramos un derecho el contar a los españoles la historia de quien fue el Generalísimo Franco y lo que significó su capitanía para España.

Sí, este es un problema no ya político sino de siquiatría y buena prueba de ello es observar como les cambia el semblante a estos individuos cuando se vanagloriaban de la profanación de una tumba o hablan hoy de la presente Ley de Memoria Democrática. El odio les domina y corroe las entrañas.  No es mi caso ni el de los que me rodean pero es que la maldad no está en nuestra esencia de personas cristianas y eso que de desgracias heredadas de la guerra algunos tenemos diez veces más que todos ellos juntos. Ellos no saben nada de eso. Son simplemente personas malas pero que muy malas y ahí sólo la siquiatría podría tener cabida. Nada más .

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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