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Todo está relacionado: “Crónica de una degeneración anunciada”

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Envueltos en la vorágine política, continuamos asistiendo a la indefinición tanto en el ámbito nacional como en el de algunas regiones, que siguen en el limbo de la parálisis después de más de dos meses y medio y de uno y medio, respectivamente, desde las fechas en que fuimos llamados a las urnas, tras lo cual se refuerza la pantomima que en muchos casos supone nuestra democracia partidocrática y el fraude en el que se traducen los pactos postelectorales que en no pocas ocasiones no responden a lo que los ciudadanos votan.

Así vimos hace unos días la consumación de la “felonía” de VOX en Murcia, que se repite en Madrid, en las que el mensaje inequívoco de la campaña electoral: “Nuestro principal objetivo es que no gobierne la izquierda”, se traduce en votar junto a Podemos y PSOE la negativa a investir al candidato del Partido Popular primero e impedir siquiera que haya candidato después, en la principal economía de España -hoy comunidad uniprovincial también, otra de las incomprensibles “creaciones” de este sistema-, en base a un supuesto ninguneo con el que pretenden vestir su ansia de tocar el poder que le negaron las urnas al no alcanzar una representación significativa en ninguno de los dos casos, más allá del papel de comparsa en ambas regiones, sin que se pueda entender otra cosa que su deseo de estar en primera línea en los medios a los que denostaban no hace mucho: “mis principios por una foto y que hablen de nosotros aunque sea mal”, que ya lo están haciendo no pocos -incluso los que no hace mucho los defendían ciegamente-, que han tardado bastante en ver lo que algunos venimos diciendo de este “Fraude VOX” desde 2014 y a lo que otros que también lo conocieron de cerca se han venido uniendo desde entonces. Siempre anteponiendo el protagonismo a la prevalencia del objetivo que anunciaban. Lo dicho, un auténtico fraude electoral, mejor dicho, otro, porque no es el único.

Eso, sin entrar en lo que suponen de inefectividad gestora los alargamientos de los periodos de “gobiernos en funciones”, que en algunos casos como en el del gobierno central sería más apropiado llamar de “sin gobierno”, debido a unos plazos que en España son vergonzosos y de lo que hasta Grecia nos acaba de dar una lección: elecciones el domingo y el lunes nombramiento del nuevo presidente y formación de gobierno, además de haber dejado fuera del parlamento a Syriza, la izquierda podemita griega de Alexis Tsipras, y a Amanecer Dorado, la extrema derecha de Nikos Mijaloliakos, que algunos malintencionados comparaban respectivamente con VOX y Santiago Abascal. Cierto que haber obtenido mayoría absoluta ayuda, pero en España -muy dada a las vacaciones, especialmente en el ámbito político- ni así se evitó una paralización de la gestión de gobierno que en 2011 fue de un mes largo -mayoría absoluta de Mariano Rajoy que pudo adelantarse a la lección que nos dio Grecia el domingo-.

En España, si hay que “pactar”, o sea, subvertir el deseo popular, nos vamos ya camino de los tres meses con visos de llegar a seis -ya hubo precedente en 2016-, sin que sea fácil entender que el sistema no obligue a que haya un debate de investidura en un plazo máximo de una o dos semanas, que sería lo lógico, y si no se puede formar gobierno convocar nuevas elecciones en el plazo máximo de un mes. Se me ocurre que si sus “señorías” no empezaran a cobrar sus generosos sueldos -con la excepción en todo caso de la Mesa del Congreso- hasta que no se constituyera de manera efectiva el Poder Legislativo, tras la formación del gobierno, la agilidad se impondría por encima de los espurios y calculados intereses de los supuestos “representantes” del pueblo. Otro cambio urgente que necesita el sistema.

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Por si fuera poco, la semana nos ha “obsequiado” nuevamente con la aberrante celebración del “día del orgullo gay”, que nunca entenderé que merezca tal algarabía, y mucho menos que consista en la exhibición lamentable de toda clase de “espectá-culos”, sexo explícito o actos de demostración de ese “amor homosexual” que parece que sea más fuerte y sincero porque se haga en público en un jolgorio, cuando menos, alejado de la estética, si no de la mínima ética humana y, por supuesto, moral, en los que no tienen el menor reparo en utilizar a niños sin que se escuche un solo comentario de esas asociaciones de defensa del menor, que en esos días también “se dan vacaciones” y miran para otro lado si lo hacen los suyos. Ya sé que mi comentario no entrará en el concepto de “libertad de expresión” que para los que dan ese espectáculo sí ampara sus comportamientos, pero así lo veo yo.

Se trató de un espectáculo en el que de nuevo hemos visto la doble vara de medir a la hora de calificar las agresiones verbales y al parecer físicas a representantes de un partido político que no era “de los suyos” por parte de los que sistemáticamente predican la democracia pero no la respetan y que no llegaron a mayores por la intervención policial. Este año, además, con un invitado especial, el otrora admirado juez del caso Faisán, Fernando Grande-Marlaska, hoy responsable del orden público y que bailando el “Sobreviviré” oficial de estos eventos, tuvo una actuación bastante reprobable en su ambigüedad característica, más propia del sectarismo sanchista que de un ministro del ramo del que hoy los partidos de la oposición piden su dimisión o cese, que tendría que haber sido ya si se confirma que ha habido “intervención” en el “informe policial” que exculpa a los presuntos agresores. Que no digo yo, líbreme Dios, que haya que perseguir o encarcelar a los homosexuales como hacen sus admiradas dictaduras de izquierdas -Cuba, por ejemplo-, colgarlos de una grúa como sus amigos iraníes o tirarlos desde la azotea como en Irak, pero de ahí a considerarlo un “orgullo”, va un trecho. Recuerdo, ¡qué tiempos aquellos!, que me enseñaron que un orgullo era trabajar o estudiar y formarse, terminar la carrera, encontrar un empleo, esforzarse y hacer méritos para conseguir algo, ayudar al prójimo, sacar adelante una familia, educar bien a los hijos…, pero no exteriorizar la parte animal que todo ser humano lleva dentro. Debo estar desfasado.

También conocimos la noticia de que casi uno de cada cuatro universitarios -el 27’7%- no encuentra trabajo en los cuatro años siguientes a terminar su carrera, según un informe sobre “Inserción laboral de los titulados universitarios” del curso 2013-14, publicado por el Ministerio de Ciencia Innovación y Universidades y más de la mitad -el 53%- no lo encuentra durante el primer año. Algo que contrasta con la euforia que allá por Marzo de 2015 publicaba un conocido medio y que poco después motivó mi artículo “Cuatro de cada diez jóvenes tienen titulación universitaria”, que comenzaba con una pregunta para la reflexión: “¿cuántos de esos jóvenes titulados españoles encuentran un empleo, profesional y económicamente, acorde con la cualificación que el título supondría?” y el MCIU me ha dado, cuatro años después, la respuesta oficial con los porcentajes que cito más arriba. Porque este es el resultado de esa “Incontinencia Universitaria” que vengo denunciando desde los años ochenta en que la clase política -por acción o por omisión- ha ido cayendo desde entonces en su carrera desnortada de abrir universidades en todas las capitales de provincia -y ciudades de mediana importancia-, sin freno ni control y sin un previo análisis objetivo de la necesidad real sobre qué disciplinas podían ser necesarias, o siquiera convenientes, para el mercado y la sociedad, en ese intento “igualitarista”, que no igualitario, de la izquierda de que todo el mundo tuviera acceso ‘fácil´ a la Universidad, que llevó aparejada una sensible y creciente bajada del nivel de calidad en la docencia y sus impartidores -entre el 82 y el 96 tener el carnet del PSOE se convirtió en el principal mérito para dotar cátedras- que han sido y son los “formadores” de la mayoría de los que ahora “forman” y de los padres actuales. Simultáneamente se bajó el listón de la exigencia de esfuerzo y mérito como valores selectivos en busca de la excelencia, que es lo que debería buscar una buena Universidad, hoy muy escasas en la enseñanza superior española. Al final, lo que debían ser cribas de la excelencia complementando la preparación de los futuros cuadros con una buena Formación Profesional, que antes se impartía en las Universidades Laborales, también apartadas del sistema por “franquistas”, se convirtieron en fábricas de desempleados y frustrados que el mercado no quiere ni necesita. Pero queda muy bien de cara a la estadística decir que casi todos nuestros jóvenes son “universitarios”, que tenemos cero “analfabetos” aunque una buena parte no entiendan lo que leen y escriban con más faltas de ortografía que aciertos, pero todos igualitos y “chupiguays”, que “mola mazo” como dirían nuestros progres. Y no hablemos del coste de mantenimiento de tanta universidad inútil o contraproducente y de tanto “profesor” mediocre, que sería un asunto que habría que analizar con detenimiento, pero trasciende el propósito de hoy.

Pero como digo en el título, “Todo está relacionado”, aunque en orden inverso al que he venido comentando los tristes acontecimientos de la semana, como es obvio. Sin duda, esta laxitud del sistema docente masificado e igualitarista, tanto en cuanto a la calidad de la enseñanza como en la pérdida del rigor en la exigencia académica -que un 95% de los presentados aprueben la Selectividad, en mi opinión no debería ser motivo de orgullo sino de preocupación, vistos los resultados-, tenía como fin último influir negativamente en la sociedad y lo ha hecho. Había que empezar por los “cimientos” para destruir el “edificio” y los enemigos de nuestros valores y raíces basados en el Humanismo Cristiano se pusieron a la tarea de romper la célula fundamental, deformar al individuo y acabar con la familia y ahí está como primera evidencia ese “orgullo gay” mal entendido y mucho más allá de la tendencia sexual del individuo, respetable siempre mientras no se traspasen ciertas líneas de decoro y respeto, superadas año tras año en estos eventos descontrolados que sólo dejan basura moral y física -véanse las fotos de las calles de Madrid tras la “celebración”- hoy lamentablemente crecientes en el corto plazo si no se ataja de raíz el problema vía educación y exigencia. Unida a eso ha ido la implantación sibilina de términos en ese sentido y la proliferación de tipos de “familia”, término que ha pasado del concepto tradicional de padre, madre e hijos -si los hay- a utilizarse para cualquier otra convivencia de individuos de cualquier sexo incluida la de consigo mismo, que también es ya “familia”, si interesa al “progresismo” de izquierda.

Por último, teniendo en cuenta que, como es lógico en una “democracia”, aunque sea tan particular y desvirtuada como la nuestra, al Parlamento y demás instituciones llegan “representantes” de esa sociedad que estoy describiendo y, precisamente por eso, no podemos sorprendernos del mediocre nivel que demuestra la inmensa mayoría de nuestros políticos actuales -afortunadamente hay excepciones-, que anteponen sus intereses personales al bien general de lo que representan, algo que se hizo más patente especialmente desde la llegada del primer mediocre por excelencia que ascendió al máximo nivel de una democracia, “Para ser presidente del gobierno solo hace falta ser español y mayor de edad”, dicen que confesaba a su mujer el que llegó a la Moncloa por Atocha, sin entrar en más detalles, y así nos va desde 2004 y no se ha sabido, querido o, a lo mejor, podido, tratar de cambiar en 2000 o 2011 y así nos va.

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¡Viva la “democracia” totalitaria que la izquierda impuso y que la derecha consintió! Pese a todo, “es el menos malo de los sistemas políticos”, que decía Sir Winston Churchill… ¿o no?

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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