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Qatar y Arabia Saudí financian la expansión del totalitarismo islámico por Europa

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Financiando mezquitas, promoviendo “universidades”, subvencionando variadas organizaciones, proporcionando recursos económicos a numerosas oenegés y sufragando también la actividad de personalidades afines. El Reino de Qatar, acusado reiteradamente de financiar el terrorismo islamista internacional, es también uno de los principales impulsores del islam político en Europa y, para ello, utiliza una presunta gran Organización No Gubernamental, denominada Qatar Charity (QC), con presencia directa o indirecta en prácticamente todo el continente. Solamente en 2014, esta máquina de poder y de influencia de Doha en Europa destinó más de 72 millones de euros a financiar 140 centros de culto musulmán, escuelas coránicas, liceos islámicos y asociaciones de musulmanes en 14 países del viejo continente.

Así se desprende de una investigación realizada por los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot que han presentado en su libro “Qatar papers”, de reciente aparición en Francia. Chesnot y Malbrunot revelan en su trabajo que los cinco países más sensibles al proselitismo religioso sufragado desde Doha son Italia, Francia, España, Alemania y el Reino Unido.

La ONG Qatar Charity, que comparte responsables con el Gobierno islamista catarí, ha financiado íntegramente proyectos de proselitismo religioso en lugares tan distantes y diferentes como Katowice (Polonia), Kiev (Ucrania), Berlín (Alemania), Saronno (Italia) o en ciudadades españolas como Valencia o Zaragoza. Y en otras capitales europeas, si no ha financiado proyectos islámicos en su totalidad lo ha hecho en montantes superiores al 70% de su coste definitivo. Así ha ocurrido, por ejemplo, en ciudades como Roterdam (Países Bajos), Budapest (Hungría) Barcelona, Nantes o Sheffield (Gran Bretaña).

Según demuestran Chesnot y Malbrunot en su libro, el largo brazo de la financiación catarí del islam europeo se extiende, incluso, a las remotas zonas del norte noruego, donde destinó 300.000 euros al presidente de la Liga Islámica de este país para la compra de una iglesia católica y su posterior transformación en una mezquita.

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No menos impetuosa es la subvención global que Qatar ha destinado a impulsar el islam en un país de tan marcada tradición católica como Polonia. La Asociación Islámica para la Formación y la Cultura recibió, por ejemplo, 208.000 euros de ayuda para la puesta en marcha en Varsovia de un gran centro islámico, formado por una mezquita, una escuela musulmana, salas de conferencias y locales comerciales.

Tan expansiva y penetrante es la expansión islamista que Qatar está promoviendo en Europa que sus tentáculos han llegado hasta la ínfima isla anglo-normanda de Jersey, donde viven alrededor de 100.000 personas, de las cuales apenas 400 son musulmanes. Qatar Charity ha financiado totalmente con 720.000 euros la apertura de la primera mezquita de la isla. El centro islámico Al-Aziziyah se abrió, una vez más, en lo que era una antigua iglesia cristiana (en este caso, metodista) y dispone de una sala de oración para los hombres con una capacidad para más de 300 personas y otra sala de rezo para las mujeres (60 fieles), así como un centro de aprendizaje del Corán con disponibilidad para acoger a 70 alumnos.

La influencia de Qatar se extiende también más allá de Europa, y en ocasiones, además, se realiza de una forma notoriamente pública, como ocurrió en diciembre de 2018, cuando este país anunció haber alcanzado una serie de acuerdos con la ONU que suponen una inyección de 500 millones de dólares en diversos organismos del sistema en los próximos años, y que en palabras del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, conviertieron al país árabe en “socio estructural”.

Paralelamente, Qatar es en estos momentos el mayor donante extranjero para las universidades estadounidenses. Los fondos están destinados a la enseñanza del árabe y las lecciones sobre la cultura de Oriente Medio y su inclinación ideológica a veces se manifiestan sin ningún tipo de filtro, como en el plan de lecciones en las escuelas estadounidenses titulado “Expresa tu lealtad a Qatar”.

Mientras tanto, en Libia, Qatar, que se jacta de tener “magníficas relaciones con Occidente”, habría estado alimentando económicamente al movimiento yihadista Ansar al Sharia, al mismo tiempo que en Siria habría hecho lo mismo con Ahrar al Sham, los Hombres Libres de Siria, en su momento una organización terrorista clave en la transformación de las revueltas contra el régimen del presidente Bashar al Assad en sublevaciones islamistas.

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Pero, además, Qatar también ha sido acusado de financiar a los terroristas del Estado Islámico (ISIS). El general Jonathan Shaw, ex jefe del Estado Mayor de Defensa en Gran Bretaña, declaró que Qatar y Arabia Saudita son responsables de la propagación del islam radical en Occidente. “Esta es una bomba de tiempo que, bajo el pretexto de la educación, el wahabí salafismo realmente se está incendiando en el mundo. Y se financia con dinero saudí y qatarí, y eso debe terminar”.

Según el presidente del Foro de Medio Oriente, Daniel Pipes , “Doha no depende solo de la diáspora islamista en Occidente para avanzar en su agenda; también trabaja para influir directamente en los políticos occidentales y el público”. Uno de los ejemplos más notables de esta afirmación: uno de los intelectuales musulmanes más queridos por la izquierda occidental, Tariq Ramadan, nieto de Hasan al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana, a quien varias mujeres han acusado de violación y abuso sexual, ha estado recibiendo durante los últimos años 35.000 euros al mes de Qatar por sus labores de “asesor”.

Pipes explica, además, que “las estaciones (radio y televisión) cataríes en inglés producen una propaganda astuta contra los enemigos de Qatar, disfrazada de la retórica liberal occidental. La última aventura de Al Jazeera es su canal de medios sociales, AJ, que está dirigido a los jóvenes estadounidenses progresistas. Sus documentales sobre los males de Israel, Arabia Saudita y la administración de Trump, se encuentra entre la cobertura brillante de las campañas de derechos de los transexuales y los llamamientos emocionales por la difícil situación de los solicitantes de asilo en la frontera sur de Estados Unidos, temas aparentemente incongruentes para una emisora controlada por un régimen de ideología wahabí”.

El diputado alemán y experto en Oriente Medio, Rolf Mützenich, ya lo advirtió en 2016: “Desde hace bastante tiempo tenemos indicios y pruebas de que los salafistas alemanes están recibiendo ayuda, aprobada por los gobiernos de Arabia Saudita, Qatar y Kuwait, en forma de dinero, el envío de imanes y la construcción de escuelas y mezquitas coránicas”.

Como explica el analista Giulio Meotti, “a medida que el gasto ideológico de Qatar en Occidente avanza, muchos europeos, aparentemente perdidos detrás de una ceguera voluntaria, persiguen sus inútiles acusaciones de ‘discurso de odio’, ‘racismo’ e ‘islamofobia’, mientras que los musulmanes radicales se infiltran en sus democracias y continúan rodeándolos”.

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Arabia Saudí

Pierre Conesa, un ex-alto funcionario del Ministerio de Defensa francés y hoy consultor en temas de terrorismo y geopolítica, no se cansa de repetir un mensaje: Arabia Saudí, el gran aliado de Occidente en Oriente Medio, lleva años exportando a todos los rincones del mundo su modelo de “wahabismo”, la versión más rigurosa e intolerante del Islam sunita, que inspira a los terroristas del autodenominado Estado Islámico y de Al Qaeda.

Pierre Conesa es el autor de una investigación apasionante y sin precedentes sobre esta diplomacia religiosa de Arabia Saudí que ha titulado “Dr. Saoud y Mr. Djihad”. El libro comienza explicando cómo el sistema proselitista que emplea Arabia Saudí es similar al poder blando característico de la diplomacia de Estados Unidos. “Para expandir su visión integrista y radical del Islam utilizan a una multiplicidad de actores, que pueden ser políticos, fundaciones o universidades islámicas”.

En opinión de Conesa, el hecho de que Arabia Saudí financie directa o indirectamente la comisión de atentados terroristas es una preocupación secundaria desde un punto de vista económico, porque en cantidades absolutas el gasto que supone cometer un atentado como los que el autodenominado Estado Islámico ha provocado en Europa a lo largo de los últimos meses es mínimo. “Lo que ha de preocuparnos es la ideología, y es esta ideología islamista, radical y violenta lo que Arabia Saudí transmite a los terroristas”.

Ademas, explica Pierre Conesa en una larga entrevista concedida al semanario francés “Le Point”, Arabia Saudí también tiene una actividad proselitista de tipo soviético. “Han formado a cerca de 25.000 personas en la Universidad Islámica de Medina que transmiten una ideología totalitaria como es el wahabismo o salafismo”. “Un teólogo musulmán francés me dijo en una ocasión que el wahabismo era la versión más sectaria, racista, antisemita, homofóbica y misógina del Islam. A diferencia de lo que ocurre en otras universidades islámicas del mundo, los estudiantes que obtienen becas de la Universidad de Medina se encuentran perfectamente alojados y mantenidos, y en condiciones magníficas para dedicarse a la predicación y la propaganda”.

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En opinión de Pierre Conesa, alrededor de 30.000 personas habrán sido “formadas” en estas universidades islámicas de Arabia Saudí. “Son predicadores que luego encontramos en el Sahel, Malí, Níger o República Centroafricana. Cada año, los saudíes dedican 8.000 millones dólares a su diplomacia religiosa, que es tanto como lo que dedican a su Ministerio de Defensa”.

“Por otro lado, se encuentra la Liga Mundial Musulmana, fundada en la época de Nasser. Se trata de una organización no gubernamental, siempre dirigida por un saudí, que lleva la marca wahabí del Islam y cuya financiación es muy opaca. Bajo el pretexto de la defensa de los musulmanes y la construcción de mezquitas a lo largo y ancho del mundo, la Liga Musulmana Mundial, a menudo, ha sido punta de lanza de la presencia de Arabia Saudí en el extranjero”.

El autor de “Dr. Saoud y Mr. Djihad” considera que para explicar este comportamiento de Arabia Saudí hay que mirar a la historia y entender el pacto original que se estableció entre Muhammad Bin Saud, patriarca de la dinastía Saud que gobierna el país, y el clérigo ultraconservador Mohammed Abdelwahhab. Este acuerdo fue firmado en 1744 y es el origen de la primera Arabia. En ese momento, Abdelwahhab utilizó el término “yihad” para que Saud pudiera conquistar el territorio de Arabia guerreando contra otras tribus. El imán también llamó a la yihad para luchar contra el Imperio Otomano. “Por lo tanto, la yihad es constitutiva de la identidad nacional de Arabia. Desde el principio, Arabia Saudita es un sistema que se asienta sobre dos pilares: por un lado, la familia Saud, y por otra parte, el cuerpo de ulemas (teólogos), dirigido por la familia Al-Shaikh, es decir los descendientes de Abdelwahhab”.

“Los primeros representan al país aliado de Occidente desde la Guerra Fría mientras que los segundos se encargan de la dimensión integrista, con los asuntos religiosos y la educación en sus manos. Cada vez que los Saud necesitan de los occidentales”, explica Conesa, “tienen que dar explicaciones a los ulemas, que a cambio les piden más poder”.

Y cita tres ejemplos de este proceso:

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  • En 1979, cuando los radicales toman la gran mezquita de La Meca y los Saud llaman a los policías franceses para liberarla, tienen que transferir más poder a los religiosos para compensar esta decisión. Se cierran todos los cines de Riad y se obliga a llevar velo a las mujeres extranjeras.
  • En 1991, cuando Bin Laden propone defender Arabia Saudí contra Sadam Husein y los Saud prefieren apelar a 100.000 soldados americanos, se producen los primeros atentados que muestran el desacuerdo con el llamamiento de ayuda realizado a los “infieles”.

  • El Estado Islámico es un producto del salafismo que contesta a Arabia Saudí y se pone por encima de ella. De esta forma, Arabia Saudí está siendo superada por los monstruos que creó.

Pierre Conesa niega rotundamente que Arabia Saudí haya creado al Estado Islámico. “Ha creado el salafismo, que es la ideología madre que alimenta al Estado Islámico, y compite con los terroristas en demostrar quiénes son los mejores defensores de la causa suní”.

El analista parisino considera que en Occidente existe una especie de tabú en lo que respecta a criticar a Arabia Saudí, ya que es “nuestro amigo y nuestro mejor cliente”. “Yo creo que nuestros intereses comerciales no deben poner en riesgo la seguridad de nuestros ciudadanos (…) En ocasiones, en Occidente, parece que tenemos problemas para definir quién es nuestro enemigo. Nuestro enemigo es el salafismo, del que el Estado Islámico es una aplicación práctica. Pero el padre de esto, el Dr. Frankenstein, es Arabia Saudí. Y estamos en una posición esquizofrénica en la que luchamos contra el terrorismo islamita al mismo tiempo que tratamos de proteger a su padre. Pero en la novela de Mary Shelley, el monstruo solamente desaparece junto a su creador”.

Artículo publicado originalmente en la Revista Naves en Llamas

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1 Comentario

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  1. Avatar

    Diego Vazquez

    07/10/2019 at 18:52

    Lo que estamlos bviwendo no existe porque no sale en las telelavadoras de cerebros del régimen del NOM. La Tercera Guerra es inminente y nos cogerá
    desprevenidos (siempre será posible echarle la culpa a la derecha fascista)

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España

Un homenaje a Ucrania desde la Memoria Española: 81 años de la última gran victoria del ejército español, por Francisco Torres García

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Francisco Torres García

 

Hace 81 años se libró en la entonces URSS, en los arrabales de la ciudad de Leningrado (San Petersburgo) la batalla de Krasny Bor. Un choque de tintes épicos entre la infantería española y el Ejército Rojo en los inicios de la Operación Estrella Polar, planificada por quien sería mariscal y cuatro veces héroe de la Unión Soviética, Gueorgui Konstantinovich Zhúkov. Considerado por la historiografía soviética y posterior como el mejor de los comandantes soviéticos en campaña, los soldados afirmaban: «Donde está Zhúkov, está la victoria».

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Con aquella, sin duda, pensaba añadir, a la que sería una brillante carrera militar, la liberación definitiva de la ciudad de Leningrado. La misma que había conseguido defender ante el asalto alemán en el otoño de 1941. Con una concatenación de ofensivas en los Frentes de Leningrado, Vóljov y Noroeste pretendía alcanzar un objetivo  muy ambicioso: acabar con el cerco a Leningrado, liberar Novgorod, embolsar al 18.º Ejército alemán y abrir el camino hasta la frontera de Estonia y Letonia. Todo ello tras haber desarticulado los soviéticos la Operación Nordlicht, el que iba a ser el asalto definitivo a la ciudad cuna de la Revolución dirigido por el mariscal Erich von Manstein.

La batalla defensiva que libró en Krasny Bor la División Española de Voluntarios, la División Azul, supuso, sin embargo, un revés para el plan de Zhúkov al impedir la ruptura del frente encomendada a unidades del 55.º Ejército; resistencia que contribuyó a la frustración de toda la Operación. Más allá de cualquier otra valoración hay que señalar que si los españoles se hubieran hundido la progresión soviética, que debía protagonizar la 45.ª División de la Guardia del general Krasnov, hubiera sido difícilmente contenible quebrando la línea de comunicación que permitía abastecer a las fuerzas alemanas.

Conviene insistir, como nota introductoria, en una realidad incuestionable que las circunstancias políticas de la última década, junto con algunos sectores de la historiografía, tienden a obviar, que, independientemente de su componente político y de su recluta, la División Española de Voluntarios, la División Azul, fue una unidad del Ejército español, constituida orgánicamente al efecto de realizar una misión específica (combatir al comunismo) y disuelta a la conclusión de la misma. Esta gran unidad consiguió, entre el 10 y el 11 de febrero, en lo que debemos denominar los combates de Krasny Bor, siguiendo al general Fontenla, una importante victoria en lo que fue una batalla defensiva al frustrar la intención enemiga y dislocar una ofensiva de amplios horizontes. No es exagerado, sino simple constatación de la realidad, que en Krasny Bor el ejército español alcanzó su última gran victoria en una gran acción bélica.

Más allá del desarrollo de los combates en aquellas 18 horas de lucha continua entre el 10 y el 11 de febrero, más allá del rosario de acciones heroicas que en aquellas momentos se dieron, avanzado el conocimiento real de los hechos (siendo fundamentales las aportaciones realizadas por Carlos Caballero), desbrozadas algunas interpretaciones herederas de las valoraciones personales de quienes combatieron, eliminados no pocos mitos que durante décadas prescindieron de los condicionantes tácticos y de la realidad de las fuerzas en presencia, vamos a tratar de precisar algunos aspectos, quizás aparentemente secundarios, sobre los condicionantes y las lecciones de aquel día.

La División Azul que consiguió aquella victoria no era la unidad que salió de España en julio de 1941 y que había combatido brillantemente en las orillas del Vóljov. En febrero de 1943 no eran muchos los divisionarios alistados en 1941 que permanecían en el frente, probablemente rondarían los 2.000. Tras agotar las listas de reserva, en marzo de 1942, el gobierno español decidió iniciar un nuevo periodo de recluta del que saldrían la mayor parte de los combatientes en la batalla.

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Entre abril y diciembre de 1942 llegaron al frente 14.124 hombres. A partir de mayo comenzaron a abandonar el frente los denominados Batallones de Repatriación. Más de 9.000 voluntarios regresaron a España hasta el último mes de aquel año; entorno a  2.000 no pudieron hacerlo y aguardaban la eternidad en un rosario de cementerios. En este proceso el general Muñoz Grandes chocó con el Ministerio del Ejército y su planteamiento de renovación/sustitución, inclinándose por mantener la vieja «amalgama napoleónica» distribuyendo a los que llegaban entre todas las unidades.

En febrero de 1943 la DEV era una unidad prácticamente renovada. Sobre aquellos voluntarios llegados caería la leyenda de una recluta forzada, alimentada por la paga, pletórica de republicanos y maleantes, con escasa moral de combate y menor voluntad de vencer, salida de los cuarteles, aunque casi 9.000 de los llegados a lo largo de 1942 se hubieran alistado desde los banderines abiertos en las milicias falangistas… Visión que compartía y ampliaba la propaganda soviética que mantendría de forma ortodoxa el PCE y se transmitiría, a través de sus vasos comunicantes, a parte de la reciente historiografía española. La prueba más evidente de que no era así es lo ocurrido durante los combates de Krasny Bor.

En julio de 1942, aquella gran unidad que estaba renovándose/reconstruyéndose, recibió órdenes para trasladarse desde el Vóljov hasta el frente de Leningrado, iban a participar en lo que se anunciaba como el asalto definitivo a la ciudad. Aquel movimiento iniciado en agosto dio tiempo al general Muñoz Grandes para instruir a sus hombres. Además se le indicó que, una vez acantonada en las proximidades del frente, tendría un tiempo antes de entrar en línea. La División Azul iba a tener un papel relevante en la ruptura que conduciría a la ocupación de la ciudad dentro de la Operación Nordlicht. Lo que indica el valor que como unidad de combate se daba a los españoles por parte del mando alemán.

Las circunstancias y la falta de fuerzas acortaron los plazos y la DEV entró en línea el 5 de septiembre entre Alexandrovka y el río Ishora. El general Muñoz Grandes asumió el mando de una zona de buenas posiciones pero sin profundidad en sus elementos de defensa, y procedió a reestructurar sus fuerzas para una acción ofensiva que se mantuvo viva hasta mediados de octubre de 1942. Ahora bien, por sus efectivos, que a finales de octubre podía desplegar 16.343 hombres, la DEV era la unidad más poderosa del frente. Con sus fuerzas podía mantener su sector sin dificultades ante cualquier contingencia.

El general Emilio Esteban-Infantes, que iba a sustituir en el mando a Muñoz Grandes, llegó al frente en agosto para convertirse en 2ª Jefe de la unidad, a él iba a corresponder, en gran medida la preparación final de la zona y el despliegue en el nuevo sector que se le iba a adscribir en que se libraría la batalla.

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Cerrado definitivamente el planteamiento ofensivo correspondía prepararse para establecer un escenario defensivo ganando lo que no tenían las líneas alemanas de un frente estático como era el asumido, profundidad. Ambos generales conocían la doctrina táctica española sobre la batalla defensiva que optaba por la profundidad y la distribución de posiciones defensivas con espíritu de resistencia al objeto de impedir al enemigo la penetración real y el dominio del territorio. Doctrina revisada durante la guerra civil sobre la que el propio Franco había teorizado, destacando la importancia de la batalla defensiva, en 1938 en sus instrucciones para los jefes de grandes unidades y en sus comentarios al reglamento de ese año. El general Muñoz Grandes asumió que se vería obligado a librar una difícil batalla defensiva cuando anunció que se mantendría a toda costa en Novgorod en el invierno de 1941-42.

El propio Franco en su ABC de la batalla defensiva. Aportación a la doctrina, síntesis final de lo escrito durante la guerra, incidiría en la necesidad de relegar «los órdenes lineales», optando por «sistemas profundos, tanto más necesarios cuanto mayor sea la capacidad de penetración de los Ejércitos modernos y su potencia para la ruptura» con lo que se organizará el terreno propio «preparando el sistema de fuegos que ha de aniquilar al enemigo», asumiendo que las fuerzas enemigas progresarán según sea la red de comunicaciones existentes que permitirán alimentar la batalla, por lo que «los campos de batalla principales hemos de buscarlos en esas vías de penetración, como en ellas ha de situarse el centro de gravedad de nuestras tropas», creando la zona de resistencia y en esta, siguiendo los reglamentos tácticos, lo fundamental es el ocultamiento y la dispersión de las fuerzas. En ese marco se desarrolló la batalla de febrero en el frente ruso.

Tanto Muñoz Grandes primero como Esteban-Infantes después trabajaron para dotar de profundidad sus líneas. La línea española tuvo una relativa tranquilidad, aunque sometida a los duelos artilleros y golpes de reconocimiento, entre los meses de octubre y noviembre, lo que permitió incidir en la instrucción de las fuerzas. Una optimización que no hay que depreciar a la hora de valorar las razones de la victoria española.

El problema, sobre todo para Esteban-Infantes al asumir el mando completo, fue la constante ampliación de la línea a cubrir por los españoles desde el sector inicial establecido entre Alexandrowka y el meandro del río Ishora. En enero de 1943 los soviéticos lanzaron la Operación Iskra que daría origen a la batalla por el control de los Altos de Sinyavino. La falta de fuerzas hizo a los alemanes exprimir el frente sacando unidades. La División Azul cedería al II Batallón del 269.º a mediados de enero de 1943. En Sinyavino los españoles demostrarían, una vez más, su capacidad de aferrarse al terreno y no ceder hasta quedar reducidos a la mínima expresión (solo 30 hombres regresarían indemnes), algo que no parece que fuera tenido en cuenta por el mando enemigo. Todo ello llevaría a la División a extender sus líneas primero hasta Krasny Bor, y después hasta más allá de la línea férrea cubriendo otros siete kilómetros. De un despliegue en el que los españoles mantenían reservas en cada subsector se pasó a un despliegue que embebía en línea a casi todas las fuerzas. Pero lo más grave era la falta de profundidad de la línea más allá del Ishora y la necesidad de preparar el terreno. Esteban-Infantes tendría que luchar contra el tiempo para ganar profundidad, pero este se estaba acabando. El tiempo había permitido trabajar en todo el sector la oeste del Ishora, pero ahora las líneas española podían alcanzar, según se evalúe, entre los 24 y los 30 kilómetros para soldarse al este con las fuerzas limitadas de la 4.ª División SS Policía que estaban retornando tras su participación en los combates de mediados de enero.

La División Azul cubría una línea que cortaba el río Ishora, la carretera Leningrado-Moscú, la población de Krasny Bor que ocupaba unos 9 kilómetros cuadrados y la línea del ferrocarril Leningrado-Moscú. A lo largo del mes de enero se hizo evidente que el subsector que se abría en el Ishora y llegaba hasta la línea férrea era tácticamente fundamental. Esteban-Infantes asumió la necesidad de ganar en profundidad asegurando las líneas en el Ishora y cubriendo la carretera, pero para completar un sistema que contara con suficientes posiciones para cubrir una amplia zona de resistencia necesitaba más tiempo. A la vez procuró destruir los intentos enemigos de progresar a la hora de acercar sus posiciones a la línea española ante Krasny Bor y la línea férrea. El condicionado despliegue español en la zona mostraría su eficacia el 10 de febrero.

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El  subsector de unos 11 kilómetros de línea, con unos cuatro fundamentales entre la carretera y el ferrocarril, quedó guarnecido por el Regimiento 262.º a las órdenes del coronel Manuel Sagrado Marchena, reforzado con el Batallón de la Reserva Móvil y la Compañía de Esquiadores, a lo que se sumarían, exprimiendo la División, el Grupo de Exploración, el Batallón de Zapadores y el Grupo Antitanques. El 10 de febrero tenían establecidos 2 escalones de despliegue y dos pequeñas reservas en su retaguardia. Durante los combates improvisarían una tercera línea. En total unos 5.000 hombres.

Lo que difícilmente podía prever el mando español o alemán era que los soviéticos hubieran situado el punto de ruptura de una gran operación ofensiva precisamente en aquellos kilómetros. Allí los españoles tendrían que aguantar primero la durísima ruptura artillera y después el asalto enemigo. Lo harían en inferioridad ya que el Ejército Rojo desplegaba 4 divisiones (72.ª y 43.ª de Fusileros, junto con la 63.ª y 45.ª de la Guardia) y una imponente masa artillera (la proporción con respecto a las baterías hispano-alemanas ha precisado Carlos Caballero era de 3.3 a 1, «que ya era bastante»). Flanqueada por las divisiones 72.ª y 43.ª de Fusileros, la 63.ª División de la Guardia, al mando del general Nikolái Pávlovich Simoniak tenía la misión de abrir brecha en Krasny Bor consiguiendo la necesaria ruptura. No era la 63 División una unidad escasamente fogueada, ni su general carecía de brillantez. De hecho, había protagonizado el 18 de enero la ruptura del frente enemigo en Shlisselburg, enlazando con las fuerzas del Frente del Vóljov en la Operación Chispa, lo que valió a Simoniak la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.

La terrible preparación artillera que se prolongó durante casi dos horas castigó muy duramente a las compañías españolas, que en algún caso llegaron a sufrir bajas cercanas al 80% de sus efectivos. Simoniak no esperaba una fuerte oposición y cuando la infantería roja avanzó apoyada por carros KV 1 se encontró con la enconada resistencia de los restos de las compañías de Huidobro, Palacios, Oroquieta, Aramburu, Campos… Se abría así el tiempo de las resistencias decisivas que se prolongaría durante horas. Algo que no debió extrañar, cuando comenzó a tener información, al general Esteban-Infantes pues él mismo las había vivido en primera persona durante la batalla de Brunete en la guerra civil. Tampoco, a pesar de la dureza se produjo el hundimiento de la moral, los que retrocedieron en medio de la lluvia de fuego se recompusieron y contraatacaron cuando encontraron mandos que los reagruparon. Algo que difícilmente hubiera sucedido en una unidad de recluta forzada o sin más horizonte que la paga.

Según la propaganda enemiga la División iba a plantear escasa resistencia dado el componente humano de la nueva recluta. Parece evidente que los mandos del Ejército Rojo habían asumido como real esta imagen. Sin embargo, lo que los españoles estaban demostrando era una alta moral de combate no quebrándose la voluntad de vencer y una elevada calidad entre sus jefes, oficiales y suboficiales que tuvieron que combatir durante horas sin la necesaria comunicación entre las compañías ni con el mando superior establecido por Esteban-Infantes en el puesto avanzado de Raykolovo. Las compañías de la Guardia pudieron sobrepasar los núcleos de resistencia de las compañías de línea, pero se empantanaron en una zona de resistencia que nunca pudieron dominar, no pudieron adueñarse del terreno y esa fue la clave del día.

Sin comunicación exacta sobre el alcance de la penetración enemiga durante horas el general Esteban-Infantes movió sus escasas reservas y adoptó la medida de recurrir a los hombres del Batallón de Repatriación, disponiéndose a aguantar, en el peor de los casos apoyado en el Ishora; al otro lado del río el intento de progresión soviética había sido contenido y rechazado el ataque en el meandro del río. Con respecto a la actuación del general Esteban-Infantes, el general Fontenla ha precisado que si bien no percibió la entidad del posible ataque, «durante al batalla reaccionó de forma correcta… en su puesto de combate: empleó el fuego de la artillería divisionaria, empeñó reservas disponibles y se esforzó en organizar otras nuevas, y reforzó el borde de la lucha en Ishora para impedir sus ensanchamiento y facilitar, en su caso, la estrangulación de la penetración mediante un contraataque general».

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Al caer la noche, sobre las 15.30 los combates adquirieron una nueva dimensión sobre un terreno en el que las manchas blancas se alternaban con grandes extensiones de barro. Los españoles continuaban resistiendo en su segundo escalón apegados a las construcciones de Krasny Bor y en su improvisada última línea de resistencia. Los divisionarios habían dado tiempo al mando alemán a preparar una línea tras la zona de combate para guarecer Sablino. Las fuerzas de Simoniak no pudieron abrir la brecha necesaria en Krasny Bor, ni se pudo progresar al este de la línea férrea: no hubo ruptura definitiva. El mando del 55.º Ejército no pudo usar su reserva convenientemente, la 45.ª de la Guardia del general Krasnov, pues ya no había éxito que explotar y los alemanes habían desplegado una línea defensiva tras los españoles.

Al finalizar el día los divisionarios habían perdido en aquel subsector, que cederían a los alemanes de forma progresiva hasta la medianoche, entre 3 o 4 kilómetros, pero -insistimos- los soviéticos no consiguieron su objetivo que era abrir una brecha rompiendo el frente y dominando el terreno para permitir el avance, con lo que su ataque quedó dislocado perdiendo más de un tercio de sus efectivos, sin romper nunca de forma definitiva la última línea española ni ocupar su zona de resistencia.

La gloria, la victoria y la muerte acompañan siempre hechos de armas como los combates de Krasny Bor. En torno a 1.100 españoles perdieron la vida en la batalla, entre 200 y 300 cayeron prisioneros, otro millar y medio recibieron heridas de consideración -parte de ellos también dejarían este mundo a consecuencia de las mismas o acortarían significativamente su vida-. Hubo acciones heroicas que por falta de testigos nunca fueron convenientemente recompensadas. Un soldado, Antonio Ponte Anido, pese a estar herido decidió frenar un T-34 que se dirigía hacia un hospital de campaña, lo hizo con su vida, fue recompensado a título póstumo con la Cruz Laureada de San Fernando.

Según anota Carlos Caballero el mando alemán anunció la concesión por los hechos de aquel día de 30 Cruces de Hierro de 1ª, 300 de 2ª y 400 Cruces al Mérito Militar con Espadas. En parte de aquellos prisioneros, que fueron internados en los campos de concentración soviéticos, tampoco se quebró la voluntad de continuar la lucha y vencer. Algunos de ellos serían condecorados tras volver a España 11 años después.

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