Connect with us

Opinión

El cartero siempre llama dos veces: última llamada al sentido común, sin vuelta atrás

Avatar

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Después de esta sucesión de elecciones, las generales del pasado 28 de Abril, de muy triste resultado para España, y las del próximo domingo 26, municipales, autonómicas y europeas, de muy incierto resultado, en las que -en mi opinión- nos jugamos mucho más que cuatro años de que uno u otro color “rija” -o termine de destrozar- los destinos de los más de ocho mil municipios -¡qué barbaridad! y ¡qué derroche!, hoy que se habla de globalización-, doce comunidades -Valencia ya decidió, mal, y las tres mal llamadas ‘históricas’ y Andalucía van por libre- y dos ciudades autónomas -¡qué estupidez administrativa!-, además de la más que dudosa representación en Europa, no me pregunten por qué, pero me vino a la cabeza el nombre de ese libro de James M. Cain (1934), llevado después al cine en dos versiones, con el título de “El cartero siempre llama dos veces”.

Seguramente, algún lector me dirá que el “tórrido” argumento de esa conocida obra no tenga mucho que ver con la sucesión de elecciones, aunque sí convendrá conmigo en que lo del próximo domingo es una “segunda llamada a las urnas”, en cuatro semanas, que da la oportunidad de reconsiderar el sentido del voto que hace menos de un mes dio un resultado, cuando menos, preocupante, para un alto porcentaje de españoles. Y creo también que coincidirán conmigo muchos lectores en que, en función de lo que resulte el día 26-M, las posibles “relaciones” derivadas de las elecciones generales pueden dejar el citado libro en una novelita rosa frente a lo que nos pueda deparar el previsible pacto para formar gobierno y los posteriores durante la legislatura, de un partido dispuesto a “prostituirse” para conseguir su principal objetivo, seguir en el poder, entregado a unos socios que quieren acabar con la España centenaria y, tal vez, con la Monarquía parlamentaria ¿consolidada? tras la ejemplar Transición “de la Ley a la Ley” de 1978, hoy más en peligro que nunca desde que la llegada al poder del nefasto “presidente por accidente” -o, mejor dicho, atentado- despertara las dos Españas machadianas que su clon aventajado, Pedro Sánchez, podría rematar justo 365 días después de la moción de censura de hace casi un año -¡cómo vuela el tiempo!-, si no recuperamos la razón dentro de tres días y el sentido común se impone a las vísceras que ganaron la primera vuelta.

Lo visto estos días en la constitución de las Cámaras que sorprendentemente consolidan lo iniciado en las de 2015 y 2016, empeorándolo con el aumento de independentistas, y han llevado al Congreso y Senado -tercera y cuarta instituciones del Estado- a dos nacionalistas catalanes, Meritxell Batet -remedo de apellido y triste paso por el Ministerio de Administración Territorial, el zorro cuidando las gallinas- y Manuel Cruz, sustituyendo al defenestrado -por los independentistas- Miguel Iceta, como senador autonómico, en lo que sin duda son dos guiños al separatismo catalán, dando una primera señal de alarma. Sus dos primeras decisiones o manifestaciones, respectivamente, no dejan lugar a dudas. La del Congreso intenta “ganar tiempo” -yo diría más bien perderlo en su espurio interés de poner arena en el engranaje del Tribunal Supremo- para que la suspensión de los cuatro diputados y del senador golpistas, que recoge el Art. 384 bis de la LECRIM, no se produzca antes de las próximas elecciones, pese a la petición de la Fiscalía del TS a ambas cámaras de llevarla a efecto de manera inmediata en virtud del citado artículo. El del Senado responde en una entrevista en El Confidencial que “Yo tengo la sensación de que el 155 no está cerca”, como un primer aviso de su postura contemplativa hacia el desafío catalán.

Ante la lamentable presencia de golpistas en las listas electorales, que los han llevado a que puedan ser “elegidos” diputados o senadores, uno, en su ignorancia política, se hace la pregunta de ¿qué hicieron PSOE y PP con sus mayorías absolutas que no cambiaron la Ley Electoral para evitar esto, además de la injusta sobrerrepresentación que produce la concentración en pocas provincias del voto nacionalista, y la Ley de Partidos para impedir que formaciones de marcado carácter separatista puedan comparecer en los comicios nacionales? Pero ese es otro asunto ya tratado y sobre el que habrá que volver a insistir si se consigue evitar lo que puede venir.

Advertisement

Creo también, que no pocos españoles estarán de acuerdo en que una nueva victoria de la izquierda, apoyada por el neocomunismo y el nacionalismo periférico, filoetarras incluidos, puede suponer una situación de difícil, si no imposible, marcha atrás por la vía pacífica, conociendo la especial idiosincrasia del pueblo español, tan poco dado a la cordura cuando se despiertan los odios -casi olvidados entre 1978 y 2004- hoy ya “desperezándose” o despegando del “lecho de la templanza”. Otra circunstancia que tampoco han demostrado conocer los que hasta ahora nos gobernaron.

En ese sentido, un grupo de españoles, sin adscripción política alguna pero unidos por la enorme preocupación de que lo acontecido el 28-A se convierta en una situación irreversible para España, antesala de una nueva -y quizás a la griega- crisis económica, ahondando aún más en la ya evidente crisis social y educacional, que ponga en juego el sistema que nos dimos en 1978 con gran generosidad de vencedores y vencidos -visto lo visto, mucho más por parte de los primeros que de los segundos, que ya vemos como reaparecen-, hicimos público un Manifiesto por España llamando a la unificación del voto en torno a la única alternativa que puede hacer frente a la consolidación de la izquierda y sus socios, por encima de los egos personales y anteponiendo el bien mayor que es España y su continuidad como uno de los mejores países del mundo, fuerte y unido. Y unos días después, diez exactamente, dejamos constancia en rueda de prensa de un nuevo documento en el que dejábamos “10 RAZONES PARA CONCENTRAR EL VOTO EN EL PARTIDO POPULAR DE CASADO” y otras “10 RAZONES PARA NO VOTAR A VOX”, gran culpable a nuestro juicio de que Sánchez haya sido el ganador relativo en las pasadas elecciones, por su manipulación oportunista del desencanto con el Partido Popular de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría -que ahora toca aparcar-.

Entre las primeras 10 RAZONES, dijimos a la prensa que “la división del voto entre esas mal llamadas tres derechas -invento interesado del cuarto poder dominado hoy por la izquierda- actuó como ‘divide y vencerás´ interesado; que “votar a VOX fue votar a Sánchez”, que “Ciudadanos, partido veleta, sólo aspiraba a erigirse como líder de la oposición, sin propuestas concretas para España y que a VOX lo movía su intento de desgastar o incluso suplantar al PP”, que ambos partidos desatendieron la llamada de Pablo Casado a la “Convergencia electoral -para el Congreso- en aquellas provincias en las que el reparto de la Ley D’Hont podría castigar la división del voto y en previsión -para el Senado- de la necesidad de una posible nueva aplicación del artículo 155 de la C. E.”, ahora descartada por el nuevo presidente de la Cámara Alta, hoy menos “alta” que nunca.

Entre las segundas 10 RAZONES, planteamos nuestras serias dudas sobre el “origen de la financiación de VOX hasta ahora inexplicable e inexplicada”, con casos sub júdice como el de “la venta de 18.100 euros en participaciones de unos décimos de lotería ni siquiera comprados”; denunciamos su “falta de democracia y debate interno hasta suprimir elecciones primarias en 2019 y modificar Estatutos para dar al presidente carácter vitalicio y poder omnímodo”, dejando a ”sus afiliados como españoles de segunda, sin derechos políticos”; resaltamos la “opacidad en sus relaciones con organizaciones de marcado tinte fundamentalista”; haber sustituido su repetido eslogan de “buscamos el talento” por el amiguismo y la familia, hasta llevar en sus listas a la “responsable de recursos humanos de un club de citas de lujo de Marbella” y a “condenados en firme por administración desleal o condenados por delitos de tipo fiscal”; pusimos al descubierto la duplicidad de candidatos en varias listas: “Javier Ortega, nº 3 al Congreso y nº 1 a la Alcaldía de Madrid; Pedro Fernández, nº 1 por Zaragoza al Congreso y nº 2 a la Alcaldía de Madrid, etc.

Es decir, justo lo contrario de lo que predicaban, “una persona, un cargo”; pedían que los partidos políticos “se mantengan exclusivamente con las cuotas de sus afiliados”, pero no se sabe que hayan devuelto un solo euro de las subvenciones del Estado por los votos recibidos ni que sus diputados andaluces “hayan renunciado a los sueldos de una organización que quieren suprimir”, las autonomías; dejamos en entredicho su cacareado talante democrático al “no dejar entrar a sus debates, presentaciones de candidatos, ruedas de prensa, etc., a los periodistas de medios que ellos consideran hostiles”; revelamos que “muchos afiliados se quejan de la inoperancia del Comité de Garantías, que no responde a las reclamaciones presentadas y expulsa sin la menor garantía procedimental”; por último dejamos constancia de que “Abascal es un político profesional” que no ha hecho otra cosa en su vida, “poco formado y nada amante del esfuerzo” y que “ha dado muestras de su falta de escrúpulos y deslealtad, como con Alejo Vidal-Quadras -que lo recogió generosamente de la calle- y con el PP del que vivió con salarios de 83.000 euros al año” y “Hace gala de su victimismo para ganarse la simpatía de los españoles que empatizamos con las víctimas de ETA”.

Advertisement

Viendo el manejo de “SU” partido, podemos hacernos idea de cómo “manejaría” España. Su desmedida ambición y su sed de venganza contra el Partido Popular, que no tuvo más remedio que echarlo, han propiciado dejar España en manos del PSOE desleal de Pedro Sánchez y su posible alianza con la extrema izquierda de Podemos y el separatismo nacionalista vasco y catalán, junto a los filoetarras, que “quieren acabar con la Monarquía Parlamentaria y FEDERALIZAR España” con “grave riesgo de quiebra de la Economía, el Empleo, la Seguridad Ciudadana y la Unidad” de más de quinientos años de la que disfrutams, y todo lo que ello puede suponer de repercusión en el plano internacional de una Nación que es “la segunda más antigua del Mundo, después de Japón”.

Si ante las generales hacía ese llamamiento a título personal, temiéndome el peor de los resultados como buen conocedor de lo que la reacción visceral del votante español puede acarrear -recuérdese la reacción tras los atentados del 11M, por no irnos más lejos-, mucho más ahora ante una ocasión que el destino nos brinda de nuevo en algo que no suele ser frecuente, que “el tren -al contrario que el cartero-, pare dos veces en la misma estación”, la de la salvación de España, antes de que sólo quede el lamento y “llorar por la leche derramada”.

Se impone pues que el Sentido de Estado, ese del que la gran mayoría de nuestros políticos de las cuatro últimas décadas han demostrado no saber de qué se trata, aparezca en los españoles de bien, frente a los intereses partidistas y personales, los odios -producto del desencanto, justificado o exagerado-, la manipulación de los sentimientos para ver satisfechos deseos de venganza personal por supuestas cuentas pendientes o las ambiciones desnortadas y megalómanas de algunos que se creen líderes salvadores de la Patria sin pasar de gallitos de barrio. España bien merece ese esfuerzo de la Sociedad Civil.

Advertisement
Advertisement
Click para comentar

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

Advertisement

Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

Advertisement

Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

Advertisement

Continuar leyendo
Advertisement
Advertisement Enter ad code here