Connect with us

Opinión

Historia criminal del PSOE (III) PSOE y ERC preparan la guerra civil

Avatar

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Es preciso que la historia criminal del PSOE sea más y más conocida por la población. De este modo se entenderán sus políticas actuales y la dirección que siguen, y se impedirá su corrupta demagogia. Y eso depende de todos. Si pensamos más en lo que podemos hacer y menos en «lo que va a pasar», podremos derrotar a la «Triple M«. La ignorancia del pasado infantiliza, decía Cicerón. Y facilita la tiranía.

PSOE y ERC preparan la guerra civil

En el XIII Congreso del PSOE, en octubre de 1932, la ponencia de táctica exponía: “El ciclo revolucionario que ha significado plenamente la colaboración socialista (…) va rápidamente a su terminación (…) El Partido Socialista (…) encaminará sus esfuerzos a la conquista plena del Poder para realizar el socialismo”. Es decir, buscaba ya entonces desestabilizar a la república e imponer su poder exclusivo.

En la Escuela de Verano del PSOE, en 1933, Largo Caballero se declaró más rojo que nunca , reivindicó la llamada dictadura del proletariado y atacó la “democracia burguesa” Llamó a emplear tanto la vía legal como la ilegal en la lucha por el poder y afirmó: “Las circunstancias nos van conduciendo a una situación muy parecida a la que se encontraron los bolcheviques”. El PSOE todavía estaba en el gobierno, colaborando con Azaña.

Advertisement

Antes de las elecciones de 1933, el presidente Alcalá-Zamora disolvió las Cortes para convocar nuevas elecciones, gobernando interinamente Lerroux y luego su lugarteniente Martínez Barrio La prensa socialista trataba de fascista al gobierno moderado de centro derecha y a los mismos republicanos de izquierda: “Es raro encontrar a estas alturas un periódico republicano que no haga su poquito de fascismo”. Fascismo era la palabra mágica que encubría sus propósitos de destruir lo que había de democracia en la república. El fascismo, decía su prensa “llevaría a los españoles al estado de naturaleza y a España a la muerte (…) El socialismo ha de acudir a la violencia máxima”.

El 1 de octubre de 1933, Largo explicaba en un mitin: “Asombra a algunas personas, incluso a correligionarios nuestros, que se hable de la conquista del poder (…) Nuestro partrido es ideológicamente, tácticamente, un partido revolucionario (…) y cree que debe desaparecer este régimen”. Y reivindicó la dictadura: “Aunque haya unos hombres que por motivos sentimentales, digan No, eso no, es algo horroroso, es inútil (…) ¿Vamos a decir que los rusos no hicieron lo que tenían que hacer? (…) En España se va creando una situación (…) que no tendrá más remedio que estallar algún día”. El PSOE estaba convencido de que la república que llamaban burguesa estaba casi en las últimas, y muchos años después Prieto diría: “se padecía el espejismo de que cuanto significaba reacción en España estaba derruido y sepultado”.

Ante las elecciones de 1933, Largo señaló: “La lucha ha quedado planteada entre marxistas y antimarxistas (…) y eso nos llevará inexorablemente a una situación violenta (…) Esto, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad (…) estamos en plena guerra civil. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o por desgracia, tendrá inexorablemente que tomar” “El solo hecho de que haya mayoría burguesa en el parlamento es una dictadura”. “El día en que tengamos el poder, no tendremos titubeos ni dudas (…) Y que no nos pidan transigencias ni benevolencias” (…) La generosidad no es un arma buena. La consolidación de un régimen exige hechos que repugnan, pero que luego justifica la Historia”. “Cuando se habla con ellos (con los sindicatos rivales) de la implantación de un régimen como el que hay en Rusia, yo pregunto: pero eso lo vamos a hacer unidos, ¿no?” Llegaría “el momento en que no servirán para contener nuestro avance ni los ejércitos permanentes, ni la fuerza pública, ni la magistratura ni la policía”.

En ese designio, las elecciones previstas para el 19 de noviembre del 33 eran solo un paso: “Se ha dicho por otros camaradas que el acto del día 19 es el preludio de actos más importantes. ¡Naturalmente! ¿Pero es que se ha creído el enemigo que nos vamos a limitar a echar papeletas en la urna electoral?”
Gil-Robles amenazaba por una parte al parlamento y por otra hacía declaraciones conciliadoras pidiendo “Paz y cordialidad a quienes nos voten y a quienes no nos voten». Y con temor: “No aspiramos a un triunfo imprudente que nos lleve al Poder” (Iban a ser el partido «imprudentemente» más votado, pero renunciarían a gobernar, apoyando al Partido Radical, segundo en votos).

Largo pensaba de otro modo: “”Cuantas más dificultades encuentren nuestros enemigos (…) mejor. Que se destrocen, que se deshagan”. “Estamos dispuestos a no retroceder y a llegar a donde sea necesario. Necesitaremos someter a nuestros enemigos”.

Advertisement

Las elecciones salieron, como ya dijimos, contrarias a los socialistas, debido al voto femenino, según Prieto y otros. Pero no cambiaron de táctica. Una semana después, El Socialista dictaminaba “la agudización de la lucha de clases”. “La sociedad se escinde en dos bandos, uno dictatorial, burgués, el otro dictatorial, proletario Es preciso preconizar como solución única la dictadura del proletariado”
Para crear ambiente, el PSOE hacía circular bulos sobre un supuesto «golpe militar en Zaragoza”, “maquinaciones fascistas para apoderarse del Estado”, una “marcha monárquica sobre Madrid”; “detención de las comisiones ejecutivas del PSOE y la UGT” y así otros.

El PSOE no fue el único que reaccionó a las urnas planteando la guerra civil. También lo hicieron los separatistas catalanes, que seguían gobernando en Cataluña por no haber habido elecciones regionales. El partido de Companys había planteado las eslecciones “Contra el alud reaccionario, contra el fascismo, contra la dictadura” bajo el lema No pasarán, adelantándose en más de dos años a la frase de la Pasionaria. Y conocidos los resultados, se declaró “En pie de guerra”, título del editorial de su periódico La humanitat. “Ha sido toda la tropa negra y lívida de la Inquisición y el fanatismo religioso para apuñalar la democracia. No ha sido la Lliga ni Acción Popular la triunfadora. Ha sido, aquí y fuera, el obispo. Ha sido la Iglesia, ha sido Ignacio de Loyola, la llamada al fanatismo, a la locura, a la traición, a la miseria moral y mental de una conciencia de esclavo e iluminado”. Tras este brillante análisis pasaba a la respuesta: “Estar alerta, el arma al brazo y en pie de guerra (…) Tomen nota la Lliga, el obispo y su tropa siniestra (…) y mediten bien el significado de nuestras palabras (…) No amenazamos, advertimos. No hacemos literatura nosotros”. Y aseguraba con la misma desenvoltura: “Hemos sido generosos, cordiales comprensivos, amables”, pero el resultado de las urnas aconsejaba menos fraternidad: “Es la hora de ser implacables, rígidos,. Sin perder la serenidad, solo hay que escuchar una voz, que resonará, si hace falta, en el momento preciso.

Nada mejor que las propias declaraciones de unos y otros, «olvidadas» por los Preston, Viñas, Juliá y compañía, para entender sin lugar a dudas que PSOE y los separatistas catalanes creaban las condiciones para la guerra civil, convencidos de que iban a ganarlas.
.

Advertisement
Advertisement
Click para comentar

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

Advertisement

Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

Advertisement

Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

Advertisement

Continuar leyendo
Advertisement
Advertisement Enter ad code here