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La “democracia” ha venido y puede que a la tercera vaya la vencida… o no

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Hace poco más de un año utilizaba este mismo estribillo en un artículo, aplicado entonces a la palabra “dictadura”, que es lo que se veía venir desde la abrupta y a mi juicio ilegítima llegada -por muy revestida de legalidad que estuviera- a la ansiada cabecera del gobierno de Pedro Sánchez, ya Dr. Plagio cum Fraude y, tras los primeros abusos consumados, transfigurado en Mr. Falconeti.

Decía en aquella ocasión, y lo entrecomillaré aunque sea yo el autor para que alguno de esos “amigos” que nunca faltan cuando de crítica insana se trata, me puedan comparar con el “reina por un día” -que ya va por dieciocho meses- de la Moncloa, que “Probablemente, los más veteranos de mis lectores recuerden aquella canción que Luis Mariano cantaba en la película “Violetas imperiales” que coprotagonizaba en 1952 con Carmen Sevilla, que en una de sus primeras estrofas decía “La primavera ha venido y yo sé por qué ha sido…”, que vimos en familia -era bastante normal entonces- algunos años después y de lo que algo, especialmente esa estrofa, recuerdo perfectamente. Por eso he recurrido a ella para titular a modo de triste remedo mi artículo de hoy”. Añadía a continuación que “También una vieja poesía de Antonio Machado respondía a ese título: “La Primavera ha venido…” e incluso me permitía la licencia poética casera de adaptarla a la realidad del potencial frente popular Siglo XXI sobrevenido tras el 1J de 2018.

Y para vestir mejor el muñeco “democrático” que nos viene vendiendo el sistema, vía urnas, desde su consolidación en los primeros ochenta, los que se quieren cargar la Monarquía Parlamentaria que nos dimos los españoles en aquella reforma política que se plasmó en la Constitución -con mi abstención, pero ganó el sí-, hacen gala de algo que se contempla en su artículo 6 y que no se ha respetado nunca pese a algún intento más ficticio que real. Dice ese Art. 6 que “Los partidos políticos expresan el pluralismo político…” y en su último párrafo recalca que “Su estructura interna y funcionamiento deben ser democráticos”, dos “obligaciones” que brillan por su ausencia en los partidos salvo que se quieran utilizar en beneficio propio que compran algunos sin el más mínimo análisis racional.

Recuerdo mi experiencia de haber vivido lo que se vendió como el primer “proceso de primarias” en un partido político, allá por la Primavera de 2014, mediante el que en VOX se “eligió” por la militancia a los componentes de la lista electoral al Parlamento europeo del 25 de mayo siguiente en las que participé, ocupando el número 10 de esa lista. No se me olvidará que a las pocas horas de celebrarse, me llamó Santiago Abascal, al que no le habían gustado del todo los resultados, para decirme que me retrasaba un puesto para que -como en tantas otras cosas- en su desconocimiento del significado de la Ley de Paridad, colocar en mi lugar a una de sus dilectas colaboradoras, hoy parlamentaria europea verde. Me negué, no por el retraso de un puesto, insignificante dado que nuestra esperanza estaba en conseguir un diputado si acaso, sino por su error en la interpretación de la citada ley que ante mi explicación, que no creyó, le tuvo que ser aclarada por el letrado Javier Ortega Smith-Molina, que me dio la razón. Al final las primarias se limitaron a la elección de los doce primeros puestos y el resto hasta 50, sin entrar en detalles, fue decidido de manera unilateral por el que ya manejaba los hilos del partido y a la postre se quedaría con sus restos.

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En los últimos días hemos visto otros intentos de escudar en esa supuesta democracia interna la decisión de refrendar uniones contra natura de los diferentes enemigos de España -desde la extrema derecha (PNV y Junts p’el Sí), a la extrema izquierda (ERC, CUP, BILDU y Podemos) pasando por el supuestamente moderada del PSOE- que se alían para consumar sus propósitos de romper España en un Estado Federal al que aspiran los jerarcas de los partidos citados.

El primero en llamar a sus afiliados fue el Partido Siempre Opuesto a España que llama “abrumadora mayoría” al respaldo del abrazo del oso del pasado día 12, que sorprendió al mismo Sánchez ante la entrega rendida de su socio, cual enamorado respondido por su amante imposible. La realidad fue que la participación fue del 63’01 % de los que un 92% dieron el sí a la pregunta “¿Apoyas el acuerdo alcanzado entre el PSOE y Unidas Podemos para formar un Gobierno progresista de coalición?”, es decir un escaso 58 % de la supuesta militancia, que si bien es una cifra significativa, está muy lejos de ser abrumadora si se considera que algo más del 42 % de esa base o no fue o votó en contra o nulo. Los que no tienen cargo o relación alguna con los carguillos repartidos, supongo. Menos cuantiosa fue la participación en el PSC -teórica federación catalana del PSOE que parece que es la que lleva la batuta socialista- que no llegó al 50%. Se quedó en un 44,94% del que un 93,64% votó a favor, es decir, un 42’08 % de la militancia socialista catalana. En cualquier caso fue una consulta sesgada porque nada se preguntaba sobre los diez puntos que habría que ver quiénes habían leído y en la que nada se decía sobre la necesidad implícita de pactar con Esquerra Republicana de Cataluña.

Por su parte, la segunda en hacerlo, ERC, también llamó a sus bases para el refrendo de apoyar la posible investidura que encierra ese preacuerdo, y preguntaba este lunes si “¿Estás de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?”, después de que su secretario general, Pedro Aragonés, dijera que “La campaña del 10N acabó con nuestra confianza en el PSOE. Exigimos garantías”. Mal preámbulo.

La tercera en discordia, en este caso en consulta abierta a la militancia durante varios días, fue la formación de los marqueses de Galapagar que parece que abusan del personal de seguridad, según denuncia una de ellos, que al parecer fue sido utilizada por la “Sra.” Montero de “chica para todo”, calentamiento del coche incluido antes de subirse por las mañanas, dadas las gélidas temperaturas nocturnas de la Sierra madrileña. Podemos preguntó a los suyos -bastante confuso el concepto de suyos- si “¿Estás de acuerdo con que participemos en un Gobierno de coalición en los términos del preacuerdo firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?” que, según el partido ha sido respondida por el 59 % de los “inscritos activos” sin que se sepa nada de los “no activos” ni esté muy claro a qué se refiere ese concepto de “actividad”. Según han dicho, el 96’84 % de los que respondieron han apoyado el supuesto gobierno de coalición, lo que significa poco más del 57 % de los llamados, de los que el 41 % no los respalda o pasa olímpicamente de lo que sus millonarios jefes le preguntan.

Destacable de este acuerdo a tres bandas -con algunas más implicadas que irán apareciendo- para apoyar la continuidad del candidato socialista en la Moncloa, es la pretensión de ERC de que el PSOE acepte una “negociación bilateral en igualdad de condiciones Estado-Cataluña”, que Miguel Iceta respalda, como si de dos gobiernos equivalentes se tratara. Si tenemos en cuenta que sólo el 41 % de los 7.565.00 catalanes apoya la autodeterminación, es decir, 3.101.650, que realmente representan un 6’5 % de la población de España, concentrados en un territorio de 32.113 Km², un 6’35 % de los 505.990 Km² de la superficie del Estado, parece un tanto pretencioso que esos pocos quieran decidir sobre una parte que pertenece al 93’5 % restante, independientemente de que irían contra los artículos 1 y 2 de la Constitución que no es cosa menor, precisamente. Por cierto que si lo que el máximo representante del socialismo catalán acepta, ya constituye una auténtica aberración, se anima pidiendo a su “jefe” que “el catalán se estudie en toda España” y lo siguiente sería pedir que la ONU implante un sistema de traducción simultánea al igual que, allá por 2010, el Bachiller José Montilla, de Iznájar (Córdoba) impusiera en el Senado para “entenderse“ en su balbuceante catalán con el ceutí Manuel Chaves, pasándose por la entrepierna el Artículo 3 de la citada Constitución aparte del consiguiente costo de personal y pinganillos. Pero el desiderátum político de este pervertido sistema político no repara en superar cotas esperpénticas “sin fecha de caducidad”.

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Lo cierto es que, este jueves se iniciarán las conversaciones entre las comisiones negociadoras nombradas al efecto por socialistas y separatistas catalanes, sobre cuyos resultados da miedo pensar teniendo en cuenta que la del PSOE estará integrada por Adriana Lastra, “diplomada en nulidad académica”, el Sec. de Organización del PSC, Salvador Illa, que en palabras de su jefe ya sabemos lo que quiere, y posiblemente el ministro del “hormigón” -ya saben, un caradura- José Luis Ábalos o tal vez la vice Carmen Calvo que rebaja a comisión bilateral la “reunión de gobiernos” de ERC y que para empezar dixit que “El derecho de autodeterminación no existe”, lo que a priori haría inútil cualquier conversación al tratarse de condición sine qua non para los separatistas. Por ERC la composición “negociadora” también se las trae: acompañarán al “erudito” Gabriel Rufián, el “señor de la agenda” en la que aparecían los escenarios para consumar la declaración unilateral de independencia, José Mª Jové, investigado por el TSJ de Cataluña por su implicación en el golpe del 1-O y Marta Villalta, portavoz del partido.

No hace falta mucha imaginación para intuir lo que puede salir de esa mesa y no digamos si entra en la coktelera Junts p’el Sí que además de autodeterminación y amnistía de los políticos presos quiere que sus interlocutores sean el fugado Carlos Puigdemont y su sucesor -hoy en el banquillo- Joaquín Torra -cuya familia son parte activa de los CDR- o PNV y BILDU que a la anexión de Navarra añaden el acercamiento -como primer paso antes de la liberación incondicional- de todos los presos etarras.

Con este panorama y en espera de la constitución del Congreso después de la acreditación de las nuevas “señorías”, que vuelven a recibir los medios y prebendas que les puedan “corresponder” tras una legislatura fallida -digo yo que los que repiten podrían utilizar los iPhones, iPads, etc. de hace seis meses- no sería descartable -y probablemente lo menos malo- la más que posible repetición de elecciones para la que ya suena la fecha del próximo 29 de marzo, para empezar una auténtica semana de pasión que para algunos pudiera ser inolvidable.

Coincido al cien por cien en lo que afirmó hace unos días el presidente de AC Hoteles, Antonio Catalán, de nada dudoso perfil socialista, en que “Lo mejor de esta legislatura es que acabe cuanto antes”, a lo que yo añadiría “con la presencia política del que nos está llevando al desastre” y en la mano de Su Majestad -recuerdo una vez más y no soy el único, aunque posiblemente sí de los primeros, ya que vengo pidiéndoselo desde Enero de 2016- está que la nueva empiece mejor, reconsiderando muy a fondo, y en la conciencia de buen español que le supongo, a quién encomienda la formación de gobierno en los próximos días o lo que le produjera la malísima cara que se le pudo ver en la entrega de la Ensaladera de la Copa Davis al equipo español de tenis no será nada ante la “temporada de pasión” que le espera a la Monarquía Parlamentaria, cada día más palpable. De lo contrario, puede que le queden pocas “ensaladas” en la Zarzuela, Señor.

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No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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