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Del “verde sandía” a la mezcla política del rojo y el verde, que huele bastante mal

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Al final la realidad es la que es y no la que nos gustaría que fuese, algo que, pese a la tozudez del argumento, muchas veces nos negamos a aceptar. Vi hace pocos días la reaparición “estelar” de José Luis Rodríguez -asesor de Nicolás Maduro, Evo Morales y Cristina Fernández de Kirchner (amiga de Baltasar Garzón, el muy amigo de la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, la amiga “Lola, ¿vino o cerveza?” del comisario José Manuel Villarejo…), entre otros “héroes” comunistas- en Espejo Público, de la mano de Susana Grisó, sobrina de aquel José Mª Sala y Grisó -que fuera tesorero y senador del PSOE-, condenado en 1997 por falsedad en documento mercantil, asociación ilícita y apropiación indebida, entre otros delitos que demostraron la financiación irregular del PSOE con más de 1.200 millones de pesetas -7’21 millones de €, entonces (hoy más de 15)- obtenidos de forma ilegal por el caso Filesa que, junto a Malesa y Time-Export, resultó ser una trama de empresas creada para sufragar las campañas electorales de 1989. ¿Nos podemos sorprender de que años después se iniciara la sofisticada trama de los ERE andaluces en un partido que institucionalizó los mecanismos de corrupción del sistema? Pero ese es otro asunto del que seguiremos viendo casos tras la nueva imputación- y las que quedan- del “honrado” Manuel Chaves -de nuevo con su instrumento Gaspar Zarrías, “señor de Jaén”- por el que junto al otro “honrado”, José Antonio Griñán, ponía “las dos manos en el fuego” el no menos “honorable” de los “bolsillos de cristal”, José Bono, ahora orgulloso padre con la boda de su hijo el “caballista” con su novio Aitor. Y acaba de conocerse que el juez de Instrucción número nueve de Sevilla ha dictado un auto en el que procesa al ex secretario general de UGT-Andalucía, Francisco Fernández Sevilla y otras 14 personas en el caso «facturas falsas» por presuntos delitos de fraude de subvenciones y falsedad en documento mercantil, que concluye con que «el cómputo global de las cantidades defraudadas» en subvenciones concedidas por la Dirección General de Formación de la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía a la organización sindical «asciende a 40.750.047,74 euros», aunque archiva la causa contra su antecesor, Manuel Pastrana, por su “incapacidad sobrevenida”, no sé si debida al atracón de mariscos que se daba con sus compadres sindicalistas en Durban, Sudáfrica.

Pero dejemos esto que aunque muy relacionado con el color marrón del título, no era el objetivo de mi artículo. Como decía, la socialista confesa y “agradecida” Grisó, entrevistaba al expresidente ZParo en la TV canibalizada por la que en 2012 estaba en quiebra, La Sexta, que impuso la “ideología Roures” tras ser salvada sobre de la ruina -con “vacacionalidad y alevosía”, ya que fue en Agosto de 2012- por Soraya Sáenz de Santamaría, entonces Vicepresidente del Gobierno de Mariano Rajoy, que ya empezaba a desencantar votantes cual Hamelin invertido, hasta la fuga final en las fallidas elecciones del pasado 28 de Abril, en las que Pablo Casado sufrió, en su tafanario, la patada que el electorado cabreado por el desperdicio de la mayoría absoluta de Noviembre de 2011 le dio en las urnas.

El vallisoletano leonés, el mayor tramposo que había pasado por Moncloa hasta hace año y medio, y que como ya he dicho debería ser objeto de la aplicación del Artículo 102.2 de la Constitución, habló de “trampas del PP” cuando propone un pacto de Estado con el PSOE y sentenciaba ante la delectación de su entrevistadora, que “Lo único que quiere el PP es que no gobierne el PSOE” -“dijo la sartén al cazo”- y “que la gobernabilidad dependa de Esquerra es la voluntad de los ciudadanos”, para rematar la faena con la manida fórmula de la izquierda y el nacionalismo de que “Resolver los problemas de Cataluña sólo pasa por el diálogo”. ¿Estaría acordándose de su brindis en la campaña preelectoral de 2004?, aquella que acabó con el atentado de Atocha y él en Moncloa: “Pascual, aprobaremos en Madrid lo que venga aprobado por el parlamento de Cataluña”.

Y completa la faena su clon, Pedro Sánchez “Falconeti”, internacionalmente conocido como doctor Plagio cum Fraude, del que no paran de circular antiguas manifestaciones rimbombantes y empalagosas demostrando que ha superado con creces en lo de tramposo a su predecesor al que clona, y del que se necesitaría un libro gordo -más que el de Petete- para recoger todo, pero del que sólo voy a seleccionar la respuesta que le dio a su “socio preferente” de Podemos en el último debate fallido de investidura -el tercero y puede que no el último-: “Si me obliga a elegir entre ser presidente y mis convicciones, elijo mis convicciones y defender España”. Lo que no dijo es que como su única “convicción” es seguir en Moncloa al precio que sea y apoyado por el que se lo permita, aunque sean los enemigos de España, pues miel sobre hojuelas porque hay coincidencia absoluta en este caso entre objetivo y “convicción”. Prueba de su valoración es el nuevo ninguneo que ha sufrido en Inglaterra durante la cumbre de la OTAN celebrada ayer, en la que ha quedado incluido en el grupo de “delincuentes”, como ha calificado el Presidente americano Donald Trump a los gobernantes de los países que no cumplen el compromiso de destinar el 2 por ciento de su PIB a gasto militar a lo que se comprometieron los veintinueve miembros en la cumbre de 2014, entre los que España figura en segundo lugar por la cola tras Luxemburgo, todo un “récord”.

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Mención especial estos días merece la celebración en Madrid de la Cumbre del Clima prevista en un principio en Chile y que ante la inestable situación política del país sudamericano el “quijote de las letras” ofreció hacer aquí, empezando muy fuerte por la mañana, en plan jefe de Estado -su gran ilusión- hablando de “teorías alternativas” y “conspiraciones de los, por fortuna cada vez menos, fanáticos”, en clara alusión a Trump, para desdecirse por la tarde y “explicar” que era un mensaje “en positivo” afirmando que “cada vez más mandatarios asumen el cambio climático”. Todo ello en espera de la llegada estelar de la versión sueca de “la niña del exorcista” Greta Tumberg después de su travesía del Atlántico en catamarán de lujo para no viajar en un “contaminante” avión como el que utiliza su anfitrión cada dos por tres para desplazamientos innecesarios y su desembarco en Lisboa, desde donde se desplazará a Madrid para encabezar la gran manifestación prevista para el día 6 en busca de “su niñez robada” que no ha hecho nada en sus 16 años de vida más allá que servir de marioneta de intereses espurios y animar a sus coetáneos a “no ir al colegio porque van a morir”, en la que estará acompañada por otro de los adalides de este ecologismo de pandereta y miembro destacado del clan de la “Z”eja zapaterina, el “solidario” Javier Bardem que llegará desde su mansión californiana, que sin duda compartirá con varias familias de pobres inmigrantes.

Por cierto que esa prensa entregada que defiende el cambio climático y sus devastadores efectos a corto plazo, no dicen nada sobre un chaval, Boyan Slat, que a sus 16 años empezó a estudiar el primer sistema de limpieza de plásticos en el océano, sin faltar a clase ni hacer demagogia con estridentes declaraciones, del que sólo hemos sabido por algunos comentarios en redes sociales y cuyo ingenio invito a ver en este gráfico vídeo https://www.youtube.com/watch?v=aFBxPd6nTQ0 en el que se puede comprobar su ingenio, The Ocean Cleanup, que a sus 25 años ya ha visto puesto en práctica con éxito. Sin embargo, ayer, buscando en Google el nombre de este chaval aparecían 514.000 resultados mientras buscando a la marioneta sueca aparecían más de 133 millones.

Y dejo para el final un breve comentario sobre lo que hoy inspira el título de mi artículo a raíz de lo visto hace un par de días con las votaciones para la elección de la Mesa del Congreso, órgano rector que decide el funcionamiento de la Cámara Baja y con ello buena parte del destino de los españoles. Con un insólito suspense, hasta el último momento no se decidió su composición, sobre la que sólo estaba clara la de su presidente que previsiblemente iba a ser la nacionalista del PSC, Meritxell Batet, en funciones tras la disolución de la cámara dejando solo en el podium de la brevedad a aquel Pachi Nadie -que ya casi nadie recuerda- que ocupó ese puesto entre Enero y Julio de 2016. Al final, en segunda votación, el cambio de estrategia del PSOE y la cerrazón de VOX decidieron que la Mesa perdiera proporción en favor de la izquierda y en detrimento del supuesto y mal avenido centro derecha, más interesado en el reproche que en la unidad, que del esperado 5 a 4 inicial acabó quedando en un 6 a 3, con la desaparición de Ciudadanos tras su brutal batacazo del pasado 10 de Noviembre y la subida del número dos de la reina de los desahucios, Ada Colau, hoy “alcaldesa repetidora” del Ayuntamiento de Barcelona, el podemita argentino importado, Gerardo Pisarello, famoso por intentar arrancar la bandera de España que pretendía colocar en el lugar que le correspondía en el Balcón de la Plaza de San Jaime el entonces concejal popular, Alberto Fernández.

Y es que ya se sabe que la mezcla de esos dos colores, el “rojo” y el “verde”, produce en pintura un color marrón, representativo de algún producto orgánico que no quiero citar aquí y que parece que, ahora en política, es el del lugar al que todo apunta que se dirige el futuro de España si se consuma el vertiginoso preacuerdo que exhibieron los dos socios preferentes poco más de veinticuatro horas después de las últimas elecciones y que los enemigos de España, declarados o no, parecen buscar a toda costa. Desde antes de las elecciones del 28 de Abril, algunos veníamos advirtiendo de que votar a VOX era votar a Sánchez y ha sido necesario repetirlas y ver el inicio de esta decimocuarta legislatura que no arregla nada del fiasco de la decimotercera -que hizo gala del mal efecto que se le atribuye al 13- para ver que esos dos partidos, aparentemente tan diferentes, se hicieron complementarios desde la llegada al gobierno del actual inquilino de la Moncloa que puso en marcha el “divide y vencerás” que se impuso en esas mal llamadas tres derechas, dos de las cuales han preferido anteponer sus intereses personales -ni siquiera de partido, en mi opinión- a los intereses generales de España que pedían a voces una unión contra la izquierda extrema y el nacionalismo, como tímidamente pidió Casado en Abril y más claramente en Noviembre con su oferta para formar la coalición España Suma que ni Abascal -ahora más arriba- ni Rivera -ya desaparecido- aceptaron, el primero porque como vengo repitiendo, su único objetivo es su venganza personal con el PP que dejó de mantenerlo sin dar un palo al agua y el segundo en esa euforia que le cegó en su ya demostrado error de querer ejercer el liderazgo del centro derecha que no le correspondía.

Mientras hay vida hay esperanza, reza nuestro refranero y yo me quiero seguir agarrando a ello, pero cada día lo veo más difícil si Don Felipe VI no hace como dijo hace unos días en la Casa de ABC: “Nunca deberíamos desviarnos del espíritu de la concordia bajo el que nuestro país ha escrito sus mejores páginas” añadiendo que “Recuerdo hoy aquella historia porque nos muestra el mejor de los talantes, la España más luminosa, la de las mentes abiertas, la tolerancia, la capacidad de tender lazos y reconocer las bondades y logros ajenos” y, como le vengo diciendo a Su Majestad desde aquel ya lejano Enero de 2016, en su mano está, en virtud del Artículo 99 de la Constitución y una vez oídos a los representantes de los partidos políticos presentes en el Congreso, proponer al mejor candidato posible para conseguirlo. Eso, además de lo que se recoge en los Artículos 56.1, 61.1 y 62.h de la mencionada y poco respetada a veces Constitución Española.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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