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A setenta y dos horas de una decisión ciudadana transcendental… promesas, nombramientos y mentiras.

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Estamos a 72 horas del cuarto intento en menos de cuatro años para decidir el incierto futuro de España, esta vez con un posible escenario mucho más preocupante después de tanto tiempo de inestabilidad política -que empieza a ser también económica- que puede alargarse si se volviera a repetir un gobierno apoyado por los que hicieron posible la moción de censura de junio de 2018 o, también malo, llevar a una tercera cita con las urnas en un año de no conseguirse una suma constitucionalista que garantice la necesaria estabilidad, algo que veo difícil. Tengo claro que, como propuse entonces, es lo que debió haber hecho Mariano Rajoy en 2016 tras su recuperación en la repetición de Junio del tortazo recibido en diciembre anterior, que prolongaban las encuestas, y profundizar en la debacle del PSOE, que habría pasado sin duda a un largo periodo de reflexión y regeneración, que necesitaba, para acabar con la herencia de José Luis Rodríguez, apartado su clon del primer plano de la escena política.

Además, habría evitado, con seguridad, el renacer de VOX, que sólo ha vuelt a saldar su vieja deuda con el Partido Popular, aprovechando la buena fe de gente de principios hastiada con la situación, para incrementar aún más el nocivo efecto que el pluripartidismo ha causado sin aportación positiva visible.

Pero para eso habría hecho falta un sentido de Estado que nuestro querido registrador no supo demostrar en sus seis años y medio de gobierno y como no conduce a nada “llorar por la leche derramada”, vamos a la realidad del momento.

Será una cita posiblemente influenciada para muchos por las dos últimas y controvertidas sentencias “unitarias” de nuestro a veces incomprensible Tribunal Supremo, que hace difícil creer que no hayan condicionado la elección de la fecha electoral por su oportunista convocante ¿Por qué si no, ahora y no antes de ellas? Otra cosa es que el resultado del recuento sea satisfactorio para el presidente anuncio o tenga efecto boomerang como otra “venganza de Tutankamon” por la ignominia de remover los restos de Francisco Franco después de 44 años, contra lógica y derecho de la familia, en un exceso más del que confunde sus “urgencias” personales con los intereses generales del Estado.

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No fueron pocas las “novedades” de esta semana, con encuestas para todos los gustos y promesas de las que “se hacen para no cumplirlas”, que decía Tierno Galván. Y cómo no, debates, primero de portavoces, después de líderes de los principales partidos nacionales en las últimas generales inútiles -me refiero a las elecciones, aunque bien podría aplicarse a buena parte de los intervinientes, que demostraron su mediocridad- y hoy, la última, ésta sí totalmente feminista -le gustará a Ana Blanco- entre las “primeras mujeres” de esos partidos, que ya veremos qué dará de sí bajo la batuta sectaria de la tocaya de una de las intervinientes, la otra Ana Pastor. O ésta, según se mire, que diría el gran amigo de la primera. Hasta puede que mejore las anteriores que fueron bastante pobres y aburridas.

No ha faltado un nuevo acto de “generosidad” interesada -a costa de ese “dinero público que no es de nadie”- del aspirante a seguir en el Falcon, actuando rápidamente en auxilio del orden de uno de sus mantras, el “cambio del clima climático”, ofreciendo España, Madrid, por supuesto, que no Barcelona en la que tanta “normalidad” hay por sus calles como dice ese portento ministerial Grande Marlaska -nunca un apellido fue tan hiperbólico-. Se apresuró el doctor Plagio cum Fraude a ofrecer la capital de España para recibir la 25ª Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU y brindar su ayuda a ese portento salido del exorcismo en que han convertido a la púber Greta Thunberg para que ocupe lugar preferente en el evento, ¡qué cumbre sin la niña Greta!, diremos parafraseando aquello de la “tía Juana”, aunque ignoramos cómo llegará desde USA al no querer viajar en avión para no contaminar, de eso se ocupa el ecologista Al Gore “jet” y el camarada Pedro Falconeti.

Destacable también la contundencia del susodicho Sánchez “las cosas que digo, las hago”, se debería referir a la exhumación de los restos de Franco, única de sus “promesas” cumplidas de aquella manera, ya que para lo que llegó, “convocar de inmediato elecciones para recuperar la estabilidad” lo tuvo que hacer por necesidad -y van dos-, como salida a su desgobierno e insensatez de postrarse ante los enemigos de España que lo auparon entonces y ni con ellos se mantiene. Cabría aplicar a este hombre anuncio y a sus socios aquello que decía Platón en Las Leyes: “De cualquiera que esclavizase las leyes poniéndolas bajo el imperio de los hombres, sometiere la ciudad a una facción y despertase la discordia civil, hay que pensar que es el peor enemigo de la polis”.

Vimos también un preocupante caso de “desmemoria”, sólo imaginable en casos de demencia senil prematura o Alzheimer anticipado, que no le deseo a mi amiga Rocío, pero no conozco a ningún titulado que no recuerde la fecha de terminación de su carrera como la Sra. Monjasterio, que ante las acusaciones publicadas por El País relativas a su ejercicio profesional justifica que “no recuerdo si en 1998 había terminado la carrera”. Lo dicho, junto a la desmemoria histérica de la izquierda y el nacionalismo, digno de estudio ese olvido. En fin, estos de VOX, dando tumbos como siempre.

Se escribió y habló mucho de los debates celebrados hasta ahora, así que no entraré muy en detalle en ellos, de los que ya dije que, salvo intervenciones aisladas, me parecieron patéticos y de una mediocridad notable en la mayoría de nuestros “representantes”. En el de los siete portavoces destacó al final -si sería pobre el debate, que ha sido lo más comentado- la aparente negativa de saludo del portavoz vasco Aitor Esteban al de VOX, Iván Espinosa. No seré yo quien saque una lanza por ningún nacionalista, pero siendo cierto que Espinosa dio dos pasos hacia la posición de Esteban, que rodeó su atril en lo que muchos interpretan como su negativa al saludo, no lo es menos que el verde, al ver ese movimiento, se giró con un medio “corte de manga” -vean despacio la secuencia- y, conociendo al personaje y su estiramiento chulesco y déspota donde los haya, no descartaría que pudiera aprovecharlo para vender su moto y periodistas y medios en general, todos a una como aquel editorial de la prensa catalana de 2009, hicieron el resto, porque hoy el objetivo de la prensa de izquierdas y nacionalista es “aupar a VOX, que hace daño al PP”.

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Claro que las declaraciones del vasco alimentan la tesis que acabó con acusaciones de “franquistas” a los de VOX y de “racista, xenófobo y esquizófrénico” al del PNV por Javier Ortega. A mi juicio, la mejor en ese debate fue Cayetana Álvarez de Toledo, que no tiene pelos en la lengua y dice lo que muchos querríamos haber oído hace tiempo a líderes del PP, de cuyo guión “políticamente correcto” sólo se salía Rafael Hernando, hoy silenciado en el Senado. La petición de perdón de Cayetana “por haber sido profundamente anticatalanes, aceptando al nacionalismo como animal de compañía” levantó ampollas en lugar de autocrítica en algunos de sus compañeros que llevaron al PP catalán de 19 escaños a uno. Y no fue la única, Alejo Vidal-Quadras -¿de vuelta a casa?- dijo que “llevaba 23 años esperando que el que fue su partido haga la autocrítica que ha hecho este sábado” añadiendo que el problema de Cataluña es “no tener suficientes psiquiatras”, afirmación que comparto.

Tampoco nada más allá de unos sutiles comentarios sobre lo que no se remató bien en el debate a cinco del lunes, aparte del reparto anticipado de cargos, vicepresidencias y ministerios nuevos por parte del que ya veremos si sigue de “okupa” porque, a juzgar por la imagen dada en el plató con la mirada hundida en los papeles que le habían escrito -ya sabemos que sus colaboradores copian y escriben por él- parece que no las tiene todas consigo y sólo aspira a que los demás le den su “Sí es Sí, porque yo lo valgo” y pide su abstención para que, ahora que le beneficia a él, valga lo que no respetó antes, “que gobierne la lista más votada”. Me llamó la atención la imagen de dos de los protagonistas, la de Pablo Iglesias, un poco mejor pese a su atuendo de camisa remangada, mejorada con la corbata “suelta” y la del poco regenerador Santiago Abascal con dos tallas menos de camisa que literalmente le impedía abrochar el cuello, demostrando ese “aire legionario” que vende el que agotó todas las prórrogas posibles para librarse la mili que ahora ‘quiere’ restituir y de nuevo alardeando de “víctima del terrorismo”, algo cuando menos cuestionable que le censuró Iglesias. Curiosa también la ferviente defensa d familia y natalidad de Albert Rivera, entendible lo primero porque lleva ya tres o cuatro intentos, pero no lo segundo, porque de momento sólo tiene una hija, es decir ni la tasa de reposición.

Sí estuvo bien Rivera echando en cara a su oponente por la derecha, Abascal, haber vivido de un chiringuito que le puso el PP, con 82.491’80 € anuales, pero no supo desmentir al interpelado cuando falseó su respuesta: “estuve cuatro meses y comparecí a petición propia para pedir la eliminación de la Fundación”, vino a decir y ahí Rivera cedió pese a que la comparecencia fue resultado de la reclamación del entonces diputado de UPyD en la Asamblea de Madrid, Alberto Reyero -hoy en Ciudadanos y consejero en el gobierno madrileño-, que puso en apuros al de Amurrio:
https://www.youtube.com/watch?v=bO0EPByqUVI
.

No tuvo presente -o no sabía Rivera- que antes de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio -que cerró Ignacio González unos meses después de la comparecencia del 5 de Noviembre de 2013-, Abascal había sido dos o tres años -con el mismo sueldo- Director General de la Agencia de Protección de Datos de Madrid -otro chiringuito que hubo que cerrar, en este caso, creo que Esperanza Aguirre- por la que aparecía, “a firmar”, de vez en cuando.

El conjunto de esa “intensa” actividad sí que podía ser más o menos la cifra de más de más de 300.000€ que Rivera achacó a Abascal que le “había costado enterarse de la inutilidad del chiringuito”. También desconocía Rivera que el nombramiento de Abascal en la Fundación de marras según el digital Infolibre fue “el 18 de febrero de 2013”, que añade que según fuentes del Ejecutivo “El 28 de enero de 2014, Abascal ‘cesó’ a petición propia como director gerente de la fundación”, por lo parece que tuvo el cargo once meses y no cuatro como dijo. Muy curiosa también la fecha de “petición del cese”, ya que el 16 de enero anterior -doce días antes- Abascal aparecía en rueda de prensa presentando VOX como Secretario General provisional del partido, en la calle Pradillo de Madrid. Y más aún, Abascal se “despidió” de Rajoy, en una de sus poco limpias actuaciones, mediante carta publicada por el diario El Mundo el 25 de noviembre de 2013: https://www.elmundo.es/espana/2013/11/25/52927f3761fd3d65778b457c.html tras acordar con Alejo Vidal-Quadras su incorporación a VOX con 5.000€ de sueldo.

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O sea, mentira sobre mentira u ocultación de gran parte de la verdad, que para el caso es lo mismo. A ver si se prepara mejor las cosas Sr. Rivera que a este paso no va a conseguir ni esos 32 escaños de 2016 con los que dice ahora que se conformaría. Como es lógico después de que las encuestas le dan en torno a 20 o menos.

Termino con mi opinión sobre el citado debate a cinco del pasado lunes. Para mí quedó claro que la única alternativa posible al frente popular que se atisba en el horizonte es la unidad de voto en torno al PP, una vez visto el resultado del experimento del pasado 28-A. Pero lo digo convencido tras lo que vi y oí el lunes y es que aparte de esa extraña coincidencia en los medios de que el posible ganador fue Abascal, fruto de esa presencia en las redes de sus fieles jóvenes que votaron en masa en los medios de acuerdo con las instrucciones recibidas para conseguir ese resultado, creo que Pablo Casado fue el único que puso en un brete al candidato socialista con su reiterada pregunta sobre si Cataluña es una nación y si pactaría con comunistas, nacionalistas y separatistas con la abstención o apoyo de BILDU, que se quedó sin respuesta y además fue, en mi opinión, el único que en su minuto de oro resumió un programa de Gobierno con sentido de Estado, que por su interés copio: “Me gustaría estar en tu casa ahora para mirarte a los ojos, darte la mano bien fuerte y pedirte tu confianza para liderar un cambio en España. Quiero ser el Presidente que esté a tu lado, que te sea útil, que te acompañe para resolver tus preocupaciones porque también son las mías. Quiero liderar un Gobierno de verdad, que no le tiemble el pulso frente a los separatistas y que no le tiemblen las piernas para resolver la crisis económica y social que siempre nos deja la izquierda. Un Gobierno que proteja a los mayores, para que tengan su tranquilidad con una pensión garantizada.. que impulse a los jóvenes para que puedan conquistar sus sueños, pero con un empleo de calidad… que acompañe a las familias para que sigan haciendo planes, pero desde la casa que quieren y con la educación y sanidad que merecen. En definitiva, quiero ser Presidente para desbloquear esta situación, para recuperar la concordia, para gobernar para todos por todo lo que nos une y para recuperar ese espíritu de ESPAÑA SUMA, para que no volvamos a fragmentar el voto del centro derecha como pasó en abril porque sólo el PP puede ganar al Partido Socialista y puede formar Gobierno, un Gobierno de cambio. Por tanto, unamos nuestros votos para unir España”.

Aunque me temo que, de no conseguirse esa difícil victoria del PP con apoyos suficientes y pese a la profecía del singular Miguel Ángel Revilla ayer desde Bilbao de que “no habrá nuevas elecciones”, unos días después de dejar caer que está “abierto a reconciliarse con el Partido Popular en un hipotético pacto entre Pablo Casado y Ciudadanos”, el escenario de la repetición electoral está más cerca de lo que necesita España.

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No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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