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La ley sobre blasfemia de Gran Bretaña por la puerta trasera

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El 16 de mayo, en un debate parlamentario, el secretario de Comunidades de Reino Unido, James Brokenshire (en la imagen) rechazó la definición oficial de "islamofobia" —descrita como una "ley sobre blasfemia por la puerta trasera"— de la Comisión sobre británicos musulmanes del Parlamento basándose en que es demasiado vaga y tiene "posibles consecuencias para la libertad de expresión". Dijo que la definición no es conforme con la Ley de Igualdad de 2010.
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Por Soeren Kern.- Días después de que el Gobierno británico rechazara su definición oficial de “islamofobia” propuesta, el Consejo Musulmán de Gran Bretaña, la mayor organización islámica del país, pidió una investigación oficial del Partido Conservador por islamofobia.

La disputa gira en torno a la iniciativa de la Comisión sobre musulmanes británicos —compuesta por unas dos docenas de diputados de varios partidos del Parlamento británico— de institucionalizar la definición de islamofobia en términos raciales en vez de religiosos.

La Comisión, en un informe de noviembre de 2018 titulado “La islamofobia definida”, propuso una definición de islamofobia de una sola frase: “La islamofobia tiene sus raíces en el racismo y es un tipo de racismo que toma por objetivo expresiones de musulmanidad o de musulmanidad percibida”.

La definición, resultado de seis meses de consultas, fue apoyada por cientos de organizaciones musulmanas, el alcalde de Londres, Sadiq Jan, y varios partidos políticos, incluido el Laborista, los Demócrata-Liberales y los conservadores escoceses.

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Los defensores de la definición dicen que, aunque es cierto que el islam no es una raza, sino una religión —un conjunto de creencias e ideas—, y que los musulmanes son un conjunto de creyentes de diferentes razas, etnias y nacionalidades, muchos musulmanes experimentan prejuicios, discriminación y una forma de racismo que, dicen, es estructural. Omar Jan, director del think tank contra el racismo Runnymede Trust, explicó:

“Definir la islamofobia como racismo antimusulmán sitúa bien el problema al referirse a grupos de personas a las que se les adscriben atributos raciales y culturales negativos que pueden dar lugar a una amplia variedad de experiencias, sea un prejuicio inconsciente, la discriminación directa o indirecta, la desigualdad estructural o actos de odio”.

El 16 de mayo, en un debate parlamentario en la Cámara de los Comunes, el secretario de Comunidades de Reino Unido, James Brokenshire, rechazó la definición oficial de “islamofobia” de la Comisión —descrita como una “ley sobre blasfemia por la puerta trasera”— basándose en que es demasiado vaga y tiene “posibles consecuencias para la libertad de expresión”. Dijo que la definición no es conforme con la Ley de Igualdad de 2010, que define que la raza comprende el color de la piel, la nacionalidad y los orígenes nacionales o étnicos, y no la práctica religiosa.

Un portavoz del Gobierno dijo que la definición de la Comisión “no cuenta con el apoyo general” y necesitaba “una consideración más a fondo”.

Muchos británicos, musulmanes incluidos, están en contra de la definición propuesta y advierten de que podría blindar el islam del escrutinio y las críticas válidas.

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En su intervención en la Cámara, John Hayes, diputado conservador, señaló:

“El informe de la Comisión identifica islamofobia como un ejercicio de racismo, que presume que la población musulmana de este país, o de cualquier país, es una raza. Puesto que el islam es una religión, esa propuesta es discutible en sus términos, como han explicado muchos críticos del informe”.

Las personas que se adhieren a esa religión vienen de toda clase de lugares, de todas las clases de color de piel y creencias, y adoptan todo tipo de prácticas diferentes. Como ocurre con los cristianos, algunos adoptan una visión más fundamentalista de su religión que otros. Describirlos como raza, en sí misma, es muy osado, y algunos dirían que es un punto de vista controvertido, sin embargo, es lo que hace el informe al identificar la islamofobia como una cuestión de antirracismo […].

El actual orden legislativo sobre la incitación al odio, la discriminación y muchas otras medidas permiten que la policía, si así lo quieren, persigan a las personas que se comportan de manera inaceptable y, mucho más en serio, de manera ilegal, y hay una discusión muy pertinente sobre si la policía no lo hace lo bastante. No quiero plantearla yo, pero otros podrían hacerlo. Desde luego, es cierto que la policía debería perseguir a esa gente, a los que habría que interrogar, imputar y, si procede, procesar. Sin embargo, el argumento de que partimos de una hoja en blanco oculta el hecho de que existe toda clase de leyes contra la discriminación y el racismo que nos permiten proteger a quienes podrían ser víctimas de dichos prejuicios.

En The Spectator, David Green, fundador y director ejecutivo de Civitas, un think tank de político no partidista de Londres, advirtió:

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“Si esta definición se convierte en ley, nadie estará seguro de qué tipo de palabras podrían llevarlos al juzgado. Es precisamente esa incertidumbre lo que diferencia un Estado policial de una sociedad libre. Históricamente, el término ‘Estado de derecho’ se utilizaba para describir el sistema político en el que todo el mundo sabía cuándo se podía utilizar la ley contra ellos y cuándo tenían la libertad de actuar como a cada cual le pareciera oportuno. Como dijo John Locke, en Inglaterra había “una regla común a cuantos forman parte de esa sociedad”, lo que significaba “la libertad que me permite seguir mi propia voluntad en todo aquello no prescrito por la norma, y no estar sometido a la voluntad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro” […].

La ley [británica] no ampara el uso de las palabras con la intención de suscitar el odio racial y —sin duda por esta razón— la definición de la Comisión afirma que criticar el islam es una forma de racismo. Pero la raza y la religión son cosas muy distintas […].

Estamos ante un choque de dos formas muy distintas de ver una sociedad: el individualismo y el colectivismo, a grandes rasgos. El individualismo considera que el objetivo principal del Estado debe ser facilitar el desarrollo de nuestras cualidades personales […].

En una sociedad colectivista, el objetivo es que los gobernantes determinen cuál debe ser la conducta de los individuos […] y los que están en el poder establecen un código detallado y amenaza con el castigo a quien no lo cumpla. Y no agradecen la crítica como mecanismo de aprendizaje mutuo y rendición de cuentas del poder.

Hemos visto esas ideas autoritarias a lo largo de la historia de Europa y pensábamos que las habíamos dejado atrás […]. La definición de la Comisión es un intento de recrear esa atmósfera del pasado […].

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Hay un amplio apoyo público a la libertad de expresión, y no es probable que acabe de forma oficial por una ley del Parlamento, pero se puede ir desgastando poco a poco. Darle un reconocimiento oficial a la definición de islamofobia de la Comisión será un paso gigantesco hacia un Estado policial arbitrario.

Los jefes de la policía británica han alertado de que la definición de islamofobia propuesta podría generar confusión entre los policías y obstaculizar la lucha contra el terrorismo islámico. En una carta a la primera ministra, Theresa May, que se filtró a The Times, Martin Hewitt, presidente del Consejo Nacional de Jefes de Policía (NPCC, por sus siglas en inglés), escribió que la definición de la Comisión podía exacerbar las tensiones con la comunidad musulmana y socavar las medidas políticas y tácticas antiterroristas.

Nos preocupa que la definición es demasiado amplia tal como está redactada, y podría generar confusión entre los agentes a la hora de velar por su cumplimiento y utilizarse para impugnar una legítima libertad de expresión sobre los actos históricos y teológicos de los países islámicos.

También existe el riesgo de que pueda ir en detrimento de los mandos antiterroristas que tratan de lidiar con el extremismo o impedir el terrorismo.

El primer diputado musulmán de Inglaterra, Jalid Mahmud, dijo que la definición daría lugar a una mayor segregación de las comunidades musulmanas:

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“Yo defiendo la libertad para todos, pero estoy en contra de esto. Nosotros, como musulmanes, deberíamos estar orgullosos de quiénes somos e intentar alejarnos de la mentalidad de víctimas”.

En diciembre de 2017, el Barnabas Fund publicó un comunicado en el que recomendaba utilizar la palabra “musulmanofobia” para condenar el miedo y el odio hacia los musulmanes. Dijo que la palabra “islamofobia” sólo debería emplearse con el significado de miedo y odio al islam como ideología religiosa. El comunicado también subrayaba que el uso común de “islamofobia” para incluir el miedo y el odio también a los musulmanes es motivo de muchas confusiones.

El 15 de mayo, más de 40 académicos, escritores y funcionaros públicos británicos firmaron una carta abierta al secretario de Interior, Sayid Yavid. En la carta pedían al Gobierno, a los partidos políticos, a los ayuntamientos y a otras organizaciones que rechazaran la definición de islamofobia de la Comisión:

“Los abajofirmantes condenan de manera inequívoca, sin reservas y enérgicamente los actos de violencia contra los musulmanes y reconocen la urgente necesidad de abordar el odio antimusulmán. Sin embargo, estamos sumamente preocupados por la acrítica y apresurada adopción de la definición de islamofobia de la Comisión”.

Se está tomando esa vaga y expansiva definición sin un adecuado escrutinio o consideración apropiada de sus consecuencias negativas para la libertad de expresión, de cátedra y de prensa. La definición también perjudicará la cohesión social, al alimentar precisamente la misma intolerancia a los musulmanes que se propone prevenir.

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Nos preocupa que las acusaciones de islamofobia se usen, como ya se están usando, para blindar las creencias islámicas y otros extremismos ante las críticas, y que formalizar esa definición dé lugar a que se emplee lo que en la práctica es una ley sobre la blasfemia por la puerta de atrás.

Evidentemente es mucho más probable que no se detecten los maltratos o prácticas dañinas, o las actividades de grupos e individuos que promueven ideas contrarias a los valores británicos, a causa del miedo a que los llamen islamófobos. Esto sólo irá a más si la definición de la Comisión se adopta como ley oficial.

Nos preocupa que la definición se utilice para acallar las críticas legítimas y la investigación. Aunque los autores de la Comisión han asegurado que no desean infringir la libertad de expresión, todo el contenido del informe, la propia definición y las primeras señales de cómo se podría utilizar indican que lo harían. No deberían tratarse las libertades civiles como una cuestión secundaria al intentar lidiar con los prejuicios antimusulmanes.

La fusión de raza y religión utilizada bajo el confuso concepto de “racismo cultural” amplía la definición más allá del odio antimusulmán para incluir las críticas “ilegítimas” a la religión islámica. El concepto de musulmanidad se puede en efecto transferir a las prácticas y creencias musulmanas, lo que permite que el informe diga que se instrumentalizan las críticas al islam para herir a los musulmanes.

Ninguna religión debería contar con una protección especial frente a las críticas. Como el odio a los sij, los cristianos o los hindúes, creemos que el término “odio antimusulmán” es más apropiado y menos proclive a infringir la libertad de expresión. No es deseable una proliferación de las “fobias”, como ya han afirmado las organizaciones sij y cristianas que reconocen la importancia de un debate libre sobre sus creencias.

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El 28 de mayo, el Consejo Musulmán de Gran Bretaña, vinculado a los Hermanos Musulmanes, presentó ante la Comisión sobre derechos humanos e igualdad una denuncia de islamofobia en el seno del Partido Conservador. En su denuncia afirmaba:

“Hemos dado este paso tras llegar a nuestro conocimiento una insólita serie de casos que indican una cultura en el seno del Partido Conservador donde la islamofobia no sólo está generalizada, sino que es institucional. Solicitamos a la Comisión que estudie las pruebas e investigue este asunto con urgencia”.

El ayudante del secretario general del Consejo Musulmán, Miqdad Versi, admitió que el objetivo de la queja de la organización ante la Comisión de derechos humanos e igualdad era presionar al Gobierno para que aceptara su definición de islamofobia:

“El Gobierno, encabezado ahora por los conservadores, también ha decidido rechazar una definición de islamofobia aceptada por el Consejo Musulmán y algunos actores musulmanes clave, lo que nos hace preguntarnos cuál es el mensaje que quieren transmitir a las comunidades musulmanas”.

Cuando llegue la competición por el liderazgo [del Partido Conservador], ¿dará prioridad alguno de los candidatos a hacer frente a la magnitud de la islamofobia que ha consumido al Partido Conservador?

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La petición de una investigación por islamofobia se produjo el mismo día en que la Comisión de derechos humanos e igualdad anunció una investigación oficial por antisemitismo en el Partido Laborista. La investigación determinará si el partido “ha discriminado, hostigado o victimizado ilícitamente a personas por ser judías”.

El Consejo Musulmán dijo que el momento elegido para presentar la denuncia —el mismo día de la investigación por antisemitismo— fue una coincidencia.

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España

Un homenaje a Ucrania desde la Memoria Española: 81 años de la última gran victoria del ejército español, por Francisco Torres García

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Francisco Torres García

 

Hace 81 años se libró en la entonces URSS, en los arrabales de la ciudad de Leningrado (San Petersburgo) la batalla de Krasny Bor. Un choque de tintes épicos entre la infantería española y el Ejército Rojo en los inicios de la Operación Estrella Polar, planificada por quien sería mariscal y cuatro veces héroe de la Unión Soviética, Gueorgui Konstantinovich Zhúkov. Considerado por la historiografía soviética y posterior como el mejor de los comandantes soviéticos en campaña, los soldados afirmaban: «Donde está Zhúkov, está la victoria».

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Con aquella, sin duda, pensaba añadir, a la que sería una brillante carrera militar, la liberación definitiva de la ciudad de Leningrado. La misma que había conseguido defender ante el asalto alemán en el otoño de 1941. Con una concatenación de ofensivas en los Frentes de Leningrado, Vóljov y Noroeste pretendía alcanzar un objetivo  muy ambicioso: acabar con el cerco a Leningrado, liberar Novgorod, embolsar al 18.º Ejército alemán y abrir el camino hasta la frontera de Estonia y Letonia. Todo ello tras haber desarticulado los soviéticos la Operación Nordlicht, el que iba a ser el asalto definitivo a la ciudad cuna de la Revolución dirigido por el mariscal Erich von Manstein.

La batalla defensiva que libró en Krasny Bor la División Española de Voluntarios, la División Azul, supuso, sin embargo, un revés para el plan de Zhúkov al impedir la ruptura del frente encomendada a unidades del 55.º Ejército; resistencia que contribuyó a la frustración de toda la Operación. Más allá de cualquier otra valoración hay que señalar que si los españoles se hubieran hundido la progresión soviética, que debía protagonizar la 45.ª División de la Guardia del general Krasnov, hubiera sido difícilmente contenible quebrando la línea de comunicación que permitía abastecer a las fuerzas alemanas.

Conviene insistir, como nota introductoria, en una realidad incuestionable que las circunstancias políticas de la última década, junto con algunos sectores de la historiografía, tienden a obviar, que, independientemente de su componente político y de su recluta, la División Española de Voluntarios, la División Azul, fue una unidad del Ejército español, constituida orgánicamente al efecto de realizar una misión específica (combatir al comunismo) y disuelta a la conclusión de la misma. Esta gran unidad consiguió, entre el 10 y el 11 de febrero, en lo que debemos denominar los combates de Krasny Bor, siguiendo al general Fontenla, una importante victoria en lo que fue una batalla defensiva al frustrar la intención enemiga y dislocar una ofensiva de amplios horizontes. No es exagerado, sino simple constatación de la realidad, que en Krasny Bor el ejército español alcanzó su última gran victoria en una gran acción bélica.

Más allá del desarrollo de los combates en aquellas 18 horas de lucha continua entre el 10 y el 11 de febrero, más allá del rosario de acciones heroicas que en aquellas momentos se dieron, avanzado el conocimiento real de los hechos (siendo fundamentales las aportaciones realizadas por Carlos Caballero), desbrozadas algunas interpretaciones herederas de las valoraciones personales de quienes combatieron, eliminados no pocos mitos que durante décadas prescindieron de los condicionantes tácticos y de la realidad de las fuerzas en presencia, vamos a tratar de precisar algunos aspectos, quizás aparentemente secundarios, sobre los condicionantes y las lecciones de aquel día.

La División Azul que consiguió aquella victoria no era la unidad que salió de España en julio de 1941 y que había combatido brillantemente en las orillas del Vóljov. En febrero de 1943 no eran muchos los divisionarios alistados en 1941 que permanecían en el frente, probablemente rondarían los 2.000. Tras agotar las listas de reserva, en marzo de 1942, el gobierno español decidió iniciar un nuevo periodo de recluta del que saldrían la mayor parte de los combatientes en la batalla.

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Entre abril y diciembre de 1942 llegaron al frente 14.124 hombres. A partir de mayo comenzaron a abandonar el frente los denominados Batallones de Repatriación. Más de 9.000 voluntarios regresaron a España hasta el último mes de aquel año; entorno a  2.000 no pudieron hacerlo y aguardaban la eternidad en un rosario de cementerios. En este proceso el general Muñoz Grandes chocó con el Ministerio del Ejército y su planteamiento de renovación/sustitución, inclinándose por mantener la vieja «amalgama napoleónica» distribuyendo a los que llegaban entre todas las unidades.

En febrero de 1943 la DEV era una unidad prácticamente renovada. Sobre aquellos voluntarios llegados caería la leyenda de una recluta forzada, alimentada por la paga, pletórica de republicanos y maleantes, con escasa moral de combate y menor voluntad de vencer, salida de los cuarteles, aunque casi 9.000 de los llegados a lo largo de 1942 se hubieran alistado desde los banderines abiertos en las milicias falangistas… Visión que compartía y ampliaba la propaganda soviética que mantendría de forma ortodoxa el PCE y se transmitiría, a través de sus vasos comunicantes, a parte de la reciente historiografía española. La prueba más evidente de que no era así es lo ocurrido durante los combates de Krasny Bor.

En julio de 1942, aquella gran unidad que estaba renovándose/reconstruyéndose, recibió órdenes para trasladarse desde el Vóljov hasta el frente de Leningrado, iban a participar en lo que se anunciaba como el asalto definitivo a la ciudad. Aquel movimiento iniciado en agosto dio tiempo al general Muñoz Grandes para instruir a sus hombres. Además se le indicó que, una vez acantonada en las proximidades del frente, tendría un tiempo antes de entrar en línea. La División Azul iba a tener un papel relevante en la ruptura que conduciría a la ocupación de la ciudad dentro de la Operación Nordlicht. Lo que indica el valor que como unidad de combate se daba a los españoles por parte del mando alemán.

Las circunstancias y la falta de fuerzas acortaron los plazos y la DEV entró en línea el 5 de septiembre entre Alexandrovka y el río Ishora. El general Muñoz Grandes asumió el mando de una zona de buenas posiciones pero sin profundidad en sus elementos de defensa, y procedió a reestructurar sus fuerzas para una acción ofensiva que se mantuvo viva hasta mediados de octubre de 1942. Ahora bien, por sus efectivos, que a finales de octubre podía desplegar 16.343 hombres, la DEV era la unidad más poderosa del frente. Con sus fuerzas podía mantener su sector sin dificultades ante cualquier contingencia.

El general Emilio Esteban-Infantes, que iba a sustituir en el mando a Muñoz Grandes, llegó al frente en agosto para convertirse en 2ª Jefe de la unidad, a él iba a corresponder, en gran medida la preparación final de la zona y el despliegue en el nuevo sector que se le iba a adscribir en que se libraría la batalla.

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Cerrado definitivamente el planteamiento ofensivo correspondía prepararse para establecer un escenario defensivo ganando lo que no tenían las líneas alemanas de un frente estático como era el asumido, profundidad. Ambos generales conocían la doctrina táctica española sobre la batalla defensiva que optaba por la profundidad y la distribución de posiciones defensivas con espíritu de resistencia al objeto de impedir al enemigo la penetración real y el dominio del territorio. Doctrina revisada durante la guerra civil sobre la que el propio Franco había teorizado, destacando la importancia de la batalla defensiva, en 1938 en sus instrucciones para los jefes de grandes unidades y en sus comentarios al reglamento de ese año. El general Muñoz Grandes asumió que se vería obligado a librar una difícil batalla defensiva cuando anunció que se mantendría a toda costa en Novgorod en el invierno de 1941-42.

El propio Franco en su ABC de la batalla defensiva. Aportación a la doctrina, síntesis final de lo escrito durante la guerra, incidiría en la necesidad de relegar «los órdenes lineales», optando por «sistemas profundos, tanto más necesarios cuanto mayor sea la capacidad de penetración de los Ejércitos modernos y su potencia para la ruptura» con lo que se organizará el terreno propio «preparando el sistema de fuegos que ha de aniquilar al enemigo», asumiendo que las fuerzas enemigas progresarán según sea la red de comunicaciones existentes que permitirán alimentar la batalla, por lo que «los campos de batalla principales hemos de buscarlos en esas vías de penetración, como en ellas ha de situarse el centro de gravedad de nuestras tropas», creando la zona de resistencia y en esta, siguiendo los reglamentos tácticos, lo fundamental es el ocultamiento y la dispersión de las fuerzas. En ese marco se desarrolló la batalla de febrero en el frente ruso.

Tanto Muñoz Grandes primero como Esteban-Infantes después trabajaron para dotar de profundidad sus líneas. La línea española tuvo una relativa tranquilidad, aunque sometida a los duelos artilleros y golpes de reconocimiento, entre los meses de octubre y noviembre, lo que permitió incidir en la instrucción de las fuerzas. Una optimización que no hay que depreciar a la hora de valorar las razones de la victoria española.

El problema, sobre todo para Esteban-Infantes al asumir el mando completo, fue la constante ampliación de la línea a cubrir por los españoles desde el sector inicial establecido entre Alexandrowka y el meandro del río Ishora. En enero de 1943 los soviéticos lanzaron la Operación Iskra que daría origen a la batalla por el control de los Altos de Sinyavino. La falta de fuerzas hizo a los alemanes exprimir el frente sacando unidades. La División Azul cedería al II Batallón del 269.º a mediados de enero de 1943. En Sinyavino los españoles demostrarían, una vez más, su capacidad de aferrarse al terreno y no ceder hasta quedar reducidos a la mínima expresión (solo 30 hombres regresarían indemnes), algo que no parece que fuera tenido en cuenta por el mando enemigo. Todo ello llevaría a la División a extender sus líneas primero hasta Krasny Bor, y después hasta más allá de la línea férrea cubriendo otros siete kilómetros. De un despliegue en el que los españoles mantenían reservas en cada subsector se pasó a un despliegue que embebía en línea a casi todas las fuerzas. Pero lo más grave era la falta de profundidad de la línea más allá del Ishora y la necesidad de preparar el terreno. Esteban-Infantes tendría que luchar contra el tiempo para ganar profundidad, pero este se estaba acabando. El tiempo había permitido trabajar en todo el sector la oeste del Ishora, pero ahora las líneas española podían alcanzar, según se evalúe, entre los 24 y los 30 kilómetros para soldarse al este con las fuerzas limitadas de la 4.ª División SS Policía que estaban retornando tras su participación en los combates de mediados de enero.

La División Azul cubría una línea que cortaba el río Ishora, la carretera Leningrado-Moscú, la población de Krasny Bor que ocupaba unos 9 kilómetros cuadrados y la línea del ferrocarril Leningrado-Moscú. A lo largo del mes de enero se hizo evidente que el subsector que se abría en el Ishora y llegaba hasta la línea férrea era tácticamente fundamental. Esteban-Infantes asumió la necesidad de ganar en profundidad asegurando las líneas en el Ishora y cubriendo la carretera, pero para completar un sistema que contara con suficientes posiciones para cubrir una amplia zona de resistencia necesitaba más tiempo. A la vez procuró destruir los intentos enemigos de progresar a la hora de acercar sus posiciones a la línea española ante Krasny Bor y la línea férrea. El condicionado despliegue español en la zona mostraría su eficacia el 10 de febrero.

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El  subsector de unos 11 kilómetros de línea, con unos cuatro fundamentales entre la carretera y el ferrocarril, quedó guarnecido por el Regimiento 262.º a las órdenes del coronel Manuel Sagrado Marchena, reforzado con el Batallón de la Reserva Móvil y la Compañía de Esquiadores, a lo que se sumarían, exprimiendo la División, el Grupo de Exploración, el Batallón de Zapadores y el Grupo Antitanques. El 10 de febrero tenían establecidos 2 escalones de despliegue y dos pequeñas reservas en su retaguardia. Durante los combates improvisarían una tercera línea. En total unos 5.000 hombres.

Lo que difícilmente podía prever el mando español o alemán era que los soviéticos hubieran situado el punto de ruptura de una gran operación ofensiva precisamente en aquellos kilómetros. Allí los españoles tendrían que aguantar primero la durísima ruptura artillera y después el asalto enemigo. Lo harían en inferioridad ya que el Ejército Rojo desplegaba 4 divisiones (72.ª y 43.ª de Fusileros, junto con la 63.ª y 45.ª de la Guardia) y una imponente masa artillera (la proporción con respecto a las baterías hispano-alemanas ha precisado Carlos Caballero era de 3.3 a 1, «que ya era bastante»). Flanqueada por las divisiones 72.ª y 43.ª de Fusileros, la 63.ª División de la Guardia, al mando del general Nikolái Pávlovich Simoniak tenía la misión de abrir brecha en Krasny Bor consiguiendo la necesaria ruptura. No era la 63 División una unidad escasamente fogueada, ni su general carecía de brillantez. De hecho, había protagonizado el 18 de enero la ruptura del frente enemigo en Shlisselburg, enlazando con las fuerzas del Frente del Vóljov en la Operación Chispa, lo que valió a Simoniak la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.

La terrible preparación artillera que se prolongó durante casi dos horas castigó muy duramente a las compañías españolas, que en algún caso llegaron a sufrir bajas cercanas al 80% de sus efectivos. Simoniak no esperaba una fuerte oposición y cuando la infantería roja avanzó apoyada por carros KV 1 se encontró con la enconada resistencia de los restos de las compañías de Huidobro, Palacios, Oroquieta, Aramburu, Campos… Se abría así el tiempo de las resistencias decisivas que se prolongaría durante horas. Algo que no debió extrañar, cuando comenzó a tener información, al general Esteban-Infantes pues él mismo las había vivido en primera persona durante la batalla de Brunete en la guerra civil. Tampoco, a pesar de la dureza se produjo el hundimiento de la moral, los que retrocedieron en medio de la lluvia de fuego se recompusieron y contraatacaron cuando encontraron mandos que los reagruparon. Algo que difícilmente hubiera sucedido en una unidad de recluta forzada o sin más horizonte que la paga.

Según la propaganda enemiga la División iba a plantear escasa resistencia dado el componente humano de la nueva recluta. Parece evidente que los mandos del Ejército Rojo habían asumido como real esta imagen. Sin embargo, lo que los españoles estaban demostrando era una alta moral de combate no quebrándose la voluntad de vencer y una elevada calidad entre sus jefes, oficiales y suboficiales que tuvieron que combatir durante horas sin la necesaria comunicación entre las compañías ni con el mando superior establecido por Esteban-Infantes en el puesto avanzado de Raykolovo. Las compañías de la Guardia pudieron sobrepasar los núcleos de resistencia de las compañías de línea, pero se empantanaron en una zona de resistencia que nunca pudieron dominar, no pudieron adueñarse del terreno y esa fue la clave del día.

Sin comunicación exacta sobre el alcance de la penetración enemiga durante horas el general Esteban-Infantes movió sus escasas reservas y adoptó la medida de recurrir a los hombres del Batallón de Repatriación, disponiéndose a aguantar, en el peor de los casos apoyado en el Ishora; al otro lado del río el intento de progresión soviética había sido contenido y rechazado el ataque en el meandro del río. Con respecto a la actuación del general Esteban-Infantes, el general Fontenla ha precisado que si bien no percibió la entidad del posible ataque, «durante al batalla reaccionó de forma correcta… en su puesto de combate: empleó el fuego de la artillería divisionaria, empeñó reservas disponibles y se esforzó en organizar otras nuevas, y reforzó el borde de la lucha en Ishora para impedir sus ensanchamiento y facilitar, en su caso, la estrangulación de la penetración mediante un contraataque general».

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Al caer la noche, sobre las 15.30 los combates adquirieron una nueva dimensión sobre un terreno en el que las manchas blancas se alternaban con grandes extensiones de barro. Los españoles continuaban resistiendo en su segundo escalón apegados a las construcciones de Krasny Bor y en su improvisada última línea de resistencia. Los divisionarios habían dado tiempo al mando alemán a preparar una línea tras la zona de combate para guarecer Sablino. Las fuerzas de Simoniak no pudieron abrir la brecha necesaria en Krasny Bor, ni se pudo progresar al este de la línea férrea: no hubo ruptura definitiva. El mando del 55.º Ejército no pudo usar su reserva convenientemente, la 45.ª de la Guardia del general Krasnov, pues ya no había éxito que explotar y los alemanes habían desplegado una línea defensiva tras los españoles.

Al finalizar el día los divisionarios habían perdido en aquel subsector, que cederían a los alemanes de forma progresiva hasta la medianoche, entre 3 o 4 kilómetros, pero -insistimos- los soviéticos no consiguieron su objetivo que era abrir una brecha rompiendo el frente y dominando el terreno para permitir el avance, con lo que su ataque quedó dislocado perdiendo más de un tercio de sus efectivos, sin romper nunca de forma definitiva la última línea española ni ocupar su zona de resistencia.

La gloria, la victoria y la muerte acompañan siempre hechos de armas como los combates de Krasny Bor. En torno a 1.100 españoles perdieron la vida en la batalla, entre 200 y 300 cayeron prisioneros, otro millar y medio recibieron heridas de consideración -parte de ellos también dejarían este mundo a consecuencia de las mismas o acortarían significativamente su vida-. Hubo acciones heroicas que por falta de testigos nunca fueron convenientemente recompensadas. Un soldado, Antonio Ponte Anido, pese a estar herido decidió frenar un T-34 que se dirigía hacia un hospital de campaña, lo hizo con su vida, fue recompensado a título póstumo con la Cruz Laureada de San Fernando.

Según anota Carlos Caballero el mando alemán anunció la concesión por los hechos de aquel día de 30 Cruces de Hierro de 1ª, 300 de 2ª y 400 Cruces al Mérito Militar con Espadas. En parte de aquellos prisioneros, que fueron internados en los campos de concentración soviéticos, tampoco se quebró la voluntad de continuar la lucha y vencer. Algunos de ellos serían condecorados tras volver a España 11 años después.

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