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Opinión

La Vida

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(Un cúmulo de casualidades concatenadas, como para sospechar que alguien todopoderoso tiene interés en que funcione lo mejor posible)

Apareces en la hora que te toca de un día, de un mes, de un año, en un lugar determinado de un planeta que se llama Tierra y que es uno de los nueve que giran en torno a una estrella enana amarilla –el tercero y de los medianos- que conocemos como Sol y que se ubica en un universo que no permite ver su final. Eso sí, nos dicen que estamos en una galaxia –una más de los millones de ellas que parecen existir- que se llama la Vía Láctea o Camino de Santiago, que la forman doscientos mil millones de estrellas, calculadas a ojo de buen cubero y otros astros –planetas, satélites y vete a saber cuáles más- innúmeros. Es la razón vital que dice Ortega y de la que emana todo lo demás, sucesivo y concatenado.

Somos un animal mamífero. Los seres humanos no lo olvidemos, formamos parte de la biodiversidad terrenal. No en vano, velis nolis y mal que nos pese, taxonómicamente, somos parte del reino Animalia, del subreino de los Metazoa, del phyllum de los Cordata, del subphyllum de los Vertebrata, de la clase de los Mammalia, del grupo de los Eutherios ó Placentarios, del orden de los Primates, del suborden Anthropoidea (Haplorrini), del infraorden Simiiformes, del parvorden Catharrini (Viejo Mundo), de la superfamilia Hominoidea, de la familia Hominidae, de la subfamilia Homininae, de la tribu Hominini, del género Homo y de la especie Sapiens. Esto último es esperanzador y debiera ser sinónimo de responsabilidad.

Nacemos de una madre, una hembra que nos sufre nueve meses –o doscientos setenta días- en su cavidad abdominal, aportándonos alimento y medios de formación física y crecimiento de su propia sangre, por haber tenido que ver en amores y sexo con un padre, que normalmente asiste a la fiesta y colabora en nuestra bienvenida. Hemos sido invitados a la vida, sin nuestra anuencia, por lo que hay que presumir que supone un beneficio y que Alguien ha optado por nosotros porque es bueno. Estamos supeditados ya al tiempo y al espacio, y a una durabilidad.

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Cuando nacemos comienza a correr para cada uno algo que llamamos tiempo, que no sabemos lo que es, pero que condiciona nuestra vida, nuestra edad –tempus fugit- y que se relaciona con lo que llamamos espacio, distancia y duración, y así entendemos algo de su sustancia, que no es mucho.

Nuestra madre viene preparada para alimentarnos en los primeros meses con algo adecuado a nuestra frágil condición infantil. Procedemos de dos progenitores, estos de otros dos cada uno, y así sucesivamente cada antecesor –dándose la paradoja de que cuanto más vamos hacia atrás procedemos de más gente, cuando son menos los habitantes- por lo que arrastramos una genética compleja que huye de la endogamia cuasi-incestuosa que tuvo que haber en un principio y difícilmente coincidente, así que lo normal es no parecernos a nadie, y resultar únicos e irrepetibles para nuestro bien o para nuestro mal, aunque perpetuemos rasgos propios de ese acúmulo.

Es la historia mendeliana de los guisantes, que se complica a cada paso y que poco a poco, a lo largo de años y años, se ha comprobado que existe una genética prodigiosa en nuestras células y una cadena de ADN en ellas, propia de cada cual, a manera de código individual. Todo a partir de una pareja de células, que unidas forman una sola que se divide y subdivide continuamente hasta ser millones y darnos forma humana en 3D, y conformar un ser, una persona, que va a salir a la vida desde el calor de una madre y continuar en marcha hasta que alguien le llame a capítulo.

Nuestro corazón late durante muchos años, y nos parece algo normal y resulta que somos un 71% de agua y unos cuantos elementos. El 29% restante es la suma de carbono que supone el 23%, de nitrógeno, calcio y fósforo el otro 6% y un 1% restante de esos 29%, lo componen tres docenas de elementos en cantidades mínimas, que en una droguería no nos costarían mucho más allá de cinco o seis euros, si no menos, por el tiempo en hacer paquetitos, más que por el producto en sí. ¿Otra casualidad, obtener tanto con tan poco?

En este mundo galáctico se miden las distancias por años-luz. La luz que recorre en un segundo 300.000 km, 1.080.000.000 km en una hora, 25.920.000.000 km por día y 9.460.800.000.000 km por año. La estrella más cercana a nuestro sol, que se llama Próxima Centauri, está a 4,22 años-luz, que son 39.924.284.000.000 km. La luz del Sol tarda en llegar a la Tierra, en recorrer los 149.600.000 km que nos separan, 8 minutos y 19 segundos, o 499 segundos.

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Miramos al cielo cuando nos llama la atención la luna en la noche y se ven infinidad de puntitos en la lejanía. Al Sol, de día, no le podemos, ni debemos mirar. Alguien dice que no es infinito el número de estrellas porque entonces se vería todo blanco y nos da lo mismo, porque no pensamos mucho en ello. Simplemente, para poder dormir.

Estamos flotando sobre una bola de tripas incandescentes, una esfera provista de una costra de unos treinta kilómetros de espesor medio que contiene ese magma a miles de grados y que tiene un radio de seis mil trescientos setenta y un kilómetros, un diámetro de doce mil setecientos cuarenta y dos y un perímetro ecuatorial de cuarenta mil setenta y seis.

Un bombón de licor, preocupante, que gira como una peonza a 1.669 kilómetros por hora -463 metros por segundo- para un punto inscrito en el ecuador, porque ha recorrido los 40.074 km en 24 horas. El cálculo no tiene problema alguno. La velocidad con la que recorre el planeta los 930.000.000 km de elipse en torno al sol en un año –trazando los solsticios y los equinoccios en virtud de los 23,5º de inclinación del eje terrestre en relación al plano de la eclíptica, ni más, ni menos, que producen las cuatro estaciones a lo largo del año, en un alarde de casualidad y exactitud suiza- supone una velocidad de 106.000 km por hora, o 29 km por segundo. Sesenta y tres veces más velocidad que en la rotación. ¿Lo notan? No, pero es así, tal cual se lo digo. Es lo que tiene el vacío interestelar, ni te despeinas.

A esto añadamos que nos movemos con la galaxia a mayor velocidad aún y al año que viene el día de hoy, dentro de 365 días, habremos recorrido más de 18.000.000.000 km, (poco menos de un día-luz) 49.300.000 millones de km diarios que suponen una velocidad de 2.054.000 km/hora, que son 570.555. km por segundo, equivalente a una vez y media la velocidad de la luz y por tanto palabras mayores. Diecinueve veces más velocidad que en la traslación. ¿Notan algo? Es sorprendente y parece mentira, al menos a mí. Es una cadena de velocidades enormes y crecientes que se suman y tiene todo el aspecto de una locura, pero que no se avienen a nuestro concepto de velocidad y muy posiblemente aportan la imprescindible estabilidad al sistema.

La sensación en una noche tranquila de verano –cuando cantan los grillos y huele a verbena y a hierbaluisa- es de paz, de quietud y de sueño y nos incita al amor y a la procreación de vida por la interactuación de macho y hembra, por poco que nos faciliten la tarea, lo que procura satisfacción y placer. Es todo un invento divino y no del diablo. Es mi tesis.

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Nos desenvolvemos en una capa gaseosa y acuática, la biosfera, que envuelve nuestro planeta y que supone una pequeña parte del volumen que se aprecia en el planeta cuando se contempla desde la estratosfera. La capa gaseosa rodea enteramente la esfera terrestre y todo aparece azul y apetecible. La acuática salada ocupa un 70,9% de los 510.101.000 que tiene la superficie de la Tierra, por tanto, suma 361.661.600 km2 esa hidrosfera que, con unas determinadas temperaturas terrestres, que dan 15º medios durante miles de años, se corresponde con una cantidad de evaporación que va a proveer de agua regada y dulce a toda su superficie irregularmente y en forme de lluvia, granizo o nieve. ¿Otra casualidad?

Otras superficies y otras temperaturas darían otras evaporaciones y otras precipitaciones. Nunca llovería a gusto de todos, sin duda. Tanto una biosfera como la otra tienen un espesor que no pasa de tres kilómetros la primera y de cuatro –medios- la segunda, en los que es posible la vida. Cuando una se superpone a la otra, como es en el caso de los océanos en los que están los cuatro km de agua y los tres km de atmósfera, tenemos una biosfera de aproximadamente siete kilómetros de espesor medio, pero ambas caben muy aproximadamente en un cubo de 1.560 kilómetros de arista o lado, lo que, comparado con el perímetro de la Tierra de 40.000, es algo pequeño y frágil, una veintiseisava parte de ella.

En ella se suceden los fenómenos que facilitan la vida, el clima, los vientos, las corrientes marinas, la lluvia y la nieve, las horas de sol –la constante solar- las temperaturas, y los solsticios y equinoccios, que son otros fenómenos ¿casuales? fundamentales muy seriamente para la vida.

Bueno, pues a esto añadamos el magnetismo de la Tierra. Algo que tampoco entendemos bien y no sabemos cómo se produce eso de que el polo Norte sea el Norte y el Sur sea el Sur, como nos indica una simple brújula en virtud de su existencia. Ese campo magnético bien desarrollado de la Tierra, amén de otras tantas cosas, nos protege cual escudo poderoso –fuerza de Lorentz- de los maléficos y letales rayos gamma del viento solar, radiación electromagnética ionizante constituida por fotones, muy penetrante, que procede del Sol y sus elementos radiactivos, semejante a los rayos X, de mayor longitud de onda y enormemente perniciosos para la vida –que la harían imposible tal como la conocemos- y son desviados por él hacia el espacio exterior. ¿Otra casualidad?

La luna afecta a las mareas beneficiosas y regula la duración de los días en la tierra, que en su ausencia serían muy cortos, en otra casualidad prodigiosa y regular, amén de estabilizar a la Tierra como contrapeso, o a manera del venterol de un viejo reloj. Su rotación y su traslación en torno a la Tierra –a un kilómetro por segundo- se sincronizan de tal modo que solo vemos una sola cara. Podemos respirar un aire con una determinada proporción de oxígeno, ¿casual? que nos da vida sin quemarnos, beber el agua destilada de la lluvia, alimentarnos con la biodiversidad vegetal y animal que la puebla y nos acompaña en la aventura y que se desenvuelve en una cadena trófica autoalimentándose a partir de la luz del sol y la función clorofílica, casualmente, donde empieza todo partiendo de la química inorgánica de los suelos –sales minerales- a la orgánica –la vegetación- en un alarde y ante nuestros ojos.

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Venimos provistos de cinco sentidos, vista, oído, tacto, gusto y olfato, con los que percibimos nuestro entorno con cierta facilidad. No echamos de menos otro. ¿Es la intuición un sexto sentido? Hay quienes vienen a falta de alguno o algunos, lo que condiciona sus trayectos vitales en gran manera. Son cosas de la biología a la que estamos sometidos en la circunstancia vital. Nos remitimos a que la vida es un azar temporal y que Quién ha dispuesto todo, sabe lo que hace y sabrá compensar el sufrimiento y las deficiencias.

Nuestro cerebro, que son dos lóbulos unidos por un istmo, algo sustancial para nuestras capacidades, viene a estar compuesto por doscientos mil millones de neuronas interrelacionadas con sinapsis, como una red tridimensional, que ya dije que era el número estimado de estrellas de nuestra galaxia. Nuestro cerebro es el máximo consumidor de energía de nuestros órganos. Con el 2% del peso corporal consume el 20% del oxígeno y de la glucosa del organismo y la materia gris, la más noble e intensiva de la actividad intelectual, más que la blanca. ¿Otra casualidad?

Comenzamos a despegar del suelo, porque no paramos de evolucionar -crece nuestro cuerpo a costa del alimento y del cariño de nuestros padres que suplen nuestra indigencia en todos los órdenes- y se manifiesta en nosotros algo interno que nos hace sentirnos nosotros y mirarnos al espejo para ver quiénes somos, en contraste con quienes nos rodean, que vemos semejantes, y nos procura una memoria que traemos a la vida, que nos permite aprender, retener y almacenar hechos, imágenes y conceptos de cosas, una inteligencia que nos permite especular con lo aprendido y retenido y recomponer hasta el infinito como un juego y una voluntad que nos hace proceder en consecuencia, optar y elegir entre esas alternativas que se nos ofrecen, y eso sin que pongamos nada de nuestra parte, salvo quererlo.

Somos sociales. No nos complace la soledad. Y sin embargo cada vez vamos siendo más y más nosotros mismos, únicos e irrepetibles, según acumulamos datos y vivencias, recuerdos, imágenes, conceptos abstractos… A eso contribuyen quienes nos rodean, sean familiares, compañeros, profesores o amigos de juegos o de clase, niños o niñas.

Estamos sujetos a leyes físicas, químicas y biológicas, pesamos –somos atraídos por el suelo en virtud de la gravedad- nos hacemos daño si caemos, nos pinchamos y nos duele, enfermamos y buscamos el calor y la quietud y se nos alimenta, se nos abriga, se nos procura bebida y nos satisface y agradecemos el cariño que se nos presta devolviéndolo. Recuperamos fuerzas y seguimos en el empeño. En cualquier momento de esta vida podemos terminar, no hay garantía alguna de duración. Nadie puede añadir un milímetro a su estatura, ni un día más a su vida. Hay lo que hay.

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No podemos parar mucho tiempo. Dormimos de noche y nos despertamos con nuevas fuerzas cuando sale el Sol. Desayunamos. A veces llueve, otras hay luz, o está nublado y hace frío. Nos gusta el calor entonces. Si hay buen tiempo y hace calor buscamos el fresco de la sombra, el agua, o la bebida fría y nos libramos del Sol. No somos conscientes de que cambiamos día a día, que nuestras células no paran, que ganamos altura, que nuestros brazos ganan fuerza, que cada día comemos, digerimos, orinamos y eliminamos deshechos y nos crece el pelo y las uñas y vamos describiendo una evolución en el tiempo, alcanzamos la madurez –cual los frutos- y si duramos terminamos en decadencia, en vejez y en caducidad. Son nuestros materiales finitos y nuestro reloj biológico que da hasta donde da.

Entendemos lo que se nos dice poco a poco, aprendemos a decir a manifestarnos, a escribir, leer, calcular, prever (ver para prever y prever para proveer, como decía Comte) y atender a conceptos abstractos, que acumulamos, almacenamos e interrelacionamos. Sabemos quién es quién. Quienes son los nuestros, cómo son y manifestamos simpatías y antipatías, filias y fobias. Leemos, miramos, escuchamos. Conocemos animales y distinguimos lo que es la racionalidad, el uso de la razón, el sentido común, la amistad, el cariño y sentimientos de seguridad, inseguridad, peligro, amor, deseo, ira…. Jugamos, corremos, y buscamos nuestros límites… Nos gustan los animales pacíficos que se dejan acariciar y tenemos prevención con aquellos que muestran hostilidad, que pican o son desconocidos y no nos gustan nada.

La música nos afecta gratamente, nos alimenta y nos da placer, como la belleza, y el otro sexo, a la recíproca y nos produce felicidad, como el intercambiar ideas, discutir y crear ambientes amistosos y enriquecedores. En esas circunstancias no nos planteamos nada desagradable ni apocalíptico, sino lo grato y ameno. Nos gusta vivir. Competimos en lo que nos parece mejor.

Así como a otros pequeños no se les explica nada respecto a este milagro de la vida y llegan a pensar que la vida es una cadena de casualidades muy casuales, producto del azar y tantas y tan incomprensiblemente, que es como para pensar. Mis padres me dijeron –como a mis hermanos- que hay alguien que está muy por encima de nosotros, que ha dispuesto nuestra venida a esta Tierra, que nos ama como un padre y que nos tiene pensados desde la eternidad, y que ni un cabello se nos cae sin que Él lo permita y que, si lo permite, Él sabe por qué.

Es un concepto que nos excede y de proporciones inconcebibles para nosotros como nos cuenta San Juan de la Cruz, que llega a percibir, a colegir –le es dado hacerlo- algo de esa presencia desde la noche obscura, pero que está ahí. (Es consciente de que: Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo). Hay enfermedades terribles, hay dolor, hambre, soledad, accidentes… Ni la física ni la química nos perdonan. Es la consecuencia de vivir en la Tierra.

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Miramos al Universo, donde se plasma que todo es posible y grandioso y parece que es convincente que sea así, porque esto no es normal, ni sencillo, ni elemental, sino enormemente complicado y pleno de leyes y contraleyes, que nos exceden y nos abrumarían si tuviésemos que desentrañarlas con nuestras fuerzas.

Son las generaciones de pensantes, en el transcurso de los siglos, de elementos humanos especialmente dotados para cada rama del saber, quienes van abriendo camino, tanto desde la especulación filosófica, como desde la experimentación, la observación y la inventiva empírica, al conocimiento humano. El estudio, la meditación, y esa observación van haciendo acopio de conocimiento y lo transcriben para los legos y lerdos, que vamos captando, e intentando su digestibilidad.

Nuestra civilización, la occidental, que es el conjunto de nuestra formación integral la debemos a la religión judeo-cristiana, a la filosofía griega recuperada por el renacimiento y la escolástica, al derecho romano y al cúmulo de técnicas y tecnologías evolucionadas, que facilitan nuestras vidas y que nos graban, e imprimen caracter. Es el cimiento, como dice Zubiri. La guerra, que llena la Historia de muerte, crueldades y dolor, es un mal a eliminar y un síntoma de disfunción social que hay que combatir con empeño.

Hay un mundo material y otro inmaterial –parece evidente- que ya colegían los griegos, e inmortal, y que estamos llamados a cosas que no podemos ni imaginar, pero que antes hay que pasar por el crisol de la vida terrestre, de la animalidad y que puede ser no sólo durísima, sino cruel y despiadada y además caduca, finita, pero que su temporalidad y los auxilios del Creador pueden superarla y ayudarnos. A veces experimentamos momentos tangenciales, pero fugaces que nos dan a pensar. Hay quienes no lo ven así y todo lo adjudican a una mecánica casual, a una evolución ciega que plantea serias dudas de que pueda ser y que comprendemos que haya quienes puedan pensar así, porque Dios lo permite, pero sabios como Pascal la valoran en probabilidades al 50% cuanto más o cuanto menos.

Muchos sentimos que somos algo más que un cuerpo finito y caduco, que tenemos un alma como ya decía Platón dentro de nuestras costuras, que se desprende en nuestra muerte física para trascender y pasar a otro nivel y que por dentro nos sentimos el mismo durante toda nuestra vida, mientras en el espejo vemos los cambios que afectan a nuestro físico.

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Cuando morimos quienes tenemos la suerte de la fe o el mérito de haberla asumido por voluntad de hacerlo, sabemos, tenemos la certeza de que vamos a otro plano, donde alcanzaremos la felicidad que hemos buscado lícitamente toda nuestra vida. De cualquier modo, no nos apetece nada y nos espanta, como al mismo Cristo en la cruz, que más certeza no se podía tener en el Paraíso, cuando le decía en verdad al buen ladrón.

La especie humana, como otras superiores a las que se asimila en ciertas cosas, se mueve por mor del sexo entre dos criaturas, que el Génesis llama hombre y mujer.

Hay una fuerza genésica que se vincula a la atracción recíproca entre macho hembra, por razones físicas, químicas o espirituales, hormonales y feromónicas del uno hacia el otro, que tiende a la unión, a la cópula sexual productiva, que aprovecha la naturaleza en la suavidad, el perfume, la virilidad, la feminidad, el ciego instinto que nos apremia con los deliciosos prolegómenos excitantes de caricias y besos que avocan a la penetración del macho en la pasiva hembra, que lo busca y a los afectos irresistibles, para interesar ciegamente a la especie en otro ente.

Otro ser, procedente de ambos, de nuevo cuño y todo ello en base al placer que procuran las presencias al uno y al otro y la impenetrabilidad de los cuerpos, principio que desafían en el acto sexual, buscando la mayor unión que más les satisfaga hasta explotar y luego sus capacidades de mantener ese vínculo para bien del tercero en discordia. Las voces, los gestos, los cariños… Impregnan nuestras vidas y nos procuran paz.

Dios ha previsto todo ello, ha dispuesto unas leyes que funcionan –¡vaya si funcionan!- que a veces comportan sacrificio, paciencia y entrega incondicional para superar los escollos de cada día, que no son pocos y muchas veces incomprensibles e injustos a nuestro parecer. Todo ajusta, todo va y si añadimos caridad y confianza todo saldrá bien. ¿Por qué se han empeñado algunos en atribuir este invento al demonio y le han metido en el baile divino?

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Pero aun no estamos en ese Paraíso que decía y prometía Cristo a Dimas en la cruz del martirio ¡Menudo sitio! Nos toca esperar y perseverar. Todo llega.

Le llamamos, y es amor, imagen del que Dios ha puesto en cada criatura y que significa vida y que Él hace tender a la eternidad, como diría san Agustín.

No entendemos, ni lo haremos nunca, tantas cosas. Un misterio, si, un enorme misterio complejo ante el que hay que agachar la cabeza y encomendarse a quién lo ha dispuesto, que está en nosotros, que se declara Padre nuestro, que nos escucha y sabe lo que debe ser en cada momento, pese a nosotros, nuestra pequeñez y nuestra miseria. Y sin embargo respeta nuestra libertad, nuestra dignidad. ¿?

Sabe que si nos pregunta nos vamos a negar, pese al enorme beneficio desproporcionado que nos propone pasadas las horcas de la vida. Conoce nuestro escaso alcance y cobardía y los mejores momentos para comprometernos y mantener las instituciones que descubre el Derecho Natural.

¿Era necesario todo el universo creado para que naciese Cristo, el hijo del Creador y Creador a su vez, miembro de una trinidad que no entendemos, en un planeta estable y funcionando como un reloj suizo al cabo de los siglos para pasar por lo que hay que pasar, por la muerte y el sufrimiento, de un plano a otro para comprobarlo, vencerlo históricamente y darnos testimonio para que surgiese la Humanidad? Einstein manifiesta que unas leyes perfectas exigen un legislador perfecto. Me quedo con esta opinión de un superdotado y me tranquiliza mucho.

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Ahí aparece el fenómeno de la fe, algo que Dios nos sugiere, nos ofrece, pone a nuestro alcance con tantas casualidades si lo queremos aceptar y ejercerlo, pero que de ninguna manera nos impone. Permite que optemos por su negación ya que da una importancia absoluta a la libertad al libre albedrío de cada cual, y de eso hace depender nuestro futuro o no futuro, en la eternidad.

Yo creo que es infinitamente misericordioso, porque es infinitamente justo y que cuando nos toque partir, cuando cierre nuestros ojos la postrera sombra que nos llevare el blanco día, veremos la lux perpetua luceat eis, la que se dice en los responsos rezados desde este lado y creo, de verdad y por la clemencia infinita del Padre, que nadie se quede fuera de ella por un quítame allá esas pajas.

¡Ni Judas Iscariote!

 

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Opinión

Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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