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España

Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden: ¡Basta Ya!

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Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Aquella señora, madre de familia, se acercó a la puerta de la oficina, llevando voluminosos paquetes en ambos brazos, aparte de los niños agarrados a sus faldas. Un momento antes de pisar la zona en la que la célula fotoeléctrica abría las puertas automáticamente, se le acercó un caballero sonriente, pisó el suelo al lado de la puerta, y ésta se abrió. Henchido de satisfacción, el solidario señor musitó: “Encantado de ayudarla, señora”. Y se alejó contentísimo, pensando que por ese día y había hecho su buena acción de boyscouts.

Ante la pavorosa situación de España, sumida en una loca destrucción, corrupción, traición y desintegración, el Sr. López, un egregio patriota, viendo los muros derruidos de la Patria mía, asaltada por un devastador ataque satánico, en un alarde de compromiso, de solidaridad, y de patriotismo sublime, hacía circular por las redes sociales los wasaps patrióticos que le enviaban, sintiéndose muy ufano, muy contento y orgulloso de contribuir así a la salvación de España, wasapeando sin cesar, como quien empuña un estandarte patriótico al viento y a la historia, como quien coge un fusil y se echa al monte para combatir a los enemigos de la Patria…, como quien cava una trinchera en lo más alto de Monte Pelado para desafiar a los monstruos del Averno. Después de este agotador combate en lo más crudo de la cruda batalla, el señor López dejó el móvil a un lado, se sirvió un birra, y se abismó en las profundidades de Netflix: misión cumplida.

Y es que estos eximios guerreros piensan que el móvil es un arma cargada de futuro, que pueden arrojarlo como un móvil-Molotov contra la nauseabunda cornamenta del Sr. de las Moscas que enseñorea hoy nuestra Patria . Así, disparan los wasaps como quien descerraja la descarga de un Mauser, expulsando una metralla imaginaria que en la mente estos valientes patriotas se transmuta en balacera inmisericorde, ante la cual van a temblar las puertas del infierno.

Ya no tenemos esas mesnadas incontenibles que guerreron sin cuartel en tantas batallas; fuéronse los tercios arrolladores que pusieron sus picas en las crestas de Europa; extintos están los impresionantes requetés cuyos tercios se recomponían nada más habían quedado diezmados en los encarnizados combates de la guerra, y tampoco queda nada ya de las brigadas navarras triunfales que vencieron al bolchevismo . No, ahora lo que tenemos son ejércitos de wasaperos, móviles cum laude, el tiki-taka de unos valerosos españoles que creen que han vencido al «¡No pasarán»! con el estentóreo wasap de »¡Pásalo!» .

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No les busques en las plazas, ni en las calles, en una manifestación, en una concentración, porque eso de bajar al barro no es lo suyo, porque eso de mojarse el culo en aras de la defensa de la patria es un trabajo ―ay― engorroso. También pertenecen a esta brigada aquellos soldaditos que están convencidos de colaborar con la defensa de España por el mero hecho de poner una firmita en una de esas campañas a mogollón con que nos bombardean algunas plataformas de change y eso.

Los hay incluso que se ponen como medallas los comentarios que ponen en los artículos de opinión de algunos medios digitales les. Entretanto, con tan corajudos patriotas, con esta soldadesca imperial, la Patria languidece, desfallece, crepuscular, mortecina e insepulta, acosada por los milicianos de nuevo cuño que, ellos sí, se echan a las calles, forman asociaciones marxistas-feministas-animalistas-ecologistas-lgbistas por un quítame allá esas pajas, escrachean implacablemente, acosan y derriban.

¿Qué les importa ellos que cambien el nombre de su calle para poner el de un asesino marxista, que adoctrinen a sus hijos, que les suban los impuestos, que se mercadee con la soberanía nacional, que estemos regidos por una pléyade impresentable, que la corrupción sea de una hediondez inaguantable, que España se vaya a pique, con tal de tener la paguita a fin de mes, los golitos de su equipo, y un whatsup a mano para presumir de laureada de San Fernando.

Ante el horror sulfuroso de un Gobierno epatante, y visto que los partidos de la oposición se ponen de perfil con demasiada frecuencia, esnifando el hedor de este muladar insoportable, solo nos queda a los ciudadanos hacer Plataformas de defensa de la Patria porque, como siempre ha sucedido en nuestra historia, es el pueblo quien a la postre debe defender la Patria, un pueblo que antes era tan bravío que se echaba a las barrikadas para echar de Castilla a la casta flamenca que rapiñaba bajo el manto de Carlos V, lo mismo que para defender el derecho a portar la capa española ante los esquilaches de turno, o para despintinar al Godoy de turno, o para evitar que los mamelukos se llevaran a un infante…

Como decía el insigne Blas de Lezo, «No podemos ser inferiores a nuestros antepasados, quienes también dieron la vida por la religión, por España y por el rey, ni someternos al escarnio de las generaciones futuras que verían en nosotros los traidores de todo cuanto es noble y sagrado».

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La movilización de la sociedad civil puede hacerse a través de Plataformas como la que se ha creado recientemente con el objetivo de combatir la apología del marxismo, pidiendo la colaboración ciudadana para exigir a los concejales de los partidos de centro-derecha que presenten mociones en los Ayuntamiento para que sean retirados los vestigios comunistas de los espacios públicos… Todo español de pro está llamado a esta movilización en pro de la verdad de la historia, y la defensa de la verdad [email protected]

Plataformas como «Unión 78», constituida el pasado día 27, que con el grito de un atronador «¡Basta Ya!» quiere tomar las calles en defensa de España.

Así que, españolitos del wasap y la firmita, recordad:

«Quien no participa en la lucha, participa en la derrota». «Los cobardes mueren muchas veces antes de morir» (Gandhi).

«Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada», frase de Edmund Burke, que resuena en esta otra de Martin Luther King: «Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos».

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