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¿Socialismo? No, gracias

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Fijémonos objetivamente en la secuencia de gobiernos de izquierda y de centro derecha desde el año que inauguramos nuestra Constitución vigente aunque no respetada, desde la óptica objetiva de las frías y antipáticas cifras como: Nivel de paro, crecimiento o decrecimiento en el empleo, prima de riesgo, inflación, deuda pública, saldo de la Seguridad Social o balanza comercial, entendidos aquellos como marca suave del socialismo marxista que joden igual que éste, pero con una apariencia de democracia, véase caso Venezuela, al que derivamos si Dios no lo remedia.

Del análisis de ese histórico de parámetros que constituyen un riguroso termómetro de la economía de un estado occidental con un sistema de libre comercio y exclusivamente desde la perspectiva matemática, libre de los sesgos de la interpretación social o de puntos de vista ideológicos y subjetivos, cualquier persona, sea de derechas, de izquierdas, de centro o de los extremos políticos, podrá concluir algo muy claro: Cada vez que llega la izquierda al gobierno, el país se endeuda, pierde riqueza, baja en el ranking mundial de competitividad e industrialización, perdemos calificación crediticia en las agencias internacionales, también consideración diplomática, perdemos nuestros amigos de las superpotencias, ganamos socios comunistas y de economías residuales en declive y sube el paro. Por contra, cuando llega la derecha tras estos iluminados, con ritmo de hormiguitas unos más que otros, bajo la dirección adecuada, vamos invirtiendo todos ésos parámetros hasta subir de nuevo a “la primera división”, pero nuestro sueño se vuelve a desvanecer cada vez que la izquierda retoma de nuevo el poder y nos vuelve a hundir en la miseria.

La incógnita es: Con estos resultados históricos, ¿Cómo es posible que el electorado de el triunfo alternativamente a la izquierda en el Gobierno central y permanentemente en Andalucía?, pues desgraciadamente para todos y especialmente para los que pagan, todo responde al guión de la Izquierda, todo el proceso está definido y programado en la doctrina marxista y se sigue aplicando incluso en las democracias actuales, con independencia de que cuando ya no hay más bola que rascar, el electorado de izquierdas desesperado y tocando fondo en la miseria, termina dando el voto a la derecha a ver que pasa.

Para empezar, es necesaria una constante agitación social que distraiga a la gente, que le haga creer que pueden ganar mucho más trabajando lo menos posible, empleando el tiempo que se ausentan del trabajo en la huelga, en las convocatorias de plataformas que solo piden y piden, pero no dan nada a cambio, salvo el voto a los traidores de la Patria. Esto es lo fácil, contentar a los vagos actuales y fomentar muchos más, pero no dejar de pagar, porque terminarán todos votando a la izquierda, el resultado es una vez más la consecución del poder y en dos o tres años, otra vez a la deriva, sino antes.

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El vehículo publicitario para conseguir todo esto, va más allá de manejar a todas esas masas de vagos que cambian votos por subvenciones, las que replicarán una y otra vez las consignas cada vez que salgan a agitar la calle. Aquél va ocupado también por los medios de comunicación, vitales en la propaganda y no nos engañemos, en manejar éstos, en liderar la revuelta callejera, en derrochar subvenciones, en mentir como bellacos prometiendo cosas imposibles y haciendo alianzas con quien sea como sea y cuando sea, poniendo en permanente riesgo la estructura del estado y en defraudar a todos los analfabetos incondicionales del electorado de izquierdas regalando a los oídos con el único fin de no perder o de recuperar la poltrona perdida, en todo esto y en hundir la economía, son los mejores y la derecha no es rival para ellos.

En Andalucía igual, pero sin alternancia, aquí no necesitan recuperar nada, lo tienen todo ganado desde 1978, precisamente porque el sector agrícola más potente de España es el de nuestra región y es precisamente éste el que más subvenciones necesita para poder subsistir gracias a las lesivas restricciones competitivas que nos impone la U.E., por tanto, muchos más votos cautivos por esta vía y por el fraudulento PER. El resto de incentivos para comprar votos ya los conocemos: Las putas, la cocaína, las empresas públicas y privadas fantasmas, éstas amigas del sistema socialista corrupto, los ERES y la financiación pública de sindicatos socialistas y comunistas, este último punto exactamente igual que a nivel nacional.

El capítulo territorial es un elemento más de traición para contentar también a las regiones que quieren hacer saltar España por los aires, lo que se traduce también en apoyos muy valiosos para perpetuarse más tiempo en la poltrona o simplemente para acceder al poder perdido dando un soberbio golpe de estado primero para gobernar con solo 85 escaños de un total de 350 y posteriormente casi seguro para bajarse del todo los pantalones y conceder la independencia republicana a Cataluña con una comparativa de electorado para este fin minoritaria, pero también aquí funciona la dictadura del miedo, mientras con las Vascongadas expectantes también y además, porqué no echando a la puta calle al flácido y cobarde borbón e instaurando por la vía impositiva a nivel nacional una República que la mayoría no quiere, exactamente igual que en 1934, cuando ganó la CEDA las elecciones y los socialistas nos impusieron la República y un gobierno perdedor, sólo que ahora fue el PP quien ganó las elecciones y el okupa Sánchez el perdedor que se ha instalado en la Moncloa.

Para ampliar información sobre la hoja de ruta o el argumentario marxista que sigue aplicando en España el Partido Socialista, Podemos, Izquierda Unida y los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO., estos últimos socialista y comunista respectivamente que pagamos todos con nuestras nóminas e impuestos, pueden consultar aparte de otras muchas referencias de autoridad, mis artículos publicados en Alerta Digital sobre las tesis marxistas de la lucha de clases y la repercusión negativa de su aplicación sobre las economías de libre mercado y el espíritu fomentado por aquellas en la clase obrera contra el progreso real de una economía.

Tenemos dos golpes de estado en un año; uno en Cataluña y otro en el Parlamento central, los dos con la filosofía española republicana de siempre: Lo de menos es la mayoría, se puede gobernar con minoría y ¿Cómo lo hacen?: Pues reuniendo todas las minorías: Grupos de inmigrantes, grupos étnicos, colectivos de maricas, transexuales y lesbianas, prostitutas, abortistas, drogadictos, antitaurinos, islamistas, budistas, anti-Donald Trump, anti-Bolsonaro, anti-Franquistas, ateos, anticlericales, titiriteros, anticatólicos, anarquistas, antimonárquicos, resto de sindicalistas, ecologistas, plataformas sociales, ONGs, antisistema, terroristas, indignados, okupas, animalistas y anti-Valle de los Caídos, consintiendo y/o pagando a todos los que puedan para comprar el poder. Muchas minorías juntas pueden hacer una mayoría, así funcionan.

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Se avecinan unas elecciones al Parlamento Andaluz, quizás sea una ocasión única para que por fin tomemos nota todos de lo que ha significado el socialismo en el mundo, aparte del mayor genocidio de la historia y de lo que hoy día sigue significando para nuestras economías privadas, para nuestros valores espirituales, para la educación de nuestros hijos, para nuestra libertad y para nuestra seguridad y la de nuestros hijos.

Un capítulo también muy importante de la hoja de ruta socialista es el de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, convertidos a Policía política al más puro estilo de las antiguas Repúblicas Soviéticas, pero este tema es lo suficientemente complejo como para dedicarle un artículo monográfico en otra ocasión, el que se llamará: ¿Seguridad del Estado o Policía Política?, al que su lectura están por supuesto invitados a través de este impecable medio de comunicación libre de hipotecas que se llama Alerta Digital.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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