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Sociedad

El linchamiento mediático a un padre que afeó a un activista gay su inadeacuada vestimenta en un local lleno de niños

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Hemos llegado a una fase delirante de nuestra civilización. ¿Resulta normal el descomunal apoyo mediático, político e institucional a una celebración basada en una determinada opción social? ¿Qué interés se tiene en que este gigantesco despliegue acapare cada año más espacios de la vida pública? El homosexismo se ha convertido en un ideal que toda persona bien nacida (democráticamente hablando) tiene el deber no solo de aceptar sino de defender con uñas y dientes. No hay sector de la sociedad española cuya defensa pueda colisionar con el derecho de los homosexuales a exhibir su condición, incluso a veces de forma bastante impúdica.

Esto es lo que ha ocurrido en un restaurante de comida rápida en Barcelona. Los hechos fueron estos: el padre de uno de los niños reconvino a un activista gay por considerar inadecuada su inapropiada vestimenta en un lugar repleto de niños. El pobre padre desconocía que estaba sobrepasando uno de esos límites que te exponen a un linchamiento mediático inmisericorde. Que un padre no vacile en proteger valores basados en el orden natural, es algo que esta democracia estrafalaria no puede tolerar. El padre podía haberle increpado, e incluso agredido, a un joven que apareciera en el restaurante con una camiseta alusiva a Dios, a Blas de Lezo o a cualquier héroe o santo español degradado por la progresía, que a estas horas sería en un ejemplo de tolerancia y de virtuosismo democrçatico. Pero hizo lo que cualquier padre de otros tiempos habría hecho.

El linchamiento que está sufriendo este padre de Barcelona es una consecuencia de la decadencia, y al mismo tiempo un acelerador de la misma. Esta surge siempre en un contexto de crisis terminal, en una fase de inversión completa de los roles y de los valores, en el capítulo de la universal corrupción moral y del profundo trastocamiento de las creencias, es decir en el desbarajuste general propio de las sociedades que se vienen abajo, incapaces en esa etapa de su decaimiento de distinguir el día de la noche. En un ambiente tal se instala una extrema tolerancia hacia todo lo que mina, todo cuanto socava los fundamentos del edificio tambaleante de la civilización. El Mal se vuelve el Bien, la Fealdad reemplaza la Belleza, lo Falso destrona lo Verdadero, lo Grotesco destierra lo Sublime. Es el espíritu progre, verdadero rey de nuestra época, que inunda con su pegajosa influencia un mundo que termina, como una gallina decapitada, en una carrera absurda y enloquecida hacia ninguna parte.

El orden emocional es el orden natural que defiende el nuevo orden, que promueve incesante la existencia de hombres amorfos y reblandecidos, que desprecien todo aquello que sea viril. Lo que ha ocurrido en el restaurante de comida rápida de Barcelona, y las reacciones que ha provocado, supone el triunfo y la universalización del hombre femenino en esta fase de decadencia que prefigura el fin de una civilización que parece tener los días contados.

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