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Opinión

Han pasado nueve años y todo sigue igual, tirando a peor

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En este periodo de descanso y compás de espera de agosto, mientras continúa la “escenificación” del candidato que “ya no lo es” según Carmen Calvo “Pixie”, viene bien hacer memoria y recapitular sobre lo ya escrito. Encontré esta reflexión no publicada de noviembre de 2010 que bien podría haberla escrito hoy o podría escribirla mañana sin riesgo de perder actualidad. Así de triste es la cosa.

La escribí como presentación al Foro PLATAFORMAS SIGLO XXI que convocaba en el Ateneo madrileño a distintas iniciativas que nacían por el descontento de muchos ciudadanos -Sociedad Civil, se diría hoy-, cansados de la casta política, representada entonces especialmente por José Luis Rodríguez, que vivía -y vive, añado- de espaldas a la realidad de los graves problemas que afectaban cada día a más españoles y a toda España. Ya dirán los lectores si poniendo los nombres de Mariano Rajoy o Pedro Sánchez en lugar del susodicho y, salvo la mejora económica -que no es poco, ciertamente- que dejó el Registrador gallego para bien de España, si hay algo, social o educacional, que varíe, salvo a peor, respecto de la situación que hace nueve años provocó la citada iniciativa.

Representaba entonces un pequeño grupo creado en Facebook de poco más de mil amigos virtuales, que bauticé como “HAY QUE ECHAR A ZAPATERO COMO SEA”, preocupado por el desgobierno, la falta de principios realmente democráticos y la pérdida de valores de los últimos casi 30 años -hoy ya 40-, inspirado en una de las coletillas preferidas del Zapatiesta Zapatero -como lo llamó Emilio Capmany-, el “como sea” que vuelve a poner de actualidad su clon Dr. Falconeti cum Fraude, ampliado con “y con quien sea”, que supera al hasta entonces peor presidente de la Historia de España y, en especial, desde la pseudo-democracia en que degeneró la Transición de Adolfo Suárez modélica en cuanto a la tranquilidad con que se inició, pero que hoy se evidencia como una dictadura partidocrática no exenta de turbulencias. Decía entonces que el problema no era únicamente Rodríguez Zapatero, por supuesto, pero sí quién estaba detrás del mayor desastre económico y deterioro social y moral que había sufrido España desde 1977, cuando pasábamos de un régimen dictatorial al teórico sistema democrático parlamentario, hoy muy cuestionado.

Decía también entonces y sigo pensando cada vez más convencido que, desde mi punto de vista, el origen de la situación actual proviene de la época de Adolfo Suárez y de aquella solución del “café para todos” del profesor Clavero Arévalo, a la sazón Ministro de Administración Territorial. Sobre tan lamentable decisión dejo el beneficio de la duda de que no conocieran lo suficiente la Historia de España ni a sus interlocutores del otro lado de la mesa y, seguramente, quiero pensar, que no podían imaginar el deterioro de cuarenta años después, lo que no pasa de atenuante y nunca puede ser excusa para supuestos hombres de Estado. La implantación de las Autonomías por cualquiera de las vías contempladas en la Constitución, Artº 143 ó 151, y el reparto forzado e indiscriminado y, yo diría, contra natura de competencias, puesto que no respondía realmente a las demandas de las regiones, se convirtió en una carrera desesperada para tener todos de todo (Universidades, Aeropuertos, Puertos, AVE, Poder Judicial, etc.), para satisfacer a las denominadas (por ellos mismos y de forma interesada) “históricas”, y no crear un agravio comparativo en las nuevas.

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Primer GRAN ERROR de la Transición: fomentar ideas nacionalistas donde no las había y crear un mapa autonómico absolutamente artificial, unas veces con mayor ó menor “tradición histórica”, otras ajustándose más ó menos a regiones geográficas existentes y algunas (Cantabria, Rioja, Madrid o Murcia) uniprovinciales de forma totalmente artificial y, en definitiva, con un balance negativo en su conjunto. Y como remate la propina de dos Ciudades Autónomas, Ceuta y Melilla, para no ser menos. El libro “Las Autonosuyas” de Fernando Vizcaíno Casas, en 1981, se había quedado corto, ya entonces, ante la aberrante situación creada, superada hoy.

Las transferencias no se acompañaron generalmente del correspondiente traspaso de funcionarios de la Administración Central a las Autonomías, sino que se mantuvieron gran parte en sus puestos de la Administración Central (sobre todo servicios centrales, muchos ya sin funciones) y creando de urgencia cuerpos funcionariales autonómicos, asesores y asimilados, pasando de menos de 700.000 empleos públicos en 1977 a más de 3.100.000 en 2010 -que hoy se mantiene, si no crece-, es decir un 450% de aumento del empleo público para un incremento de población del 25%, de 37 a 46 millones, mientras la operativa manual se automatizaba. Paradójicamente se produjo un incremento del trámite burocrático -pese a la mayor automatización-, cada vez más complejo (lo contrario de lo, supuestamente, pretendido con la descentralización) y, curiosamente, una disminución progresiva de la PRODUCTIVIDAD. Lo sufrí en diversos proyectos dirigidos en distintas comunidades: Murcia, Andalucía, Galicia, Castilla La Mancha ó Madrid, en las que los mismos trámites tenían pasos y procedimientos distintos, leyes y reglamentos regionales cada vez más complejos que, más que simplificar la gestión, parecían la autojustificación del puesto de trabajo de tanto funcionario para demostrar que estaba para algo: complicar el procedimiento administrativo. De locos.

Mención especial, consecuencia de todo lo anterior, fue el incremento desorbitado del GASTO PÚBLICO, decía entonces, y -añado ahora- si en 2010 la deuda pública estaba en torno a 500.000 MM de euros, y suponía el 50% del PIB, hoy supera el billón, 99% de nuestro Producto Interior Bruto.

Se crearon “Taifas” en las que el Presidente de cada autonomía se comporta como un “reyezuelo” que, en la mayoría de los casos (sobre todo en comunidades gobernadas por el PSOE), se preocupa más por perpetuarse en el poder que por administrar lo que los ciudadanos le confiaban y creando una masa clientelar de estómagos agradecidos. Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha (30% de paro, 30% de funcionarios, en términos generales) con gobiernos del PSOE, seguían en la cola de las regiones de Europa después de más de 30 años -y siguen tras 40- con una sola legislatura popular en las dos últimas y recién estrenada en la primera -. ¿Suficientemente indicativo? Seguramente será el “desfase histórico” heredado del franquismo, con algo de ayuda del PP (como repite siempre el PSOE) y fruto de la mala suerte (los “marrones heredados” que dijera el insigne Ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, charnego extremeño transformado en “nacionalista” de pura cepa).

En definitiva, se ha creado un sistema administrativo que funciona mal ó, directamente no funciona y con un gasto inasumible, incrementado por la enorme proliferación de innecesarias Empresas Públicas, muchas deficitarias, creadas en muchos casos como plataforma de empleo para amigos sin necesidad de pasar la preceptiva “oposición administrativa oficial”.

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El segundo gran error fue la reforma estructural del sistema educativo, transfiriendo la competencia a los citados reyezuelos que convirtieron la Educación en adoctrinamiento. El deterioro del nivel de educación producido en España es la causa principal, a mi juicio, de la degradación que se sufre en muchos aspectos. Desde 1982, el sistema ha ido a atacar la esencia del mismo, el niño, sabedor el legislador de que es la forma de criar masas que se van “acostumbrando con normalidad” al nuevo modelo para acabar siendo colectivos poco pensantes y, por tanto, fácilmente manipulables -con excepciones, por supuesto y gracias a Dios-. En definitiva, este sistema ha fomentado:

  • Desincentivar el esfuerzo.

-Igualar por abajo.

  • Fomentar “que el niño apruebe, no que el niño sepa”.
  • Menoscabar la autoridad del profesor en una política de “todos amigos: “No me llames D. José, llámame Pepe, tronco” junto a un aspecto cada vez más desaliñado que contribuía a igualar (por abajo, claro), creando un “totum revolutum” en el que nadie sabe quién es quién y todos tan contentos -sobre todo aquellos a los que el esfuerzo le causa náuseas-.

Y, de “aquellos polvos, estos lodos”, estamos recogiendo el fruto de lo sembrado: Ya tenemos en puestos políticos, sobre todo, y profesionales, miembros de esas generaciones que eran muy pequeños -ó ni siquiera habían nacido- cuando empezó la transición y han crecido en ese “ambiente” del “todo fácil”, derechos sin responsabilidades, ausencia de valores fundamentales, etc.

Se rompió la línea básica de la sociedad: Individuo, Familia, Municipio, Provincia, Estado.

Desnaturalicemos al individuo y se acabará con el Estado antes ó después. Y eso hicieron los distintos gobiernos socialistas y no lo supo atajar el PP. Ha sido, como diría José Mª Aznar un efecto de “lluvia fina” que, al final, acabó empapando y, como no podía ser de otra manera, produciendo el resultado actual sin aparente voluntad política para reconducirlo.

Es indispensable, como decía -y urgente, añado-, una reforma estructural que recomponga el deterioro de estos años, que unifique programas educativos en los que prime el esfuerzo sobre el “todo fácil”, que refuerce la autoridad del profesor (como hizo en parte la Comunidad de Madrid). Parece mentira que una cosa tan elemental, que debería haber sido un axioma, algo evidente por tanto, haya habido que imponerlo por ley. Pero bendita sea esa ley. Ojalá cunda el ejemplo, decía hace nueve años, que no cundió y que incluso en Madrid deparó sorpresas con la LGTBI de Cristina Cifuentes, todavía coleando.
Probablemente, como dijo Wiston Churchill, el sistema democrático sea “el menos malo de los sistemas políticos”, pero necesita límites. Está bien que un sistema democrático permita que cualquiera pueda dedicarse a la actividad política y pueda llegar a concejal ó diputado, a Ministro o hasta a Presidente del Gobierno, pero esta permisividad tiene que ir acompañada, como digo, de limitaciones, la más elemental, que “UN CUALQUIERA” no pueda llegar a esos puestos sin unos mínimos de formación humana, académica y profesional acreditadas, teórica y práctica, que garanticen una eficiencia en el desempeño de las responsabilidades que se le encomiendan. Se trata de administrar recursos públicos, encomendados por todos los españoles y eso hay que tomarlo en serio. Y tienen que establecerse responsabilidades, políticas, por supuesto, e incluso penales si llegara el caso, ante una posible mala gestión de los mismos.

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Ha aparecido la profesión de político, sin más mérito reconocido en muchas ocasiones que un carnet de partido, la “bisagra” bien engrasada y el aplauso fácil al “elector” que hace las listas. Expertos en pegar carteles, repetir consignas y apretar el botón que se les diga desde el aparato (aunque a veces hasta en eso se equivocan e incluso votan con los pies -¿verdad, Sr. Zarrías?). En política, como en cualquier empresa mínimamente seria, debe primar la profesionalidad, hay que hacer un proceso de selección seria y rigurosa de los candidatos, analizar su perfil humano y profesional y su experiencia en puestos de responsabilidad y gestión. Como he dicho, lo que se confía a los políticos es administrar recursos públicos para conseguir el bienestar de cientos de miles ó millones de ciudadanos que les dieron su apoyo.

¿Qué decir de la politización de la Justicia y su mal funcionamiento? La mayoría de los españoles duda, ó directamente no cree, en el Sistema Judicial español, en el que el doble rasero es una norma que preside el sistema.

Por último una breve nota sobre el mercado laboral y los sindicatos, igualmente politizados y al servicio del poder, con un número desorbitado de liberados sindicales (generalmente lo peor de cada familia) tanto en el sector privado como en el público, que nos duele a todos, con despilfarros, coches, cruceros, desayunos, etc. a costa del contribuyente.

En definitiva, ante la caótica situación política, económica, administrativa, social y de valores que nos invade, es urgente actuar, entre otras, en las siguientes líneas fundamentales:

  • Cambio de la Ley Electoral: listas abiertas, doble vuelta, selección de personal, limitación a un máximo de dos periodos electorales para cualquier puesto de responsabilidad, etc. Recordemos eso de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
  • Modificación del Sistema Judicial, e inmediata despolitización de la Justicia: los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial deben estar claramente definidos y diferenciados: “El poder debe controlar al poder para que no abuse del poder”, nos decía Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, en el Siglo XVIII.

  • Cambio de la Ley de Educación -centralizada nivel nacional- con potenciación del esfuerzo y el mérito.

  • Modificación de la Ley de la Función Pública, coordinando la de la Administración Central con las Autonómicas. Freno al crecimiento clientelar e indiscriminado de funcionarios.

  • Reforma laboral profunda, con revisión de los sistemas de representación.

  • Revisión del Sistema Fiscal disminuyendo la carga pública y facilitando la inversión privada.

  • Reestructuración del Sistema Autonómico con la recuperación por el Gobierno Central de una gran parte de las transferencias en los apartados anteriores, además de las de Justicia, Sanidad y Economía y Hacienda.

  • En definitiva, hay que plantear y realizar una REESTRUCTURACIÓN COMPLETA DEL PAÍS que, seguramente, implica una revisión parcial de la CONSTITUCIÓN de 1978.

Esto escribía el 24 de Noviembre de 2010, ¿algo no es de plena actualidad, casi nueve años después?

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Pues eso. Feliz verano, amigos y perdón por haberme alargado un poco.

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España

Contra la debilidad mental occidental: La esclavitud en el Islam todavía sigue vigente (Y siempre ha apuntado CONTRA EUROPA) Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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Introducción a La esclavitud en el Islam, libro que estará disponible en breve.

Durante siglos, especialmente del XVI a principios del XIX, nuestras costas fueron hostigadas por piratas berberiscos. Querían vengar la “pérdida de Al-Andalus” (esto es, la Reconquista). La captura de poblaciones costeras del norte del Mediterráneo para venderlas en los mercados de esclavos del Magreb o negociar su rescate se convirtió en una práctica habitual entre las poblaciones del norte de África. Quienes practicaban estas razzias, que hacían imposible la vida en nuestras costas, eran considerados “yihâdistas”. Este comercio de esclavos europeos existió, por mucho que los “multiculturalistas” de hoy quieran olvidarlo.

Todavía ningún gobierno del Magreb se ha disculpado por estos actos.

*    *    *

LA CAÍDA DEL PRIMER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

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EUROPA NECESITA TRABAJADORES

Hoy, ya nadie puede dudar que el primer argumento que se utilizó para justificar la presencia de compactos núcleos musulmanes en Europa Occidental –aquel que afirmaba que eran necesarios inyectar inmigrantes para pagar las pensiones de los abuelos…– era una simple falacia. La realidad es que, las pensiones de los abuelos –yo lo soy– pierden cada día poder adquisitivo porque a los gobiernos de nuestro entorno les es necesario comprar la “paz étnica y social” subvencionando a los recién llegados. No hay dinero para todos. Y los que llevan las de perder es la parte más débil: los jubilados. La inmigración es hoy una pesada carga económica para todos los Estados que se han negado durante décadas a controlarla.

Desde, como mínimo, 2008, la inmigración ha variado su carácter; hasta ese momento, podía pensarse que los motivos del desplazamiento hacia España se debían a la posibilidad de integrarse en nuestro mercado laboral y, en especial, en el sector de la construcción. Pero, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, con la mecanización progresiva de la agricultura, las deslocalizaciones y el proceso de desindustrialización creciente, es casi seguro que, hoy, pocos de los inmigrantes que llegan a España, –especialmente los que no tienen ningún tipo de cualificación profesional (esto es, la mayoría)–, tengan como proyecto personal integrarse en el mercado laboral y vivir del propio trabajo, ahorrar para volver al país de origen con capital suficiente para emprender una nueva vida.

Se suele creer que las motivaciones de los inmigrantes en el siglo XXI son las mismas que las de los españoles, portugueses e italianos que se desplazaron a Francia, Suiza, Alemania, Benelux, en los años 50 y 60, para reconstruir países que habían sido demolidos por la Segunda Guerra Mundial. En aquella inmigración existía la voluntad de trabajar durante unos años en unos países con unos niveles salariales mucho más altos, poder ahorrar llevando una vida austera (pero no miserable), acumular cierto patrimonio que les permitiera abrir un pequeño negocio o, simplemente, comprar una vivienda al regresar a la Patria. Esa inmigración, no es la actual.

Nuestros inmigrantes querían regresar –en grandísima medida– al país que habían abandonado. Iban a trabajar, a esforzarse, a partirse el espinazo para llevar a la práctica un proyecto personal legítimo y que enriquecía a todas las partes: a los receptores de inmigración porque sabían que los recién llegados eran gente dura y dispuesta a trabajar. A los inmigrantes porque, a cambio de su trabajo, recibían un salario muy superior al del mismo oficio en España y podían ahorrar. Al país emisor de inmigrantes porque allí recibían formación y volvían con una capacitación laboral superior a la que habían partido, sin olvidar que su trabajo en el extranjero generaba unas divisas preciosas en aquel momento para garantizar intercambios comerciales. Aquellos inmigrantes –nuestra inmigración– no planteaban problemas de convivencia, ni choques culturales; fieles al dicho “donde fueres, haz lo que vieres”, nuestra gente se integró perfectamente en la sociedad que los recibió. Nada de todo esto vale para el actual fenómeno migratorio.

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Ya no hay países en Europa Occidental que precisen ser reconstruidos después de una guerra. Tampoco hay un mercado laboral en expansión que permita pensar que, sin un alto nivel de cualificación y sólo en determinadas profesiones, vayan a encontrar trabajo bien remunerado. Ni siquiera para españoles, los salarios medios –a la vista del coste de la vida– permiten ahorrar gran cosa. Ningún inmigrante, en su sano juicio, puede transmitir a otros como él que residen en su propio país, la idea de que valga la pena venir a España para trabajar: la realidad es que, aquí y ahora, el poco trabajo que existe para gentes con poca o nula cualificación profesional, no permite ni vivir dignamente, ni mucho menos ahorrar. Entonces ¿por qué viene la inmigración?

Vale la pena no engañarse al respecto. Y los medios de comunicación, así como los diferentes gobiernos, de derechas y de izquierdas, llevan casi treinta años engañándose y falseando datos, cifras y circunstancias. No hay otra forma de definir la actitud de quienes niegan los problemas que se han generado a causa de la inmigración ilegal, masiva y descontrolada.

LA CAÍDA DEL SEGUNDO ARGUMEN IMIGRACIONISTA: 

“WELCOME REFUGIES”

Si bien es cierto que, hoy, ya nadie se atreve a sostener que, gracias a la inmigración, se van a poder “pagar las pensiones de los abuelos”, las justificaciones se han convertido en cada vez más extemporáneas, ridículas, ignorantes e, incluso, frecuentemente, entre los portavoces gubernamentales, zafias. Caído el mito de “las pensiones de los abuelos”, el nuevo argumento nos decía que los inmigrantes no eran tales: que se trata de “refugiados”. Ser “refugiado”, al parecer, hace obligada la “solidaridad”. El perseguido merece protección y ayuda para salvarlo de su perseguidor… En algunos casos, los menos, los recién llegados son “refugiados”. Pero, incluso, en esas circunstancias, cabe preguntarse: ¿y por qué un “refugiado afgano” elegirá vivir en Europa Occidental y no en Paquistán, en la India o, incluso en el sudeste asiático, países mucho más próximos, en todos los sentidos, a su patria originaria?

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Por otra parte, si existen “refugiados” es porque tal o cual país los genera y la situación allí es insoportable, por tanto, si se trata de admitir, por ejemplo, subsaharianos, vale la pena recordar que, en cualquiera de aquellos países, en toda África y en buena parte de Asia, casi sin excepción, la “democracia” es una palabra que no tiene el mismo significado que en Europa. De los 1.200 millones de africanos, la inmensa mayoría podrían ser considerados como “aspirantes a refugiados”, a la vista de que existen diferencias abismales entre los “derechos humanos” tal como se contemplan en Europa y como se practican en África.

Pero, Europa no puede admitir a 1.200 millones de inmigrantes que, por lo demás, deberían entender que ellos, para prosperar, sería oportuno que trataran de hacer cambios en su país, antes que adoptar la solución más cómoda de mudarse a otro… ¿a cuál? Y esta es el nudo de la cuestión: no se trata de países en los que exista un mercado laboral floreciente, ni aquellos otros más próximos al lugar de origen, para mantener el contacto con sus raíces, sino de aquellos en los se vive mejor y, lo que es aún más importante, donde se garantizan subvenciones solamente por llegar y en donde todo, absolutamente todo, está permitido (o poco menos). Ese es el centro de la cuestión que políticos y medios pretenden escamotearnos.

No hay nada más opaco en la actual democracia española que la suma total de subvenciones que reciben los no nacidos en España y sus hijos nacidos aquí. La falta de transparencia es, precisamente, lo que permite sospechar. Recientemente se ha publicado la cifra de que algo más de 2.000.000 de inmigrantes viven de subsidios públicos. El misterio está lejos de quedar resuelto, porque no se dice cuántos antiguos inmigrantes que han logrado naturalizarse como “españoles”, siguen subsidiados. Por otra parte, haría falta especificar qué tipo de subsidios reciben: en España existen muchos de tipos de ayudas y de pensiones no contributivas. Todo ello hace sospechar que las cifras son muchísimo mayores y es legítimo pensar que pueden ser, incluso, el doble o el triple, incluso, de las dadas. Por lo demás, no se especifica el volumen total de subsidios y subvenciones por distintos conceptos, ni los dados por las distintas administraciones, que van a parar a lo que en Francia se ha llamado “la aspiradora de recursos públicos”, esto es, la inmigración. La opacidad de las cifras, en efecto, no hace nada más que aumentar las sospechas.

LA CAIDA DEL TERCER ARGUMENTO INMIGRACIONISTA: 

“VIENEN PARA CONTRARRESTAR LA BAJA NATALIDAD”

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Luego está el argumento de la crisis de la natalidad en España. Era lo que podía esperarse: la elevación constante del coste de la vida, hace imposible el que se puedan formar parejas e, incluso, que una vez formadas, decidan tener hijos. La paternidad es una aventura que muy pocos se atreven a afrontar. Para hacerlo es preciso tener seguridad de que se podrá mantener a los hijos. Nadie está dispuesto a ofrecer tales garantías. Sin embargo, es un problema político: hubiera bastado con atribuir prioridad en beneficios sociales y ventajas fiscales a las parejas españolas que deseen tener hijos, garantizar su prioridad a la hora de obtener viviendas sociales, y simples campañas en pro de la natalidad, para que se estimulara la natalidad entre nuestra gente. No se hizo, ni se tiene intención de hacer. Si se hubiera empezado a hacer en 1996, cuando Aznar abrió las puertas a la inmigración, hoy tendríamos una generación de 28 años y un país homogéneo. Se hizo –y se hace– justo lo contrario: confiar en que gentes llegadas de todo el mundo salvarían la natalidad en España.

Desde el año 2000, en las cuatro provincias catalanas los nacidos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de cada año, son en su inmensa mayoría hijos de nacidos en el extranjero. Pero, salvo entre las mujeres subsaharianas, el número de hijos va disminuyendo incluso dentro de la inmigración. Los inmigrantes andinos, por ejemplo, se han configurado como los primeros y principales usuarios de los servicios de aborto gratuito y de “píldora del día después”. La ruptura de la unidad étnica de España ni siquiera ha servido para que la natalidad remonte o para que se repueblen zonas “vacías”.

LA ÚLTIMA TRINCHERA INMIGRACIONISTA: 

“TENEMOS UNA DEUDA CON EL TERCER MUNDO Y SE LA VAMOS A PAGAR”

Caído el mito de “los que vienen a pagar las pensiones”, en un momento en el que ningún alcalde que quisiera mantenerse en el consistorio se atreve a colocar pancartas con el “Welcome refugies”, cuando se ha visto a las claras que la inmigración no resuelve el problema de los nacimientos, sino que complica la convivencia, ahora, como última trinchera inmigracionista, el argumentario se ha desplazado a otro frente; nos dicen: “estamos obligados a admitir a todos los inmigrantes que quieran establecerse en nuestro suelo y a mantenerlos, incluso, porque, se lo debemos”.

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Nos dicen que Europa “debe” a los inmigrantes del Tercer Mundo el haberlos explotado como colonias. Repiten, para bloquear a los más sensibles, que los europeos “somos responsables” de haber esclavizado a los africanos y que les debemos una compensación. Por eso están aquí, por eso estamos obligados a subsidiarlos… Es un argumento que tiene su fuerza, pero que no deja de ser otra falacia.

No solamente no fuimos esclavistas –valdría la pena, ya que estamos en esto, elaborar un censo de familias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, porque sería, en última instancia, a ellos a los que les correspondería pagar indemnizaciones, no a la totalidad de un pueblo– sino que, además, durante siglos, los europeos que vivían en las costas mediterráneas (pero, también, incluso en las del sur de Gran Bretaña y en Irlanda) corrían el riesgo de ser secuestrados ellos y sus hijos, saqueados sus bienes e incendiados sus pueblos, por parte de piratas berberiscos; una práctica que se prolongó hasta principios del siglo XIX. Unos fueron esclavizados de por vida, los otros extorsionados pidiendo fabulosos rescates, otros murieron sin dejar huellas… Sin olvidar, claro está, que el grueso de traficantes que capturaban esclavos en África eran árabes y que se beneficiaban de pactos con tribus africanas que los obtenían de tribus vecinas.

Sería bueno presentar una reclamación de cantidad por los millones de europeos, especialmente de los países mediterráneos, de los países eslavos, e incluso del Reino Unido, que fueron secuestrados, esclavizados, obligados a vivir en condiciones infrahumanas, asesinados y muertos de agotamiento en tierras del Magreb

Aquellas exacciones berberiscas han dejado recuerdos imborrables en nuestro folklore, en nuestra literatura e, incluso, en la configuración de las costas (las “torres de guaita” tan habituales en la costa catalana no eran para admirar la belleza del Mediterráneo, sino para vigilar la llegada de piratas berberiscos). Aquel valeroso soldado que recibió dos disparos de arcabuz en el pecho y en el brazo izquierdo, en la gloriosa jornada de Lepanto, Miguel de Cervantes, dejó constancia en El Quijote de sus nueve años de cautiverio en Argel.

Los grandes olvidados de la historia europea, son los millones de antepasados esclavizados en tierras islámicas. Los europeos no somos los “malvados” de esta historia. El colonialismo se explica en gran medida por las constantes molestias generadas por la piratería islámicaberberisca y otomana. Quienes la practicaban eran asimilados a yihadistas: y lo hacían con saña y con odio acumulado. La negativa a erradicar la esclavitud, hizo necesaria la intervención europea con la consiguiente disolución de los “mercados de esclavos” que todavía existía en el siglo XIX en el Magreb. No “debemos” nada: nos deben una reparación de aquellos crímenes contra los pueblos europeos.

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