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Ángel Garrido: “La tauromaquia es una de la grandes manifestaciones culturales de nuestro país”

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Ángel Garrido, presidente de la Comunidad de Madrid
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Señor: Una vez más Vuestra presencia en este acto demuestra el inquebrantable respaldo de la Corona a la tauromaquia, una de la grandes manifestaciones culturales de nuestro país. El año pasado recibisteis en este mismo lugar, por Vuestra importantísima labor en este ámbito, el reconocimiento unánime de todos.

Un reconocimiento que este año ha recaído en la Infanta Doña Elena, a quien hemos podido ver, como a Vuestra Majestad, en numerosas ocasiones apoyando a la Fiesta Nacional en cosos de toda nuestra geografía, de Sevilla a Bilbao pasando por San Sebastián o Madrid, lo que le ha hecho merecedora del premio «Mujer y tauromaquia».

De la misma manera que se ha premiado con carácter honorífico a Enrique Múgica, a quien la pasión por el mundo del toro le viene como a Vuestra Majestad de familia, y que es además para todos un referente de la política española por su valentía y su incansable defensa de la libertad y de la democracia como Ministro de Justicia o como Defensor del Pueblo, por citar sólo dos de las altas responsabilidades que ha asumido.

Y no quiero dejar de aludir tampoco, aunque sea brevemente, al resto de galardonados de esta noche:

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-A Lucio Gómez, Presidente de Asprona, por promover la inclusión de personas con discapacidad intelectual con la ayuda y la solidaridad del mundo del toro.

A Ricardo Gallardo, por la bravía y el trapío de sus reses de Fuente Ymbro, una de las ganaderías que más festejos lidió en esta plaza en 2018.

A Juan José Padilla, un torero de raza y valentía, que ha sabido sobreponerse y sobresalir ante cualquier circunstancia.

Y a Andrés Roca Rey, el gran triunfador de la temporada 2018 a pesar de su juventud.

El toreo y Madrid son dos realidades íntimamente imbricadas, hasta el punto de que no se puede comprender la una sin la otra. Porque no es casualidad que se encuentre precisamente en Madrid la Monumental de las Ventas, la Plaza más importante del mundo, que acoge una Feria, la de San Isidro, en la que es preciso triunfar para convertirse en figura del toreo.

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Como lo han hecho a lo largo de los 72 años en los que se ha celebrado esta Feria de forma ininterrumpida los grandes maestros de la historia de la tauromaquia.

Entre ellos, Santiago Martín «El Viti», a quien este año se le rendirá homenaje con una exposición por ser el matador que más veces ha abierto la puerta grande de esta Plaza (hasta en 16 ocasiones). Y también al madrileño Ángel Teruel, cuyo nombre se sumará al de los toreros que tienen una placa en la Monumental con motivo de los 50 años de su confirmación de alternativa de manos, precisamente, de «El Viti».

Y acabamos de ver que la Feria volverá a contar con los mejores diestros. Como Andrés Roca Rey, el principal triunfador de la temporada pasada, o Diego Ventura, que consiguió cortar un rabo en esta plaza el año pasado por primera vez en la historia.

También estarán las mejores ganaderías. Y se rendirá asimismo homenaje a un encaste que cumple 100 años, el de Albaserrada, que ha dado lugar a tres ganaderías ejemplares como son la de Victorino Martín, Adolfo Martín y José Escolar.

Y voy terminando. Pero no sin reafirmar el compromiso de la Comunidad de Madrid con la tauromaquia. En primer lugar, porque es una de nuestras grandes expresiones culturales. Federico García Lorca, una de las voces más genuinas de la tradición española, y de cuya llegada a Madrid se cumple ya un siglo, dijo que «los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo». Y ese patrimonio, que compartimos también con los países hermanos de Iberoamérica, y con Francia y Portugal, merece que se proteja y se defienda.

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Y en segundo lugar, apoyamos la fiesta también por lo que supone en términos económicos, turísticos y de creación de empleo. Se calcula que esta Feria tendrá un impacto económico de más de 70 millones de euros y que por sus 34 festejos pasarán más de 600.000 espectadores.

Por eso creo que mi responsabilidad como Presidente de todos los madrileños es invitarles a todos ustedes, toreros, ganaderos, empresarios, medios de comunicación y aficionados, a que trabajemos juntos para que esta Feria siga siendo la mejor del mundo, con la misma ambición, visión de futuro y pasión por la fiesta nacional con la que se creó en 1947.

Muchas gracias.

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Muere el mítico almohadillero de Las Ventas: “No digáis que estoy en el hospital, que no me llaman para San Isidro”

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«No contéis que estoy en el hospital, que no me llaman para San Isidro». Su afición de tres largas décadas era lo que más preocupaba a Pedro Cano, el entrañable vendedor de almohadillas en Las Ventas. Había trabajado de ello durante más de treinta años, y en los últimos lo hacía ya por pura pasión taurina.

El 4 de marzo, camino del hospital Infanta Leonor, era todo en lo que pensaba: su San Isidro, sus Ventas. Pedro no sabía que la cornada del coronavirus había hecho mella en su organismo y pasó a la UCI con su sempiterna sonrisa. «Mi padre nunca se quejaba -cuenta su hijo Pedro Daniel, hoy en cuarentena-. Nosotros no quisimos decirle que tenía el Covid-19 para que no se asustara. Cuando le llamábamos por teléfono, su respuesta era siempre la misma: “Estoy bien, me tratan muy bien. Si estoy hecho un toro, ¿no veis que tengo 20 años?”». Su espíritu era el de un veinteañero con DNI del 5 de octubre de 1940. Pedro había nacido en el pueblo jiennense de las Navas de San Juan, pero su vida laboral transcurrió en Madrid. «Trabajaba en una fábrica de metalurgia y tan obsesionado estaba con El Cordobés, y luego con su hijo, que se quedó con el mote». Pedro era de los que empeñaban el colchón por ver torear a Manuel Benítez, el primer torero que cobró un millón de pesetas. «O te compro una casa o llevarás luto por mí», fue el eslogan que inundó media España en los tiempos de la posguerra.

Y de ahí derivaba su propio lema en la vida. A este veterano alhomadillero de Las Ventas, siempre con su camisa abotonada y el nudo en la corbata, no había nada que le parase para estar cada tarde de feria en la Monumental. Salvo ese luto que ahora llevan sus hijos, Pedro Daniel y Alicia, y su mujer, Manuela, una pena negra sin despedida del hombre amado. «Estamos en estado de shock. Esto parece mentira. Yo creo que aún no se ha ido y que volveremos a verle», dice su hijo con la voz rota.

La soledad

Pedro Cano murió ayer y este viernes será incinerado. Sin velatorios ni pésames. Sin el abrazo de la familia. En la más absoluta soledad, esa que este vendedor de almohadillas conocía tan bien por esos toreros a los que admiraba nada más llegar al patio de cuadrillas. Solo los primeros días permitieron a sus hijos visitar al padre: «Le veíamos a través de una cristalera. Era muy duro, pero mucho más lo es no poder habernos despedido de él». El destino ha querido que Pedro abandone el ruedo de la vida en el hospital de los toreros, el San Francisco de Asís, donde fue trasladado. «Le llamábamos. Hasta que un día no nos cogió el teléfono…» Conmueven sus palabras. Guarda silencio. Respira y sigue: «Nos daban el parte vía telefónica y nos comentaban que dentro de la gravedad estaba estable; teníamos una esperanza, pero mi padre era diabético y este virus está golpeando fuerte».

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Pedro Daniel, su hijo, habla con entereza, aunque a veces las palabras dolientes se resquebrajan. Como tantos otros, no ha podido despedirse del hombre que le dio la vida, apretarle la mano, decirle lo orgulloso que estaba del padre que también repartía alhomadillas en el Bernabéu «para ganar dinero, comprar los abonos y hacernos socios de su equipo». «Era taurino y madridista hasta la médula», comenta. Y lamenta no poder compartir hoy, cara a cara, anécdotas del padre con sus seres queridos. «Estamos hechos polvo. Un día del padre sin padre ya. No podemos ni vernos, solo hablar. Yo estoy en cuarentena porque tengo síntomas y, aunque no me han hecho la prueba, me consideran positivo en coronavirus». Pedro Daniel vive aislado en su habitación, en la misma casa que su pareja, pero separados por un muro. «Ni si quiera podemos darnos ese abrazo que tanto reconfortaría. Tenemos que ser responsables y cumplir las normas de Sanidad. Esta crisis es muy dura para todos, pero cuando todo pase, nosotros ya no tendremos a nuestro padre».

Pedro será incinerado este viernes. «Tan solo mi hermana Alicia podrá ir. Y según nos ha dicho la interfuneraria, solo verá el coche fúnebre. Más adelante, en un mes o así, podremos recoger las cenizas y ver qué hacemos. Nunca quieres pensar en la muerte de un padre, pero tampoco imaginas que ni siquiera podrás velarle. Ahora no nos queda otra que afrontar la situación, ser conscientes de la realidad y tirar para delante con mi madre y mi hermana».

En los bajos del tendido 8, el 9 o el 10 ya no estará ese Cordobés que tanta nobleza derrochaba para limpiar con esmero y entregar la almohadilla -«allí conocía a mucha gente encantadora, como la Infanta Elena», comenta su hijo-, ni para apilar los cojines en forma de teja en los días de lluvia o con el sueño de volver a ver a Talavante en la capital. Pedro murió sin saber que muy posiblemente este mayo Madrid se quede sin San Isidro, esa feria por la que clamaba desde la camilla. Pero sus compañeros, que tanto le querían, ya le preparan un homenaje cuando la Puerta Grande que tantas veces cruzó se abra.

La crudeza de este virus ha hecho que Pedro, «al que le gustaba estar rodeado de gente», muera solo, pero rodeado de un cariño infinito en el hospital donde sanan las heridas los toreros. Esa herida que tanto tardará en sanar en su familia. El brindis de sus compañeros es hoy para este Cordobés de las Navas de San Juan.

(ABC)

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