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Europa

El incendio de Notre Dame y la destrucción de la Europa cristiana

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El fuego que destruyó buena parte de la catedral de Notre Dame, en el corazón de París, es una tragedia irreparable. Aunque se reconstruya la catedral, nunca será como antes.
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Por Guy Millière.- El fuego que destruyó buena parte de la catedral de Notre Dame, en el corazón de París, es una tragedia irreparable. Aunque se reconstruya la catedral, nunca será como antes. Las vidrieras e importantes elementos arquitectónicos han quedado gravemente dañados y el marco de madera de roble totalmente destruido. El capitel que se alzaba sobre la catedral era una pieza artística única. Fue diseñada por el arquitecto que restauró el edificio en el siglo XIX, Eugène Viollet-le-Duc, que basó su trabajo en los documentos del siglo XII.

Además del fuego, el agua que se necesitaba para extinguir las llamas penetró la piedra caliza de los muros y la fachada, y los debilitó y los hizo quebradizos. El tejado ya no existe: la nave, el transepto y el coro están ahora a la intemperie, sujetos a las inclemencias el tiempo. Ni siquiera se pueden proteger hasta que la estructura se analice exhaustivamente, una tarea que llevará semanas. Tres importantes elementos de la estructura (el piñón del transepto norte, el piñón situado entre las dos torres y la bóveda) también corre el peligro de derrumbe.

Notre Dame tiene más de 800 años. Sobrevivió a las turbulencias de la Edad Media, al Reino del Terror de la Revolución francesa, a dos guerras mundiales y la ocupación nazi de París. No sobrevivió a lo que se está convirtiendo Francia en el siglo XXI.

La causa del incendio se ha atribuido hasta ahora a “un accidente”, a “un cortocircuito” y, más recientemente, a “un fallo informático”.

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Si el incendio hubiese sido realmente un accidente, es casi imposible iniciar qué lo originó. Benjamin Mouton, exarquitecto jefe de Notre Dame, explicó que las reglas son excepcionalmente estrictas, y que no se podía poner ningún cable, aparato o fuente de calor en la azotea. Dijo también que había instalado un sistema de alarma sumamente sofisticado. La empresa que instaló los andamios no hizo ninguna soldadura y estaba especializada en este tipo de trabajos. El fuego empezó más de una hora después de que se hubiesen marchado los trabajadores y ninguno de ellos estaba presente. Se propagó tan rápido que los bomberos que acudieron en cuanto pudieron estaban impactados. Remi Fromont, arquitecto jefe de Monumentos Históricos de Francia, dijo: “El fuego no lo pudo originar ningún elemento presente donde se originó. Se necesita una verdadera carga calorífica para provocar ese desastre”.

Se llevará a cabo una larga y compleja investigación.

La posibilidad de que el fuego fuese resultado de un incendio deliberado no se puede descartar. Apenas una hora después de que las llamas empezaran a elevarse sobre Notre Dame —en un momento en que nadie pudo dar ninguna explicación—, las autoridades francesas se apresuraron a decir que el incendio había sido un “accidente” y que “se descarta el incendio deliberado”. Esas palabras se parecían a todas las declaraciones oficiales que hizo el Gobierno francés después de los atentados en Francia en la última década.

En noviembre de 2015, la noche de la masacre en la sala Bataclan de París, donde los yihadistas asesinaron a 90 personas, el Departamento de Interior francés dijo que el Gobierno no sabía nada, salvo que se había producido un tiroteo. La verdad no salió hasta que el ISIS reivindicó la matanza.

En Niza, después del atentado con camión en julio de 2016, el Gobierno francés insistió durante varios días en que el terrorista que atropelló y mató a 86 personas era “un hombre con una crisis nerviosa”.

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En 2018, el asesino de Sara Halimi, que recitó versículos del Corán mientras torturaba a su víctima, fue declarado como “trastornado mental” e ingresado en un centro psiquiátrico inmediatamente después de su arresto. Lo más probable es que nunca se enfrente a un tribunal. El 8 de abril, Alain Finkielkraut y otros 38 intelectuales publicaron un texto en el que decían que su asesino no debía eludir la justicia. El texto no ha provocado ningún efecto.

El incendio de Notre Dame se produjo menos de tres años después de que “un comando” de mujeres yihadistas, después detenidas, intentaran destruir la catedral detonando bombonas de gas natural. Tres días después del incendio de la semana pasada, el 12 de abril, la líder de las yihadistas, Ines Madani, una joven francesa conversa al islam, fue sentenciada a ocho años de cárcel por crear una organización terrorista vinculada al Estado Islámico.

El incendio de Notre Dame también se ha producido en un momento en que los ataques a las iglesias de Francia y Europa se han multiplicado. Más de 800 iglesias fueron atacadas en Francia sólo en el año 2018. Muchos sufrieron graves daños: destrozos, estatuas decapitadas, tabernáculos hechos trizas y heces en las paredes. En varias iglesias, se provocaron incendios. El 5 de marzo, la basílica de St. Denis, donde están enterrados todos los reyes de Francia menos tres, fue vandalizada por un refugiado paquistaní. Rompió varias vidrieras y el órgano de la basílica, un tesoro nacional construido entre 1834 y 1841, quedó casi hecho trizas. Doce días después, el 17 de marzo, se produjo un incendio en Saint Sulpice, la iglesia más grande de París, que provocó graves daños. Tras días de silencio, la policía admitió al fin que la causa había sido un ataque pirómano.

Durante meses, las organizaciones yihadistas han estado emitiendo comunicados donde llamaban a la destrucción de las iglesias y los monumentos cristianos en Europa. Notre Dame se citó varias veces como uno de los objetivos principales. A pesar de todo, la catedral no fue debidamente protegida. Un par de jóvenes, que entraron a la catedral por la noche, treparon por el tejado el pasado noviembre y grabaron un vídeo que después publicaron en YouTube.

Se publicaron muchos mensajes con nombres musulmanes en las redes sociales —Twitter, Facebook y la web de Al Yazira— donde se expresaba alegría por ver un importante símbolo cristiano destruido. Hafsa Askar, inmigrante marroquí y vicepresidenta del Sindicato Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), la principal organización estudiantil francesa, publicó este tuit: “La gente está llorando por unos trocitos de madera… es una ilusión de la basura blanca”.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, que nunca ha mencionado los ataques en Saint Denis o Saint Sulpice, fue de inmediato a Notre Dame y declaró: “Notre Dame es nuestra historia, nuestra literatura, nuestra imaginación”. Soslayó completamente la dimensión religiosa de la catedral.

A la noche siguiente, dijo que Notre Dame se reconstruiría en cinco años: era una osada afirmación. Muchos analistas interpretaron que sus palabras estaban dictadas por su desesperada voluntad de intentar recuperar la confianza de los franceses tras cinco meses de manifestaciones, disturbios y destrucción, derivadas de su ineficaz gestión de la revuelta de los “chalecos amarillos”. (El 16 de marzo, los agitadores dañaron buena parte de los Campos Elíseos, y las reparaciones apenas han comenzado). Todos los expertos coinciden en que muy seguramente se tardará mucho más de cinco años en reconstruir Notre Dame.

Macron, extrañamente, añadió que la catedral sería “más hermosa” que antes, como si un monumento gravemente dañado pudiera ser más hermoso después de su restauración. Macron continuó diciendo que la reconstrucción sería un “gesto arquitectónico contemporáneo”. Ese comentario generó preocupación, si no pánico, entre los defensores de los monumentos históricos, que ahora temen que quiera añadir elementos arquitectónicos modernos a una joya de la arquitectura gótica. De nuevo, volvió a soslayar completamente la dimensión religiosa de la catedral.

La actitud de Macron no sorprende. Desde el momento en que se convirtió en presidente, se ha mantenido al margen de cualquier ceremonia cristiana. La mayoría de los presidentes que le precedieron hicieron lo mismo. Francia es un país donde reina la supremacía del laicismo dogmático. Un líder político que se atreva a denominarse cristiano es inmediatamente criticado en los medios y eso sólo puede perjudicar una floreciente carrera política. Nathalie Loiseau —exdirectora de la Escuela Nacional de Administración de Francia, y principal candidata de la lista del partido de Macron, República en Marcha, a las elecciones al Parlamento europeo de mayo—, fue recientemente fotografiada a la salida de una iglesia después de misa, lo que llevó a los medios a debatir si su asistencia a misa era o no “un problema”.

Los resultados del laicismo francés son visibles. El cristianismo ha sido completamente barrido de la vida pública. Las iglesias están vacías. El número de sacerdotes está disminuyendo y los que están activos en Francia son muy mayores o vienen de África y América Latina. La religión dominante ahora en Francia es el islam. Cada año, se demuelen iglesias para hacer aparcamientos o centros comerciales. Se están construyendo mezquitas por todas partes, y están llenas. Los imanes radicales hacen proselitismo. El asesinato, hace tres años, de Jacques Hamel, un sacerdote de 85 años asesinado por dos islamistas mientras daba misa en una iglesia donde sólo había cinco personas presentes (tres de ellas monjas) es elocuente.

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En 1905, el Parlamento francés aprobó una ley-decreto por la cual todas las propiedades de la Iglesia católica en Francia fueron confiscadas. Las iglesias y las catedrales pasaron a ser propiedad del Estado. Desde entonces, los sucesivos gobiernos han gastado muy poco dinero para mantenerlas. Las iglesias que no han sido vandalizadas están en muy malas condiciones, y la mayoría de las catedrales también lo están. Incluso antes del devastador incendio, la Archidiócesis de París declaró que “no se podía permitir todas las reparaciones” que Notre Dame necesitaba, “calculadas en 185 millones de dólares”. Según CBS News, en un reportaje del 20 de marzo de 2018:

“El Gobierno francés, propietario de la catedral, ha prometido unos 50 millones durante la próxima década, cuando deja una factura de 135 millones. Para recaudar el resto, Picaud ha ayudado a lanzar la Fundación Amigos de Notre Dame. Trabaja para encontrar donantes privados en Francia y al otro lado del Atlántico”.

“Sabemos que los estadounidenses son ricos, así que vamos donde pensamos que podemos encontrar el dinero para ayudar a restaurar la catedral”, dijo Picaud.

La noche del incendio en Notre Dame, cientos de franceses se congregaron delante de la catedral en llamas para cantar salmos y cantar. Algunos parecieron entender enseguida que estaban perdiendo algo inmensamente valioso.

Tras el incendio, el Gobierno francés decidió empezar a recabar donaciones de particulares, empresas y organizaciones para su reconstrucción; consiguió más de mil millones de euros. Los multimillonarios franceses prometieron pagar grandes cantidades: la familia Pinault (los principales propietarios del conglomerado Kearing) prometieron 100 millones de euros; la familia Arnault (propietaria de LVMH, la mayor empresa de artículos de lujo del mundo), 200 millones; la familia Bettencourt (propietaria de L’Oreal), también 200 millones. Muchos en la “izquierda” francesa dijeron inmediatamente que las familias ricas tenían demasiado dinero, y que esos millones se podrían haber utilizado para ayudar a los pobres en vez de preocuparse de piedras antiguas.

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En el futuro cercano, el corazón de París llevará las terribles cicatrices de un incendio que asoló mucho más que una catedral. El fuego destruyó una parte esencial de lo que queda del alma casi perdida de Francia y de lo que Francia podría lograr cuando Francia crea en algo más elevado que su existencia cotidiana.

Algunos esperan que la imagen de la catedral destruida inspire a muchos franceses a seguir el ejemplo de los que rezaron la noche del desastre. Michel Aupetit, arzobispo de París, dijo el 17 de abril, dos días después del incendio, que estaba seguro de que Francia tendría “un despertar espiritual”.

Otros, no tan optimistas, ven en las cenizas de la catedral un símbolo de la destrucción del cristianismo en Francia. El historiador del arte Jean Clair dijo que en la destrucción de Notre Dame ve una señal más de la “decadencia irreversible” de Francia, y del colapso final de las raíces judeocristianas de Europa.

Un columnista estadounidense, Dennis Prager, escribió:

“El simbolismo de la catedral de Notre Dame en llamas, el edifico más famoso de la civilización occidental, el icónico símbolo del cristianismo occidental, es muy difícil de obviar”.

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Es como si el propio Dios quisiera advertirnos de la inconfundible manera en que está ardiendo el cristianismo occidental, y con él, la civilización occidental.

Otro escritor estadounidense, Rod Dreher, señaló:

“Esta catástrofe de hoy en París es una señal a todos nosotros, los cristianos, y una señal a todas las gentes de Occidente, especialmente a los que desprecian la civilización que construyó este gran templo para su Dios en una isla en el Sena, donde se han celebrado ritos religiosos desde los tiempos de la Roma pagana. Es una señal de lo que estamos perdiendo, y de lo que no recuperaremos, si no cambiamos de rumbo ahora”.

Por el momento, nada indica que Francia y la Europa occidental vayan a cambiar de rumbo.

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España

Un homenaje a Ucrania desde la Memoria Española: 81 años de la última gran victoria del ejército español, por Francisco Torres García

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Francisco Torres García

 

Hace 81 años se libró en la entonces URSS, en los arrabales de la ciudad de Leningrado (San Petersburgo) la batalla de Krasny Bor. Un choque de tintes épicos entre la infantería española y el Ejército Rojo en los inicios de la Operación Estrella Polar, planificada por quien sería mariscal y cuatro veces héroe de la Unión Soviética, Gueorgui Konstantinovich Zhúkov. Considerado por la historiografía soviética y posterior como el mejor de los comandantes soviéticos en campaña, los soldados afirmaban: «Donde está Zhúkov, está la victoria».

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Con aquella, sin duda, pensaba añadir, a la que sería una brillante carrera militar, la liberación definitiva de la ciudad de Leningrado. La misma que había conseguido defender ante el asalto alemán en el otoño de 1941. Con una concatenación de ofensivas en los Frentes de Leningrado, Vóljov y Noroeste pretendía alcanzar un objetivo  muy ambicioso: acabar con el cerco a Leningrado, liberar Novgorod, embolsar al 18.º Ejército alemán y abrir el camino hasta la frontera de Estonia y Letonia. Todo ello tras haber desarticulado los soviéticos la Operación Nordlicht, el que iba a ser el asalto definitivo a la ciudad cuna de la Revolución dirigido por el mariscal Erich von Manstein.

La batalla defensiva que libró en Krasny Bor la División Española de Voluntarios, la División Azul, supuso, sin embargo, un revés para el plan de Zhúkov al impedir la ruptura del frente encomendada a unidades del 55.º Ejército; resistencia que contribuyó a la frustración de toda la Operación. Más allá de cualquier otra valoración hay que señalar que si los españoles se hubieran hundido la progresión soviética, que debía protagonizar la 45.ª División de la Guardia del general Krasnov, hubiera sido difícilmente contenible quebrando la línea de comunicación que permitía abastecer a las fuerzas alemanas.

Conviene insistir, como nota introductoria, en una realidad incuestionable que las circunstancias políticas de la última década, junto con algunos sectores de la historiografía, tienden a obviar, que, independientemente de su componente político y de su recluta, la División Española de Voluntarios, la División Azul, fue una unidad del Ejército español, constituida orgánicamente al efecto de realizar una misión específica (combatir al comunismo) y disuelta a la conclusión de la misma. Esta gran unidad consiguió, entre el 10 y el 11 de febrero, en lo que debemos denominar los combates de Krasny Bor, siguiendo al general Fontenla, una importante victoria en lo que fue una batalla defensiva al frustrar la intención enemiga y dislocar una ofensiva de amplios horizontes. No es exagerado, sino simple constatación de la realidad, que en Krasny Bor el ejército español alcanzó su última gran victoria en una gran acción bélica.

Más allá del desarrollo de los combates en aquellas 18 horas de lucha continua entre el 10 y el 11 de febrero, más allá del rosario de acciones heroicas que en aquellas momentos se dieron, avanzado el conocimiento real de los hechos (siendo fundamentales las aportaciones realizadas por Carlos Caballero), desbrozadas algunas interpretaciones herederas de las valoraciones personales de quienes combatieron, eliminados no pocos mitos que durante décadas prescindieron de los condicionantes tácticos y de la realidad de las fuerzas en presencia, vamos a tratar de precisar algunos aspectos, quizás aparentemente secundarios, sobre los condicionantes y las lecciones de aquel día.

La División Azul que consiguió aquella victoria no era la unidad que salió de España en julio de 1941 y que había combatido brillantemente en las orillas del Vóljov. En febrero de 1943 no eran muchos los divisionarios alistados en 1941 que permanecían en el frente, probablemente rondarían los 2.000. Tras agotar las listas de reserva, en marzo de 1942, el gobierno español decidió iniciar un nuevo periodo de recluta del que saldrían la mayor parte de los combatientes en la batalla.

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Entre abril y diciembre de 1942 llegaron al frente 14.124 hombres. A partir de mayo comenzaron a abandonar el frente los denominados Batallones de Repatriación. Más de 9.000 voluntarios regresaron a España hasta el último mes de aquel año; entorno a  2.000 no pudieron hacerlo y aguardaban la eternidad en un rosario de cementerios. En este proceso el general Muñoz Grandes chocó con el Ministerio del Ejército y su planteamiento de renovación/sustitución, inclinándose por mantener la vieja «amalgama napoleónica» distribuyendo a los que llegaban entre todas las unidades.

En febrero de 1943 la DEV era una unidad prácticamente renovada. Sobre aquellos voluntarios llegados caería la leyenda de una recluta forzada, alimentada por la paga, pletórica de republicanos y maleantes, con escasa moral de combate y menor voluntad de vencer, salida de los cuarteles, aunque casi 9.000 de los llegados a lo largo de 1942 se hubieran alistado desde los banderines abiertos en las milicias falangistas… Visión que compartía y ampliaba la propaganda soviética que mantendría de forma ortodoxa el PCE y se transmitiría, a través de sus vasos comunicantes, a parte de la reciente historiografía española. La prueba más evidente de que no era así es lo ocurrido durante los combates de Krasny Bor.

En julio de 1942, aquella gran unidad que estaba renovándose/reconstruyéndose, recibió órdenes para trasladarse desde el Vóljov hasta el frente de Leningrado, iban a participar en lo que se anunciaba como el asalto definitivo a la ciudad. Aquel movimiento iniciado en agosto dio tiempo al general Muñoz Grandes para instruir a sus hombres. Además se le indicó que, una vez acantonada en las proximidades del frente, tendría un tiempo antes de entrar en línea. La División Azul iba a tener un papel relevante en la ruptura que conduciría a la ocupación de la ciudad dentro de la Operación Nordlicht. Lo que indica el valor que como unidad de combate se daba a los españoles por parte del mando alemán.

Las circunstancias y la falta de fuerzas acortaron los plazos y la DEV entró en línea el 5 de septiembre entre Alexandrovka y el río Ishora. El general Muñoz Grandes asumió el mando de una zona de buenas posiciones pero sin profundidad en sus elementos de defensa, y procedió a reestructurar sus fuerzas para una acción ofensiva que se mantuvo viva hasta mediados de octubre de 1942. Ahora bien, por sus efectivos, que a finales de octubre podía desplegar 16.343 hombres, la DEV era la unidad más poderosa del frente. Con sus fuerzas podía mantener su sector sin dificultades ante cualquier contingencia.

El general Emilio Esteban-Infantes, que iba a sustituir en el mando a Muñoz Grandes, llegó al frente en agosto para convertirse en 2ª Jefe de la unidad, a él iba a corresponder, en gran medida la preparación final de la zona y el despliegue en el nuevo sector que se le iba a adscribir en que se libraría la batalla.

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Cerrado definitivamente el planteamiento ofensivo correspondía prepararse para establecer un escenario defensivo ganando lo que no tenían las líneas alemanas de un frente estático como era el asumido, profundidad. Ambos generales conocían la doctrina táctica española sobre la batalla defensiva que optaba por la profundidad y la distribución de posiciones defensivas con espíritu de resistencia al objeto de impedir al enemigo la penetración real y el dominio del territorio. Doctrina revisada durante la guerra civil sobre la que el propio Franco había teorizado, destacando la importancia de la batalla defensiva, en 1938 en sus instrucciones para los jefes de grandes unidades y en sus comentarios al reglamento de ese año. El general Muñoz Grandes asumió que se vería obligado a librar una difícil batalla defensiva cuando anunció que se mantendría a toda costa en Novgorod en el invierno de 1941-42.

El propio Franco en su ABC de la batalla defensiva. Aportación a la doctrina, síntesis final de lo escrito durante la guerra, incidiría en la necesidad de relegar «los órdenes lineales», optando por «sistemas profundos, tanto más necesarios cuanto mayor sea la capacidad de penetración de los Ejércitos modernos y su potencia para la ruptura» con lo que se organizará el terreno propio «preparando el sistema de fuegos que ha de aniquilar al enemigo», asumiendo que las fuerzas enemigas progresarán según sea la red de comunicaciones existentes que permitirán alimentar la batalla, por lo que «los campos de batalla principales hemos de buscarlos en esas vías de penetración, como en ellas ha de situarse el centro de gravedad de nuestras tropas», creando la zona de resistencia y en esta, siguiendo los reglamentos tácticos, lo fundamental es el ocultamiento y la dispersión de las fuerzas. En ese marco se desarrolló la batalla de febrero en el frente ruso.

Tanto Muñoz Grandes primero como Esteban-Infantes después trabajaron para dotar de profundidad sus líneas. La línea española tuvo una relativa tranquilidad, aunque sometida a los duelos artilleros y golpes de reconocimiento, entre los meses de octubre y noviembre, lo que permitió incidir en la instrucción de las fuerzas. Una optimización que no hay que depreciar a la hora de valorar las razones de la victoria española.

El problema, sobre todo para Esteban-Infantes al asumir el mando completo, fue la constante ampliación de la línea a cubrir por los españoles desde el sector inicial establecido entre Alexandrowka y el meandro del río Ishora. En enero de 1943 los soviéticos lanzaron la Operación Iskra que daría origen a la batalla por el control de los Altos de Sinyavino. La falta de fuerzas hizo a los alemanes exprimir el frente sacando unidades. La División Azul cedería al II Batallón del 269.º a mediados de enero de 1943. En Sinyavino los españoles demostrarían, una vez más, su capacidad de aferrarse al terreno y no ceder hasta quedar reducidos a la mínima expresión (solo 30 hombres regresarían indemnes), algo que no parece que fuera tenido en cuenta por el mando enemigo. Todo ello llevaría a la División a extender sus líneas primero hasta Krasny Bor, y después hasta más allá de la línea férrea cubriendo otros siete kilómetros. De un despliegue en el que los españoles mantenían reservas en cada subsector se pasó a un despliegue que embebía en línea a casi todas las fuerzas. Pero lo más grave era la falta de profundidad de la línea más allá del Ishora y la necesidad de preparar el terreno. Esteban-Infantes tendría que luchar contra el tiempo para ganar profundidad, pero este se estaba acabando. El tiempo había permitido trabajar en todo el sector la oeste del Ishora, pero ahora las líneas española podían alcanzar, según se evalúe, entre los 24 y los 30 kilómetros para soldarse al este con las fuerzas limitadas de la 4.ª División SS Policía que estaban retornando tras su participación en los combates de mediados de enero.

La División Azul cubría una línea que cortaba el río Ishora, la carretera Leningrado-Moscú, la población de Krasny Bor que ocupaba unos 9 kilómetros cuadrados y la línea del ferrocarril Leningrado-Moscú. A lo largo del mes de enero se hizo evidente que el subsector que se abría en el Ishora y llegaba hasta la línea férrea era tácticamente fundamental. Esteban-Infantes asumió la necesidad de ganar en profundidad asegurando las líneas en el Ishora y cubriendo la carretera, pero para completar un sistema que contara con suficientes posiciones para cubrir una amplia zona de resistencia necesitaba más tiempo. A la vez procuró destruir los intentos enemigos de progresar a la hora de acercar sus posiciones a la línea española ante Krasny Bor y la línea férrea. El condicionado despliegue español en la zona mostraría su eficacia el 10 de febrero.

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El  subsector de unos 11 kilómetros de línea, con unos cuatro fundamentales entre la carretera y el ferrocarril, quedó guarnecido por el Regimiento 262.º a las órdenes del coronel Manuel Sagrado Marchena, reforzado con el Batallón de la Reserva Móvil y la Compañía de Esquiadores, a lo que se sumarían, exprimiendo la División, el Grupo de Exploración, el Batallón de Zapadores y el Grupo Antitanques. El 10 de febrero tenían establecidos 2 escalones de despliegue y dos pequeñas reservas en su retaguardia. Durante los combates improvisarían una tercera línea. En total unos 5.000 hombres.

Lo que difícilmente podía prever el mando español o alemán era que los soviéticos hubieran situado el punto de ruptura de una gran operación ofensiva precisamente en aquellos kilómetros. Allí los españoles tendrían que aguantar primero la durísima ruptura artillera y después el asalto enemigo. Lo harían en inferioridad ya que el Ejército Rojo desplegaba 4 divisiones (72.ª y 43.ª de Fusileros, junto con la 63.ª y 45.ª de la Guardia) y una imponente masa artillera (la proporción con respecto a las baterías hispano-alemanas ha precisado Carlos Caballero era de 3.3 a 1, «que ya era bastante»). Flanqueada por las divisiones 72.ª y 43.ª de Fusileros, la 63.ª División de la Guardia, al mando del general Nikolái Pávlovich Simoniak tenía la misión de abrir brecha en Krasny Bor consiguiendo la necesaria ruptura. No era la 63 División una unidad escasamente fogueada, ni su general carecía de brillantez. De hecho, había protagonizado el 18 de enero la ruptura del frente enemigo en Shlisselburg, enlazando con las fuerzas del Frente del Vóljov en la Operación Chispa, lo que valió a Simoniak la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.

La terrible preparación artillera que se prolongó durante casi dos horas castigó muy duramente a las compañías españolas, que en algún caso llegaron a sufrir bajas cercanas al 80% de sus efectivos. Simoniak no esperaba una fuerte oposición y cuando la infantería roja avanzó apoyada por carros KV 1 se encontró con la enconada resistencia de los restos de las compañías de Huidobro, Palacios, Oroquieta, Aramburu, Campos… Se abría así el tiempo de las resistencias decisivas que se prolongaría durante horas. Algo que no debió extrañar, cuando comenzó a tener información, al general Esteban-Infantes pues él mismo las había vivido en primera persona durante la batalla de Brunete en la guerra civil. Tampoco, a pesar de la dureza se produjo el hundimiento de la moral, los que retrocedieron en medio de la lluvia de fuego se recompusieron y contraatacaron cuando encontraron mandos que los reagruparon. Algo que difícilmente hubiera sucedido en una unidad de recluta forzada o sin más horizonte que la paga.

Según la propaganda enemiga la División iba a plantear escasa resistencia dado el componente humano de la nueva recluta. Parece evidente que los mandos del Ejército Rojo habían asumido como real esta imagen. Sin embargo, lo que los españoles estaban demostrando era una alta moral de combate no quebrándose la voluntad de vencer y una elevada calidad entre sus jefes, oficiales y suboficiales que tuvieron que combatir durante horas sin la necesaria comunicación entre las compañías ni con el mando superior establecido por Esteban-Infantes en el puesto avanzado de Raykolovo. Las compañías de la Guardia pudieron sobrepasar los núcleos de resistencia de las compañías de línea, pero se empantanaron en una zona de resistencia que nunca pudieron dominar, no pudieron adueñarse del terreno y esa fue la clave del día.

Sin comunicación exacta sobre el alcance de la penetración enemiga durante horas el general Esteban-Infantes movió sus escasas reservas y adoptó la medida de recurrir a los hombres del Batallón de Repatriación, disponiéndose a aguantar, en el peor de los casos apoyado en el Ishora; al otro lado del río el intento de progresión soviética había sido contenido y rechazado el ataque en el meandro del río. Con respecto a la actuación del general Esteban-Infantes, el general Fontenla ha precisado que si bien no percibió la entidad del posible ataque, «durante al batalla reaccionó de forma correcta… en su puesto de combate: empleó el fuego de la artillería divisionaria, empeñó reservas disponibles y se esforzó en organizar otras nuevas, y reforzó el borde de la lucha en Ishora para impedir sus ensanchamiento y facilitar, en su caso, la estrangulación de la penetración mediante un contraataque general».

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Al caer la noche, sobre las 15.30 los combates adquirieron una nueva dimensión sobre un terreno en el que las manchas blancas se alternaban con grandes extensiones de barro. Los españoles continuaban resistiendo en su segundo escalón apegados a las construcciones de Krasny Bor y en su improvisada última línea de resistencia. Los divisionarios habían dado tiempo al mando alemán a preparar una línea tras la zona de combate para guarecer Sablino. Las fuerzas de Simoniak no pudieron abrir la brecha necesaria en Krasny Bor, ni se pudo progresar al este de la línea férrea: no hubo ruptura definitiva. El mando del 55.º Ejército no pudo usar su reserva convenientemente, la 45.ª de la Guardia del general Krasnov, pues ya no había éxito que explotar y los alemanes habían desplegado una línea defensiva tras los españoles.

Al finalizar el día los divisionarios habían perdido en aquel subsector, que cederían a los alemanes de forma progresiva hasta la medianoche, entre 3 o 4 kilómetros, pero -insistimos- los soviéticos no consiguieron su objetivo que era abrir una brecha rompiendo el frente y dominando el terreno para permitir el avance, con lo que su ataque quedó dislocado perdiendo más de un tercio de sus efectivos, sin romper nunca de forma definitiva la última línea española ni ocupar su zona de resistencia.

La gloria, la victoria y la muerte acompañan siempre hechos de armas como los combates de Krasny Bor. En torno a 1.100 españoles perdieron la vida en la batalla, entre 200 y 300 cayeron prisioneros, otro millar y medio recibieron heridas de consideración -parte de ellos también dejarían este mundo a consecuencia de las mismas o acortarían significativamente su vida-. Hubo acciones heroicas que por falta de testigos nunca fueron convenientemente recompensadas. Un soldado, Antonio Ponte Anido, pese a estar herido decidió frenar un T-34 que se dirigía hacia un hospital de campaña, lo hizo con su vida, fue recompensado a título póstumo con la Cruz Laureada de San Fernando.

Según anota Carlos Caballero el mando alemán anunció la concesión por los hechos de aquel día de 30 Cruces de Hierro de 1ª, 300 de 2ª y 400 Cruces al Mérito Militar con Espadas. En parte de aquellos prisioneros, que fueron internados en los campos de concentración soviéticos, tampoco se quebró la voluntad de continuar la lucha y vencer. Algunos de ellos serían condecorados tras volver a España 11 años después.

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