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Opinión

“Totalitario proceder de Isabel Díaz Ayuso todavía presidenta de la Comunidad de Madrid” por el Coronel Efrén Díaz Casal

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Sra. Ayuso:

Desde mi innata ideología derechista, sin deriva alguna y apelando a su civismo le ofrezco estas reflexiones motivadas por la prohibición al amparo de ilegales atribuciones, de la procesión del Corpus Christi de mi parroquia castrense el domingo 29 de mayo de 2016 de 2016, por la entonces concejala presidenta del distrito de Latina del Ayuntamiento de Madrid, Esther Gómez Morante, del partido Ahora Madrid actualmente Más Madrid ideológicamente afín a Unidas Podemos.

El pasado viernes 03/12/2021, Vd, Isabel Díaz Ayuso, como anfitriona de la tradicional recepción que la Comunidad de Madrid celebra anualmente en honor de nuestra Constitución en su sede de la Real Casa de Correos, defendió nuestra Carta Magna frente a los autócratas que buscan ilegitimarla como paso previo a su liquidación, en clara alusión al gobierno social comunista que padecemos y sus socios independentistas vascos y catalanes, advirtiendo del peligro que representan por intentar ilegalmente dinamitar nuestra Ley Fundamental a costa de nuestra libertad.

Su desfachatez es inconmensurable defendiendo nuestra Constitución al tiempo que premia con altos cargos y suculentos sueldos a Concepción Dancausa Treviño, Consejera de Familia, Juventud y Política Social, y a Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda, Viceconsejero de Familia, Juventud y Política Social que, en sus anteriores cargos de Delegada y Subdelegado del Gobierno en Madrid, quebrantaron reiteradamente la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión consagrado en nuestra Carta Magna, en la tramitación de actos religiosos en la vía pública, a pesar de mis numerosas solicitudes al respecto.

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La Ley Orgánica 9/1983 dispone que los organizadores o promotores de actos religiosos en la vía pública, deberán comunicarlos a su Delegación o Subdelegación del Gobierno, no a su ayuntamiento, en tanto que los aludidos en el párrafo anterior, abjurando de las competencias que les asigna la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público, toleraron que en toda la Comunidad de Madrid fuesen los ayuntamientos las entidades que “autorizasen” los actos religiosos en la vía pública, quebrantando por añadidura, entre otros, el artículo 14 de nuestra Constitución al discriminar a la población católica madrileña que “solicita autorización” a su respectivo ayuntamiento en lugar de “comunicar” sus actos religiosos a la delegación del Gobierno en Madrid como cualquier otro ciudadano.

El entonces Director del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, Coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos Orihuel, en escrito de REF NOR/, SALIDA Nº 3982 de 14 de JUL 2017, me comunica que “las reuniones con finalidad religiosa en lugares de tránsito público deben quedar sujetas al régimen general de comunicación de los artículos 8 a 11 de la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del Derecho de Reunión…”

Asimismo, el entonces Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda, en escrito de fecha 2 de noviembre de 2017, me comunica que” siguiendo el criterio comunicado por la Secretaría de Estado de Seguridad, las reuniones con finalidad religiosa en lugares de tránsito público están sujetas el régimen general de comunicación de los artículos 8 a 11 de la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del Derecho de Reunión, y la autoridad gubernativa receptora de tal comunicación, en el ámbito territorial de la Comunidad de Madrid, es  la Delegación del  Gobierno de  Madrid. En este sentido, Ie confirmo que la Delegación del Gobierno en Madrid tramitará las solicitudes de procesiones religiosas conforme a la citada Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, reguladora del Derecho de Reunión…”

Es evidente que el entonces Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda albergaba la seguridad de que no le llegaría ninguna “solicitud de autorización de actos religiosos en la vía pública” como así viene siendo hasta la fecha, percepción que solamente puede estar basada en su previo conocimiento del escrito del Director del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, Coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos Orihuel, y en su connivencia con el mismo.

Por tanto, además de intentar engañarme, mienten descaradamente el entonces Jefe del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, Coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos Orihuel, y el entonces Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda.

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Resulta obligado reseñar que el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define como delincuente al que delinque, delinquir a cometer delito, y delito al quebrantamiento de la ley.

Todos estos desmanes son conocidos y vitoreados por un tal Miguel Ángel Rodríguez, (a) MAR, su bufón particular, perdón quise decir su jefe de gabinete al que igualmente dirijo estas líneas que, en su escrito de 6 de mayo de 2020, me comunica “la presidenta de la Comunidad de Madrid ha recibido sus documentos relativos a las procesiones y reuniones con finalidad religiosa en lugares de tránsito público y al derecho de reunión y el escrito con que los acompaña”, al que hasta la fecha Vd no ha tenido el civismo ni ha cumplido con su obligación de responder.

Plagiando a la oligarquía genovesa y por tanto en indecente acción, ignorando que la mayor parte de la militancia y electorado de su fuerza política es católica y no solo no comulga sino que abomina de estas credenciales y de aspectos de su conducta aireados por la prensa, se está dirigiendo Vd a distintas sedes del PP y a sus Nuevas Generaciones, destinatarias de la presente misiva, para forzar que le inviten a las cenas de Navidad.

Además de subordinar la ley a su voluntad ¿para qué se dirige Vd a los militantes del PP, para dispensarles el mismo trato displicente que a mí en una cuestión del fuste de respetar el ordenamiento jurídico de nuestro Estado de Derecho?, ¿para comunicarles que siguiendo su ejecutoria pueden esperar de Vd cualquier embuste u ofensa a su dignidad?, ¿para, durante la cena, levantarse de la mesa, ponerse en pie, flexionar el tronco hacia adelante y mirando al suelo dirigirse a los comensales diciéndoles “ya sois todos iguales”?

Resulta evidente que su generosidad con Concepción Dancausa Treviño, actual Consejera de Familia, Juventud y Política Social, y con Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda, actual Viceconsejero de Familia, Juventud y Política Social, solo tiene parangón con la del Gobierno con los etarras y los secesionistas catalanes autores del ilegal referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017.

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Su autocrático y detestable proceder, incompatible con los principios y valores de la derecha a la que aleja del poder favoreciendo la continuidad de la izquierda en el mismo, constituye un factor de desestabilización y una defensa de la ilegal actuación de la actual concejala de Más Madrid, Esther Gómez Morante, con cuya ideología parece identificarse más que con la de su electorado.

Cuanto antecede le convierte en acreditada destinataria de las frases más recordadas y famosas de Marco Tulio Cicerón “¿hasta cuándo abusarás, Catilina Díaz Ayuso, de nuestra paciencia?, ¿hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?, ¿cuándo acabará esta desenfrenada osadía tuya?”.

Respuestas: hasta que no se lo toleremos, hasta que nosotros nos riamos de Vd, cuando no haya sadomasoquistas.

Efrén Díaz Casal

Coronel de Infantería (R)

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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